jueves, 19 de marzo de 2009

Una mesa, una cuerda, soy tuya...

Quiero quedar contigo.

Sólo necesitamos una mesa, una cuerda o algo que lo sustituya y ganas de pasarlo bien.

Me inclinas sobre la mesa de manera que mis tetas quedan sobre ella. Me haces separar las piernas y abrir los brazos. Atas mis tobillos a las patas delanteras. Mis muñecas a las patas traseras. No puedo moverme. Me tienes a tu disposición, soy para ti.

Tus dedos recorren mi espalda. Se me pone la piel de gallina. Cada poro de mi cuerpo reacciona en parte porque me excitas y en parte porque sé qué viene ahora.

Me acaricias. Y de repente, cuando llevo tanto esperándolo que no sé si vas a hacerlo, oigo un plas y tu mano cae sobre mi culo, el azote no es fuerte pero el eco del sonido entra en mi mente y se dirige directamente allí donde se controla mi placer.

Los azotes caen sobre mi culo. Uno tras otro. A veces con más fuerza, otras con más pausa entre ellos, a veces directos, a veces desde abajo.

Mi culo se mueve, mis nalgas tiemblan con cada azote. Las marcas van notándose, empieza a estar rojo. Entonces pasas tu mano, caliente, acariciando mis glúteos en movimientos circulares que me alivian hasta que cae un nuevo azote. Con cada azote, se me escapa un pequeño grito que sale de allí donde se encuentra la frontera entre el dolor y el placer.

No me puedo mover, no puedo defenderme. Precisamente eso me pone tanto. Tampoco querría que pararas. Me gusta. Puedo aguantarlo. De hecho, sentirme tan tuya, sometida a ti y tu voluntad me humedece hasta límites insospechados.

Tu voz en mi oído, recordándome que soy tuya, que soy tu puta, que tú eres quien manda, me moja aún más si es que es posible.

Aún estás vestido. Das la vuelta a la mesa, te pones frente a mí. Abres con parsimonia el pantalón, sacas tu polla poco a poco. Que estarías excitado ya lo imaginaba pero no tanto. Literalmente, mi coño es un manantial del que me encantaría que bebieras pero sé que hoy es tu día, que sólo nos vamos a dedicar a tu placer. Pones la polla en mi boca, tus manos sobre mi cabeza y la empujas hasta el fondo de mi boca. Mi libertad de movimientos es limitada así que sólo puedo dejarme hacer. No me resisto. Al revés, disfruto de la situación.

Te inclinas hacia delante, dejas tu polla dentro de mi boca sin moverla y azotas mi culo de nuevo con menos precisión pero más intensidad. Mis gemidos son sólo sonidos que se oyen distorsionados por tu polla en mi boca.

La sacas. La tienes tan dura que podrías correrte si quisieras pero no quieres. Todavía no.

Te pones detrás de mí. Tengo las piernas abiertas así que no puedo disimular la humedad que ha empezado a mojar la parte interior de mis muslos. Con la palma de la mano abierta y hacia arriba, la pones sobre mi coño. Lo haces porque sabes que ese gesto me pone putísima. Y a la vez, nuevos azotes caen sobre mi culo mientras dices "estás mojada como una perra".

Restriegas la humedad de mi coño por tu polla, loa pones en la entrada de mi coño y embistes con fuerza, sin miramientos, sin preocuparte nada más que por usarme, por hacerme sentir tu poder, tu posesión sobre mí. Cada embestida es un "eres mía" que expresas sin palabras.

Mientras me follas, sigues dándome azotes, cada vez desde un lado.

Estoy a punto de correrme y lo sabes así que te apartas de mí y yo, atada, no puedo llevar mis caderas hacia ti, no puedo alargar el momento de tu despedida. No suplico, sé que no serviría de nada. Apuntas a mi culo, entras despacio pero sin parar. Noto mi culo abriéndose, haciendo hueco a la barra de duro metal que me parece tu polla.

Me usas. Me encanta. Precisamente eso quería. Ser tu zorra, sentirme así.

Me tienes allí, puedes usar mi boca, mi coño, mi culo, hacer conmigo lo que quieras.

Eso haces. Follarme hasta que no puedes más y derramas tu leche en mí...

Te sientas, exhausto mientras me dejas allí, atada, se me ve tan guapa, tan vulnerable que te gusta observarme así.

Finalmente me desatas no sin darme un par de azotes más que hacen que mi excitación suba de nuevo varios grados. Y me regalas un orgasmo con tu lengua que me compensa la espera para llegar al clímax.

Tú pones la mesa. Yo la cuerda. Qué te parece la idea?

5 comentarios:

  1. Yo pongo la mesa, tú la cuerda pero me da que nos sigue faltando algo, ahora no caigo.

    Ja, ja estupendo plan de viernes y eso que yo soy de las que suelen devolver las tortas.

    Besos

    ResponderEliminar
  2. Nos faltaría algo. Pero lo mismo podíamos cambiar el guión y adaptarlo a las circunstancias.
    Jaja.

    ResponderEliminar
  3. Muy excitante.

    Ahora estoy en la oficina y no tengo ninguna cuerda. Quizá como mucho el cable del ordenador.

    ¿Serviría?

    En mi imaginación sí está sirviendo.

    Felicidades por el relato.

    ResponderEliminar
  4. Tristán,
    para mí que serviría.
    Así que tú pones la mesa y el cable, yo no llevo nada no? Jajaja.

    ResponderEliminar
  5. El máldito y deliciosos límite entre el dolor y el placer, que rabia dá, no tener una cuerda y una mesa a mano (y algo que atar) jejejeje

    un beso atado !!

    ResponderEliminar

Susurra lo que te apetezca...