jueves, 31 de diciembre de 2009

Feliz año!

Se acaba el año.
Empieza uno nuevo.

Feliz año y bla, bla, bla, todo eso que se suele decir.


Yo hago balance y la verdad es que no me puedo quejar. Con pedir que este año sea igual de bueno me puedo dar con un canto en los dientes.


Este año han pasado miles de cosas, diría que cada segundo lo he vivido con intensidad.

Ha habido momentos en los que la felicidad me ha invadido de tal manera que podía haber explotado. He reído, he gemido, he disfrutado, he sido feliz, me he sentido querida, dichosa, especial, halagada. He sentido, he saboreado, le he sacado jugo a la vida.


A veces he tropezado. Pero no he llegado a caer. Dicen que quien tropieza y no cae, adelanta camino.

Ha habido bajones, decepciones, traiciones, puñaladas, desengaños pero ¿quién no los tiene?. Eso hace más fuerte y ayuda a separar el trigo de la paja.


Sobre todo, me encantaría empezar el año agradeciendo a un montón de personas que me hacen el día a día más fácil, más ameno, más feliz, más llevadero.

A buenos amigos, a conocidos virtuales, a romances pasajeros o a compañeros de cama. A los que me arrancan una sonrisa, a los que me abrazan aunque sea de lejos cuando tengo un mal día, a los que siempre están ahí, a los que me han hecho disfrutar, gemir, llorar de ilusión. A los que hacen, en fin, que la vida tenga sentido.


Y espero que ellos puedan decir que reciben de mí tanto como yo de ellos.


Feliz año a todos!

Por qué es lo más difícil lo que más me apetece?

Tengo la agenda llena de compromisos, no tengo tiempo ni de limarme las uñas, voy corriendo a todos sitios, el teléfono suena incensantemente.
Esta época siempre es así.


Me siento querida, soy feliz, paso muy buenos ratos.

Hay épocas de sequía y épocas de bonanza. Yo ahora mismo no me puedo quejar.

Pero justo quien más me apetece tener, es al que más me cuesta conseguir.
Ya dudo de si me apetece precisamente por esa razón.

sábado, 26 de diciembre de 2009

24

Hay números primos, enteros, negativos, rojos, redondos, de la suerte.
Y hay un número que es mágico. El 24.
Si además ese número mide la longitud de una de mis zonas preferidas del cuerpo, entonces el 24 es especial, sin duda.

Porque a ver, el 16 es un número mono.
17 es divertido.
18 es bonito.
Pero 24...ufff, es otra liga.

Una polla de 24 cms, ligeramente curvada hacia la izquierda, con un tono especial, durísima y con un dueño que sabe usarla muyy bien.
Si a eso le añadimos unos ojos color miel, una sonrisa bonita, muchas experiencias por el mundo y una simpatía desbordante, el conjunto está de vicio, para relamerse y nunca mejor dicho.

Y yo no lo sabía. No sabía qué me iba a encontrar al desabrochar el pantalón. Pero cuando lo ví, supe que iba a ser una buena noche. Me sorprendió pero fue, sin duda, una grata sorpresa.

Nunca había visto algo así. Grandes sí pero nunca como ésta. En la boca no tenía sitio para ella entera. Pero mi coño la acogió con ganas, rodeándola entera, disfrutando del placer de tener 24 centímetros de vicio y lujuria dentro de mí. La sensación de notar cómo se abría camino, cómo se acoplaba a mi cuerpo, cómo crecía y cómo explotaba fue indescriptible.
Sentarme sobre ella, notar cómo se deslizaba poco a poco en mi interior, ir dejándome caer y notar que aún falta un poco, ir despacito, seguir y por fin sentirla entera dentro. Qué gustazo!
El placer es inmenso, la experiencia es distinta, la sensación es mucho más intensa, el gusto que provoca es diferente, constante, enorme. Mmmm.

Y a todas las que dicen que el tamaño no importa, me reafirmo después de esta experiencia. Sí importa. Y mucho. Y a quien no me crea, le invito a probar y luego opinar.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

5D

Corre el rumor, existe la creencia de que las mujeres no decimos lo que pensamos.

Que cuando decimos que no, estamos en realidad deseando que sea que sí (eso alegan los violadores en los juicios al menos).
Que jugamos al despiste.

No es mi caso.
Yo cuando digo sí quiero decir sí.
Cuando digo no quiero decir no.
A veces peco de poco diplomática pero nunca me podrán acusar de no decir lo que pienso.

A cambio conozco a unos cuantos del sexo masculino que yo llamo los 5D. Donde Dije Digo, Digo Diego.
Que sí, que no, que ahora cambio de opinión, que me lo he pensado mejor, que yo me refería a otra cosa, que quería decir lo contrario de lo que dije. Bla, bla, bla.

El problema es que yo pierdo la motivación, el interés, las ganas. Y me enfrío.

Cuando el metro llega y tú estás en el andén, te montas.
Si llegas 10 segundos más tarde, te toca esperar al siguiente metro.
Pero ni el metro espera a que tú llegues ni da marcha atrás cuando apareces por el andén.
Y si tienes la mala suerte de que era el último metro, esa noche te toca andar hasta casa y acostarte con el frío metido en los huesos. O no?

Pues eso.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Cicatrices

No suelo ser una persona melancólica. No me gusta estar triste.
Y prefiero siempre mirar hacia delante y no hacia atrás.
Las decisiones tomadas fueron las que en su momento me parecieron las correctas.
Recrearse en fantasear con la situación si la decisión hubiera sido otra es soñar, perder el contacto con la realidad, dejar que la vida te pase por al lado mientras tú pierdes el tiempo en quimeras.

Cada ruptura, cada fracaso, cada paso en falso deja su pequeña cicatriz tras la herida.
Unos las cubren con vendas que se ven a primera vista. Buscan consuelo en los demás.
Otros dejan que se infecten. Hasta que derivan en otro problema peor.
Y yo la curo pero la guardo bajo la ropa. Sólo la ven algunos.
Mostrar debilidad suele hacerte en general más débil y más vulnerable. No es mi estilo.

Tengo una cicatriz que es muy antigua. De hecho ya ni se marca en la piel.
Poco me acuerdo ya de ella aunque fue una de las cicatrices que más dolió.

Pero hoy, volviendo a casa, bajo la nieve, ha sucedido algo. Una tontería en realidad pero mi memoria me ha jugado una mala pasada, ha hecho una de esas asociaciones de recuerdos que te joden.
Y me he acordado de él, de cuando aún éramos super felices, de cuando todo iba bien.
Os podría mentir, decir que ha durado un momento. Pero a mí misma no puedo mentirme, no, he seguido andando y las lágrimas me resbalaban por las mejillas y no podía hacer nada por pararlas. La cicatriz se ha abierto, ha sangrado de nuevo.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Mi juego, mis reglas

Hoy me apetece jugar.
Pero no a cualquier cosa, no.
Hoy quiero que a la hora de la comida te quedes en el despacho, solo.
Voy a ir a verte.
Pero sólo vamos a jugar con mis reglas. Cierro la puerta por dentro para que no pueda entrar nadie.
Quédate sentado. He traído dos cinturones. Te ato las muñecas a los brazos de la silla.
Te abro el pantalón, bueno sólo la cremallera y te saco la polla. Aún está tranquila.
Aparto tu silla un poco de la mesa. Me reclino en la mesa y cruzo un tobillo sobre el otro. Te miro. Comienzo a desabrocharme la blusa con una lentitud exasperante.
Asoma el canalillo, ese desfiladero estrecho que lleva a dos picos dignos de escalar. Y el borde del sujetador de encaje.
Cojo las esquinas de mi falda y la subo. Dejo a la vista las medias hasta el muslo y adivinas el tanga entre mis piernas.
Me miras fijamente y eso me encanta. Tu polla ya está cobrando vida.


Subo mis pies a los brazos de tu silla. Ahora mismo estoy enfrente de ti, abierta de piernas, sin que puedas moverte.
Mis manos apartan el tanga y del bolso saco un vibrador. Sigues mirándome fijamente, ahora con los ojos mucho más abiertos.
Mi mano aparta mi tanga con destreza.
Pongo el vibrador en marcha, lo acerco a mi coño, lo paseo por mi clítoris.
Me tienes tan cerca! Pero no puedes hacer nada. Ufff, me encanta ver cómo crece tu polla.
Lo paso entre mis labios que se abren, húmedos, y lo voy metiendo poco a poco. Lo muevo dentro de mí.
Están tan guapo así, excitado, impotente, observando como un depredador observa a su presa. Pero ya te he dicho que hoy jugamos con mis reglas.
Sigo moviéndolo. Lo saco. Lo acerco a tu boca, está tan cerca que hueles mi deseo pero justo cuando intentas acercarte, lo aparto y lo lamo yo, mirándote con lascivia, como si quisiera dejarte claro lo que te estás perdiendo.
Tu polla es una roca, tu mirada es felina, tu respiración entrecortada. No dices nada porque sabes que de nada serviría suplicarme que te suelte.
Vuelvo a meterlo dentro de mí pero esta vez lo muevo rápida y certeramente.
Mi pecho se hincha con cada suspiro ahogado que sale de mi garganta.
Los pezones se me marcan a través de la blusa.
Los dedos de mis pies se contraen, mi espalda se arquea, echo la cabeza atrás, me tiembla el abdomen, me corro gimiendo y sin apartar mi vista de ti.
No me hace falta mirar tu polla para saber cómo está.
Me levanto, me acerco a ti, paso mi pezón por tus labios.
Me agacho y sin mediar palabra me meto toda tu polla en la boca, entera. Mis manos cogiendo las tuyas que me presionan en señal de placer. Tus gemidos intentan ser discretos pero no lo consiguen.
Me doy la vuelta. De espaldas a ti, levanto mi falda de nuevo, me siento sobre tu polla. Y cogiéndome con las manos al borde de la mesa, subo y bajo sobre tu polla, con las piernas juntas para hacer el camino más estrecho, más acogedor, más intenso.
Te oigo detrás de mí, te noto duro dentro, el despacho entero huele a sexo.
Me muevo más y más, deprisa, sin parar hasta que noto cómo te corres de forma voluptuosa, desbordante.
Me giro, me agacho y limpio tu polla, relamo las últimas pruebas del placer que reposan sobre tu capullo.
Te suelto las muñecas, te beso en el cuello y te susurro al oído: "Me gusta jugar con mis reglas".

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Ahora ya no

Cada uno tiene una parte de sí mismo que no enseña a todos. Esa parte vulnerable, esos secretos tan míos, esa debilidad por ciertas cosas. No lo muestro por nada sino porque hay niveles a los que hay que ganarse el acceso.

Y llegaste tú. Con esa carita, ese cuerpecito (o cuerpazo) y esas palabras que suenan tan bien al oído.

Mi parte mala, el demonio que se me pone en el hombro y que siempre acierta(ahora que lo pienso creo que el otro hombro siempre ha estado vacío, nunca he visto al ángel ése bueno, jejeje), diciéndome que eran palabras vacías, que era una fachada, que no me fiara.

Aunque no me fié de tus palabras, en eso le daba la razón a mi demonio, sí que bajé la guardia. Porque te abrías a mí, porque te comportabas conmigo como yo sabía que no eras con otras personas.

Así que abrí un poquito la coraza, te mostré cosas de mí que llevaban tiempo escondidas.
ENORME ERROR.

Porque eras como una sabandija esperando a chuparme la sangre, una persona de ésas que esconde la propia inseguridad a costa de aprovecharse de los demás.

Y ahí empezó todo a ir mal.

Siempre te ha gustado que te vayan detrás.

Que te llamen, que te busquen, que te supliquen.

Yo, en un principio, e ignorando los avisos de mi demonio, me comporté contigo como con todos. Invertí tanto esfuerzo como creí que sería recompensado. Te llamé cuando me apetecía hablar contigo. Y te propuse lo que quería que hiciéramos.


Como ya sabías mis puntos débiles, como ya sabías mis secretos, como ya me tenías ganada, ibas de duro. De arrogante. De pagado de ti mismo.
Cogías el teléfono una de 3 veces, devolvías la llamada una semana más tarde, jugabas a hacerte el interesante.

Sí, estás bueno. Sí, eres majo. Sí, me caes muy bien.

Pero no tanto, chaval.

Ese jueguecito funciona con las media-neurona que conoces en los bares, con las tías que trabajan de dependientas en Bershka, con las que cargan con el complejo de "masocas que buscan un chulo que las haga llorar".

Pero conmigo no. Si lo quieres, aquí está, si no, ahí está la puerta. Otra cosa no, pero tengo las ideas muy claras, sé lo que quiero, cómo y cuándo.
Tuve un momento de poca lucidez, te dí más confianza de la que merecías pero de ahí a volverme ciega, no. Fue un estadio pasajero. Y eso es lo que más parece joderte.

Si hubieras aprovechado, hubieras podido tener casi todo. Estuviste tannnn cerca, lo tocaste con la punta de los dedos, llegaste donde muchos ni siquiera sabían que esa parte era aún un trozo de mí. Pero la cagaste.

Ahora, cuando ya paso, cuando has conseguido serme indiferente (eso es lo peor que te puede pasar conmigo), cuando me he cansado de tus bobadas de niño de guardería, ahora, vuelves.

Porque debe ser que lo normal es que te sigan llamando, persiguiéndote.
Ahora eres tú quien llama. Quien escribe.
Pero no te cojo no porque me quiera hacer la interesante sino porque no me mereces la pena.
No te respondo porque creo que ya te dejé todo claro una vez.
Los juegos del ratón y el gato están bien, pero en la cama.
Y tonterías, las mínimas. Que no tengo ni tiempo ni ganas.

Y como sé que de vez en cuando lees el blog, espero que ya haya quedado todo claro.

Ya te dije una vez que a quien borro de mi lista, no vuelve a entrar.

Que te vaya bonito. Una pena lo que pudo ser y se quedó en agua de borrajas.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Dúchate conmigo

Dúchate conmigo.

Quiero sentir cómo cae el agua por nuestra piel. Abrir el grifo y que millones de gotas se posen sobre tu epidermis y resbalen por ella.
Mis manos sguirán el camino que marcan las gotas deslizándose por tu cuerpo desde tu cuello y tus hombros hasta tu pecho, tu ombligo, tu pubis, tus huevos, tus muslos, tus rodillas y tus pies.

Déjame que te enjabone como si fueras un niño pequeño. Alternando las caricias de las yemas de mis dedos con el roce furtivo de mis uñas.
Llenaré tu cuerpo de espuma, extenderé el jabón por cada rincón, no olvidaré ninguno.
Y con la mano escurridiza, jugar con tu polla. Ponerla dura poco a poco, en cada movimiento de mi muñeca. No parar hasta tenerte duro, imponente, nervioso.

Si me dejas, te aclararé, con agua caliente, quitándote todo el jabón a la par que mis labios te llenan de húmedos besos. Recorreré tu espalda y rodeándote por detrás, acariciaré tu abdomen mientras mi pecho se aprieta contra tu espalda y mis manos bajan buscando tu polla que no ha perdido aún ni un ápice de la dureza que tenía hace unos minutos.

Luego me enjabonaré para ti. Vas a ver mis pezones duros, mis manos mojadas perdiéndose allí donde suelo mojarme cuando estás cerca. Quiero portarme mal. Pretendo que no puedas evitar observarme y tocarte, acariciarte, para mí, porque sabes que me gusta verte.

Después me giraré, me inclinaré hacia delante y me ofreceré a ti. Con las manos sobre los azulejos de la pared, el culo sobresaliendo, la espalda arqueada y las piernas separadas. Entra en mí, lléname, comparte tu dureza conmigo.

Cógeme fuerte de las caderas, embiste mientras oyes el "chof chof" de la humedad de nuestros cuerpos e inúndame. Deja que tu tibia leche viscosa se derrame en mí. O no, aún mejor, ponme de rodillas y deja que los chorros de deseo aterricen en mi cara y mis labios mientras las rodillas te tiemblan y jadeas excitado.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Seguro que no vienes?

Si no quieres, no vengas.
No te voy a insistir.

Pero sí voy a decirte lo que te pierdes si no vienes.
Te vas a perder cómo dejo que mi vestido caiga al suelo y cómo deslizo los tirantes de mi sujetador con extrema delicadeza por mis hombros, deleitándome en el tacto de la seda.
Si no vienes no vas a poder ver cómo te miro, esa cara que es una mezcla entre la dulce niña que aparento ser y la pícara putita que me haces que sea.
No voy a poder dedicarte ninguno de mis gestos, enredar mis rizos entre mis dedos mientras te hablo juguetona ni voy a poder morderme el labio.

Dices que no vienes? Seguro?
Entonces no me vas a dejar que me desnude despacio, que me ponga de espaldas a ti y baje mi tanga mientras llega hasta ti el olor a deseo que desprendo.
Ni voy a poder pasarme toda la cena jugando a excitarte, preparándote para que después estés tan cachondo que no me de tiempo a nada antes de que me desnudes con furia y me bebas con el ansia de quien está sediento.

Es una pena que no vengas porque entonces voy a tener las esposas y los demás juguetitos ahí muertos de risa toda la noche. No vas a poder ponerme las esposas, penetrarme mientras uno de los juguetes ocupa el otro sitio libre.

Vale, no vienes.
Así que me echaré en la cama y me tocaré fantaseando con que estás ahí, mirándome, viendo cómo mis dedos se pierden donde el deseo tiene su morada.

Te vas a perder cómo las yemas de mis dedos recorren el contorno de mis tetas y acaban en mis pezones oscuros. Los soplaré con mis labios suavemente para que la brisa los endurezca.
No podrás mirarme desde la distancia y tocarte disfrutando del espectáculo.
Ni acercarte deprisa, en un arrebato y coger mis manos para sustituirlas por alguna parte de ti, la que me quieras dar.

Si no vienes, me dejas con las ganas.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Mi ginecóloga

Voy a la misma consulta ginecológica desde hace unos cuantos años.

Primero tenía una ginecóloga que tenía complejo de profesora a juzgar por las largas explicaciones que me daba acerca de preguntas que yo no formulaba.

Esa ginecóloga cede/vende/traspasa (lo que sea) la consulta a otra. Una de treinta y pocos mona pero con ser pinta de la empollona de su promoción.


1ª visita:
Entro, se presenta, me dice que es la nueva ginecóloga. Todo normal.
Me inspecciona, lo típico de una consulta ginecológica.
Le comento que tengo un bulto en el pecho desde hace muchos años y que me controlo por si crece. Me dice que me vista de cintura para abajo y me desnude de cintura para arriba.
Salgo, se me queda mirando fijamente las tetas durante un intervalo que se torna incómodo por lo largo y me suelta: "Qué pecho más bonito!". Yo, sin saber muy bien qué decir, sonrío y agradezco el cumplido. Menos mal que me tomo las cosas con humor.

2ª visita:
Entro, se presenta de nuevo, le digo que ya la conozco, que ya he estado otra vez allí.
"Ah, es que viene tanta gente al día..." - se disculpa.
Me inspecciona mientras me habla de la nueva decoración de la consulta.
El mismo procedimiento y cuando me desnudo de cintura para arriba, me mira fugazmente, sonríe y dice: "Ah, ahora ya me acuerdo de ti". Jajajajaja.
Tenía una mirada de deseo que no sabría definir pero que no dejaba lugar a dudas.

4ª visita:
Se empeña en explicarme en la práctica la mejor manera de palparse los pechos. Sus manos repiten el movimiento una y otra vez. Temo que las desgaste por el roce.

6ª visita (hace un par de días):
Me hace una ecografía de la teta derecha para medir el bulto de nuevo. Cada vez que pasa la cosa ésa (no sé cómo se llama) por mi teta su dedo meñique roza mi pezón (no sé si intencionadamente o no) que está durísimo por cierto porque el gel ése que te echan está más frío que recién sacado del congelador.

Próxima visita:
Estoy por proponerle que se suelte la melena y que se apunte a un trío. Jajajaja. Ya sólo nos falta encontrar a uno que nos ponga a las dos y participe. Aunque creo que ella va a estar más ocupada con cierta parte de mi anatomía.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Otro año

Otro año más. Me añado uno. Eso dice mi DNI al menos desde hace unas semanas.
Y me doy cuenta de que el tiempo pasa muy deprisa. Que hay que aprovecharlo.
Así que me he hecho el propósito de no perderlo.

No quiero perder el tiempo en atascos, ni poner lavadoras, no quiero conversaciones de ascensor para rellenar los minutos, no quiero saber de nada de los que tienen la madurez de un niño de 3 años, no quiero discusiones de guardería.
No quiero ir a actos de compromiso, ni sonreír sin sentirlo.
No más prisas, no más agobios, no más tardes de domingo.
Nunca más una lágrima por quien no lo merece.
Nada de disgustos, paso de agobios en el curro, cero stress.
Quiero borrar los martes y los días nublados. Y los besos que no saben a nada.
Nada de escenitas, de lágrimas de cocodrilo, de palabras vacías aunque suenen muy bien, de tardes esperándote.
No más caras de lunes ni síes que quieren decir no, no más caricias que escuecen la piel.
Quiero olvidarme de tus adulaciones futiles, de sentir la cama vacía aunque no duerma sola, de tus ojos mirándome y mintiéndome con descaro.
No más miel con limón para el dolor de garganta ni polvos que te dejan indiferente.
No quiero hablar con contestadores automáticos ni sufrir por lo que no puedo cambiar.
No consentiré más reproches, no quiero comer acelgas por muy sanas que sean, no quiero madrugones, no quiero torpes en mi cama.


Quiero aprovechar el tiempo. Disfrutarlo.
Quiero besos con sabor a coca-cola. Noches de pasión.
Quiero amaneceres en la playa y reírme con quien merece la pena.
Prefiero invertir el tiempo en perderme en callejones de ciudades que llevarán siempre tu nombre, sentir frío en la cara y calor en el cuerpo.
Beber champagne mientras me desnudas despacio y mirarte cuando explotes dentro de mí.
Compraré acciones de la playa que no quiero que nadie descubra porque es tuya y mía.
Quiero cumplir mis fantasías, que los sueños dejen de serlo porque se han hecho realidad, quiero caricias furtivas, sexo desenfrenado, días en una cama donde el tiempo se mida en orgasmos.
Me pido ser feliz, despertarme contigo y que no haya nubes, paseos bajo la lluvia, noches interminables, poder siempre elegir y decidir lo que yo quiero.

Deseo hacer un trío, probar nuevas experiencias, jugar con la arena entre mis pies y fumar un cigarro en la ventana de noche mientras oigo la ciudad en paz, dormida, llena de luces.
De regalo, un reloj que se pare cuando estoy a gusto, cuando las sábanas son el único testigo mudo de nuestros cuerpos enzarzados, que corra cuando esté deseando verte y que no exista cuando me haces reír o gemir.
Quiero viajar allí donde nunca imaginé que podría ir, darme baños con espuma y que me den masajes relajantes.
Anhelo vaciar la lista de cosas pendientes de probar y llenarla de nuevo de otras que sean un nuevo reto.
Quiero llenarme la nariz del olor del verano mientras tomo una copa en una terraza bien acompañada. Pasar de lo que dicen y hacer lo que me apetece.
Jugar con la nieve, llorar de risa, estremecerme con tus caricias, temblar con tu polla, saborear tu leche, cabalgar sobre ti durante horas mientras la ciudad duerme, perderme en sitios prohibidos para disfrutar de placeres robados.

Sobre todo, disfrutar cada segundo, no perder ni uno, vivir el presente, sentir cada momento como irrepetible y no desperdiciar ni un minuto en tonterías.
No vivir momentos inolvidables sino hacer que cada momento lo sea.





martes, 10 de noviembre de 2009

En silencio

Es la hora de las pérdidas. De los desmembramientos.
Del último bar hemos salido 10. 8 íbamos a ir al bar siguiente pero sólo 6 nos hemos puesto en camino. Quedamos 5 porque uno se ha quedado hablando con una conocida. Hacemos una cola que parece que en el bar regalaran las copas y perdemos a otro más en la entrada. Entramos 4 del grupo inicial de 10.

La música está altísima. Yo tengo poca voz ya a estas horas. Me pido la que de verdad espero que sea la última copa. Me río, escucho, hablo poco. Lo estoy pasando bien. Muy bien.

Voy al servicio. Veo los estragos de la falta de sueño en mi cara. Pero aún así los ojos me brillan, destellan, muestran lo feliz que soy. Porque lo del otro día no cuenta, porque es mejor olvidarse lo antes posible de según qué cosas...Así que me miro y a pesar del cansancio luchando por colarse en mi rostro e instalarse allí, mis ojos desmienten lo obvio y brillan con luz propia. Me gusto y me gusta lo que transmiten mis ojos.

Por un momento, soy consciente de lo patético de la situación. Estoy en un bar bien entrada la noche, mirándome en el espejo del baño de tías fascinada por el brillo de mis ojos...jajajajaja.Qué malo es el alcohol!

Salgo del baño aún sonriendo. Giro la cabeza a la derecha y allí está. Plantado como un Adonis con la espalda apoyada en la pared. Estoy tan cerca de él que nuestros brazos casi se rozan. Y me mira. Juego su juego, no retiro la mirada. Sonreímos a la vez.
El momento tiene magia. Temo que salga su novia del baño y nos corte el rollo.

Me alejo un poco, voy hacia la barra donde están mis amigos. Intento no pensar en su mirada aún abrasándome por dentro. Giro la cabeza y me sigue mirando.
No sé si me está echando un pulso, no sé si pretende jugar a ver quién toma la iniciativa, pero no me apetece esperar.
Desando el camino hacia él. Me acerco a su oído para no tener que forzar la voz mientras poso mi mano en su hombro y dejo que mi pecho le roce fugazmente. "Qué guapo eres, no?".
Sonríe echando la cabeza hacia atrás, dejando indefenso el cuello que tanto me gustaría morder ahora mismo.

La verdad, ahora que lo pienso, no sé si se le podría definir como guapo. Era muy atractivo, era interesante, tenía una mirada profunda y un cuerpo fibroso pero no entraba en el canon al uso de guapo.

Me acabo la que iba a ser la última copa hablando con él. Me tomo la que definitivamente va a ser la última, eso seguro, lo prometo.
Mientras pedimos la última, me coloco detrás y me fijo en su culo. Mmm.

Sus brazos me rodean, sus labios inician una danza sobre mi cuello. Se me eriza el vello.

Entre sorbos de alcohol y miradas que dicen todo sin abrir la boca, me estoy poniendo muy cachonda. Mis manos se pierden un momento debajo de su camiseta, rozo los músculos duros de su abdomen, sus manos me sujetan y rodean allá donde se acaba la cintura y empieza la curva de mi culo.

La copa está fría por fuera. Dentro yacen los hielos derretidos por el fuego que emanamos. Pasa sus dedos por el frío cristal y los desliza de mi cuello al nacimiento de mi escote. Ardo por dentro en un fuego que me impele a no esperar más.


Nos ponemos las cazadoras. Salimos del bar. En la primera calle donde reina la oscuridad doblo y apoyándole sobre un coche le como a besos. Froto mi ingle con la suya, siento sus gemidos suaves. Los besos se tornan más lascivos, más sucios, más intensos.

De mis entrañas mana humedad. Rozo el orgasmo allí, de pie, mientras sus manos acarician mis más que duros pezones sobre la ropa. Me está volviendo loca.

Nos montamos en un taxi. No puedo dejar de acariciar su polla sobre el pantalón. Guardo la compostura para no abrir la cremallera y dar rienda suelta a mis más bajos instintos.

Subimos. Sólo hay una condición: no podemos hacer ruido, no vive solo.
Me quito los zapatos. Entramos discretos pero en cada rincón del pasillo paramos para besarnos y meternos mano como dos adolescentes que saben que queda poco para probarse, para sorber el placer del otro.

Cerramos la puerta de la habitación. Nos falta tiempo para quitarnos la ropa.
No estamos cachondos, estamos en un nivel superior. Estoy tan puta que cada roce me estremece. Las hormonas bailan al son de sus dedos. Me mojo más cuando me mira. Se me endurecen los pezones cuando le veo así de cachondo.

Tiene su morbo no poder hablar, no poder decir nada, no poder gemir a pesar de desearlo, a pesar del jadeo que nace en mis entrañas y se apaga irremediablemente cuando llega a la punta de mi lengua. Nos excitamos con miradas, con gestos, con el cuerpo. Los ojos hablan por nosotros. Tenemos un lenguaje propio. Entornar los ojos, abrirlos desmesuradamente, dejar caer los párpados, respirar hondo hinchando el pecho, morderse el labio, resoplar sin ruido, una mirada profunda y directa, todo eso conforma el idioma en el que nos transmitimos sensaciones.

El ansia nos corroe pero él consigue la mezcla perfecta de delicadeza y emputecimiento. Me muerdo el brazo para no gemir porque sus caricias en mis tetas me van a provocar un orgasmo. He llegado a tal punto de excitación que no necesito que me toque más allá.
El cabrón lo sabe. Y para. Me deja de nuevo como en el callejón, al borde de un orgasmo que parece que no va a llegar nunca porque él consigue siempre alejarlo distrayéndome con otra cosa.

Cojo su polla. Está durísima. Firme. Noto cómo la sangre corre por la vena que la recorre. El capullo reluce con las primeras gotas que se escapan. Quiero probarla, empacharme de ella. Le tumbo en la cama y saco todo lo que llevo acumulado. No me veo pero imagino mi cara, puro reflejo de la lascivia que me invade. Paseo mi lengua por su capullo, despacio, ahora te toca sufrir a ti. La ensalivo, me gusta cuando se desliza con facilidad, relamo, chupo, succiono, pongo mi lengua dura y la muevo con rapidez sobre la zona donde se une el capullo y la piel que sube y baja. La engullo profundamente, muevo la cabeza, no dejo de mirarle. No puede decir nada pero aprieta los puños y tensa el cuerpo mientras su cabeza cae hacia un lado y suspira. Mmmm.

Se incorpora y me tumba junto a él. Me susurra al oído: "ahora te vas a enterar...que sepas que lo que más me gusta en el mundo es comer el coño". Ole, ole y ole!
Tú mismo...soy toda tuya.
No se conforma con provocarme un orgasmo. Quiere dos. Y yo me dejo en el brazo la marca de mis dientes para amortiguar los gritos que luchan por salir de mi boca y extenderse por el vecindario.

Luego, aún con la neblina en mis ojos del ultimo orgasmo, aún con la piel de gallina y aún con el cuerpo tembloroso, me sienta sobre él, coloco mis manos sobre su pecho y me muevo, a veces en círculos, a veces arriba y abajo, a veces atrás y hacia delante hasta que me recorre de nuevo una oleada de placer que me deja por unos segundos sin aliento, sin fuerzas. Pero me sigo moviendo porque sus ojos me lo piden, porque su polla dentro de mí me dice que quiere más, que no pare, así que mis caderas obedecen, impulsan de nuevo mi cuerpo y acabamos en un orgasmo casi a la vez. No podemos gemir, no podemos jadear pero eso creo que sólo consigue que la tensión que no podemos expulsar en forma de voz se transforme en un placer aún mayor. Todas las terminaciones nerviosas de mi coño notan sus palpitaciones. Él me mira con esa cara tierna de niño satisfecho que a veces queda después de tanto deseo reprimido durante horas. Fuera es de día pero no tengo ninguna prisa por irme. Aún no.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Busco inquilino

(Leí el otro día que ahora se ha puesto de moda el sexo a cambio del alquiler. Un inquilino que ofrece sexo a cambio de no pagar el alquiler, no es mala idea así que aquí va mi anuncio, jajaja).

Ofrezco:
Piso de 110 m2, luminoso, céntrico. Habitación amplia con vistas a un jardín. Amueblado o sin amueblar a elección del inquilino. Asistento que se ocupa de la limpieza y plancha. Calefacción individual, salón con chimenea, bien comunicado, tranquilo y con plaza de garaje.
Incluidos gastos de comunidad, agua, luz, teléfono e internet a mi cargo.

Busco:
Inquilino con buena apariencia, de no más de 35 años. Que le gusten los animales.
Dispuesto a compensar el precio del alquiler con noches de sexo.
Se pide dilatada experiencia en el sexo oral y sería conveniente que tuviera una lengua fuerte e incansable capaz de hacer piruetas en forma de placer.
No debe acostarse demasiado pronto y ser activo sexualmente por las noches.
Es imprescindible tener dedos hábiles y rápidos, estar dispuesto a cambiar el rol y dejarse hacer o tomar la iniciativa según el día y el humor de la propietaria del piso y disponer al menos de 15 cms de lujuria.
Sin ser imprescindible, se consideraría como plus que supiera dar masajes y tuviera conocimientos del sexo tántrico.
Se hace especial mención a pesar de la obviedad que ha de ser alguien con un alto potencial sexual, experiencia, pasión por el morbo, una desbordante imaginación y que aguante al menos dos asaltos.

El contrato incluiría 2-3 sesiones semanales de sexo sin compromiso. Se establecería un examen previo de admisión al inquilino y un periodo de prueba de una semana superada la cual el contrato sería por el plazo de un año automáticamente renovable si media acuerdo de ambas partes.
Todos los demás extremos serían negociables.
Si el inquilino tiene pareja, se podría estudiar la realización de un trío sin perjuicio de que la arrendataria tenga prioridad absoluta en los días establecidos, en los coloquialmente llamados "días de pago de alquiler".

Y bueno, el que esté interesado que envíe CV. Jajaja.

viernes, 30 de octubre de 2009

Profesiones

Una vez estuve con un bombero.
3 minutos de calentamiento, un polvo de dos golpes de cadera.
Pensé: "bueno, esto ha sido un simulacro, ahora vendrá a apagar el fuego". Pero nada.

Luego estuve con un abogado.
Bajó, inspeccionó el terreno, un par de lametones en la ingle y a otra cosa.
Pensé: "ésta es la fase preparatoria para el juicio oral que vendrá después..." Pero nada.

Después estuve con uno que le gustaba cazar.
Mucho ruido y pocas nueces.
Pensé: "esto han sido sólo unas balas de fogueo pero ahora viene el disparo certero". Nada.

También estuve con un pintor.
No se corría ni a la de 3.
Pensé: "tiene la brocha en remojo pero luego vendrá la manita de pintura". Pues no.

Además estuve con un informático.
Después de un polvo record de medio segundo, prometió que enseguida follábamos de nuevo.
Pensé: "está actualizando pero enseguida se vuelve a cargar la página de inicio". Resultó que no.

Estuve una época que no follaba con bomberos ni abogados ni gente que cazara ni pintores ni informáticos ni entrenadores ni economistas, ni arquitectos ni estudiantes, ni militares ni...

Hasta que de pronto descubrí que no, que no tenía que ver con la profesión. Que tiene que ver con la torpeza de algunos para el sexo. Y me he quitado un peso de encima.

lunes, 5 de octubre de 2009

Dormido

Siempre me duermo la primera y me despierto la última. Cuando me acuesto, tardo 1 minuto en dormirme y no me despierto nunca antes que tú.

Así que tampoco tengo muchas oportunidades de verte dormir.


Pero deberías ver lo mono que estás cuando duermes.

Tienes cara de felicidad, de tranquilidad.

Las yemas de mis dedos rozan tus mejillas. Bajan por tu cuerpo y recorren la piel desde el hombro hasta la rodilla.

Me pego a ti, acoplo la forma de mi cuerpo al tuyo. Mi pecho roza tu espalda, mi brazo rodea tu cuerpo, mi rodilla se dobla para estar dentro de la v que forma la tuya. Oigo tu respiración, aspiro tu olor, beso tu espalda.


Cada milímetro que me separa de tu cuerpo me parece una grieta que tengo que cerrar, nunca me parece demasiado cerca.

O me pongo delante de ti, coloco el culo en el hueco que deja tu cuerpo y me pego a ti, buscándote. Entre sueños tu mano rodea mi cintura. Enlazo mi mano con la tuya.

A veces la ternura que me inspiras en ese momento se convierte en un fuego que nace en mis entrañas y me impele a despertarte a besos, sacarte del sueño con caricias y acabar gimiendo bajito cuando nos dormimos de nuevo tras haber disfrutado juntos.

A veces, simplemente me quedo un rato observándote en la oscuridad. Tus rasgos, los movimientos de tu cuerpo al respirar profundamente, el tacto suave de tu piel.

Hoy me abrazo a ti. Y en ese momento, soy feliz. Muy feliz. No me falta nada más.

jueves, 1 de octubre de 2009

Duelo de placer

Abro la puerta. Ya noto que estoy mojada antes de abrirla.
Sé que al otro lado de la puerta tú estás igual, excitado, nervioso, impaciente.

Me miras. Te miro.
Nos sale un hola bajito, como si no tuviéramos fuerzas para decir hola más fuerte.

Entras como un vendaval, cierras la puerta con el pie. Me agarras de la cintura, me apoyas contra la pared al lado de la puerta.
Llevo un vestido, tacones, aún tengo la ropa del curro.
Me miras fijamente y me besas, saboreo tu boca, me deleito en los movimientos de tu lengua a la que imagino ya en otro sitio.
Te separas, me miras de nuevo. Esos ojos verdes me están dejando sin aliento.

Comienzas a desnudarme. El vestido cae al suelo, ante ti mis tetas suben y bajan al ritmo de mi respiración. Fijas tu mirada en ellas, me quitas el sujetador y mis tetas siguen en el mismo sitio pero más accesibles, con los pezones desafiándote a chuparlos, duros, oscuros, esperándote.
Tus manos dibujan la forma de mi cuerpo, bajan, rozan mi cintura, siguen la curvilínea forma de mis caderas y se detienen en mi muslo. Tu boca se desliza por mis pezones, baja por mi ombligo y se detiene un momento mientras te dejas caer de rodillas. Mis piernas se separan por instinto. Tus manos sujetan mis ingles, mmis muslos, se abren paso, se hacen camino para llegar más dentro, para que tu lengua alcance mi humedad. Y por fin siento tu aliento y pienso que la espera ha sido eterna, que casi nunca he deseado algo con tantas ganas.

No quiero correrme. Aún no.
Te quito la camiseta. Si dedicara un minuto a cada parte de tu cuerpo que me gusta tendríamos una hora llena de cosas que hacer. Mis manos acarician tu piel, mis uñas se deslizan suaves, en forma de leve caricia, de alas de mariposa sobre tu torso. Me gustan tus pezones pequeñitos, que no tengas pelo, que cada músculo se marque.
Mientras admiro tu cuerpo y beso tus hombros, desabrocho el cinturón, estoy impaciente por tocar con mi mano ese miembro duro que hace un momento presionaba contra mis caderas.

Ufff, es grande pero sobre todo es ancha y está dura, durísima, adivino que deseosa de un contacto directo.
Cuando la veo, delante de mis ojos, se me escapa un gemido de admiración. Ya no soy yo. Me he convertido en otra, soy alguien que se mueve por instintos, que se deja llevar. Abro la boca, rodeo tu capullo, la dejo entrar y me guío por tus jadeos, son lo mejor para saber qué te gusta, cuándo se acerca tu orgasmo.
Siento cómo crece y me enloquece.
Siento cómo palpita. Mi coño no podría estar más mojado.
Me pones muy puta. Pierdo el control, chupo como si en ello me fuera la vida, acaricio tus huevos con mi mano y te miro fijamente, quiero ver en tus ojos el reflejo del placer, la sombra del descontrol que te provoco.

No quiero que te corras. Aún no.
Así que te llevo a la cama. Te tumbo.
Mi mano rodea tu polla. Y sobre ti, la coloco entre mis labios, donde la humedad adquiere la categoría de reina madre. Entra, despacio, mientras te miro y tu mirada alterna entre mis ojos y mis tetas. La dejo entrar despacio, porque sé que te gusta así. Mi coño se abre, tu polla se abre camino, me llena.
Subo y bajo dejando que veas cómo brilla por la humedad al salir. Mis manos se apoyan en tu pecho. No puedo más. Me recorre una tormenta de gusto, mis sentidos se pelean por mirarte, olerte, oírte y sentirte. Pero mi voz es la que llena la habitación, mi humedad es la que inunda tus ingles y mi mirada se pierde incapaz de centrarse en un punto dejando que mis párpados se cierren después de abrirse un segundo como platos, incapaces de dar crédito a la oleada de placer que me sacude. Me tiembla el cuerpo. Me palpita el coño. Me estalla el corazón desbocado en la boca, en las sienes, en los pezones, en la entrepierna.

Recupero el control. Consigo moverme, aún alucinada por la sensación que me acaba de invadir. Me ocupo de ti. Te hago un sitio en mi boca de nuevo, saboreo mi propio flujo, mi esencia. Y no paro, lo hago lo mejor que sé, porque te lo has ganado, porque me apetece, porque no hay nada que desee más en este momento que tu leche en mi boca. Creces, estás enorme, el roce de tu capullo con mi paladar y mi lengua te hace jadear, tus ojos vidriosos, tu capullo palpitante y de repente, un torrente contenido escapa de tu polla, me llena la boca tu sabor y los oídos tus gemidos. No paro hasta que no queda rastro de la leche que creo haberme ganado, de mi premio.
Tu cabeza ha caído hacia un lado, tu cuerpo ha vuelto a relajarse y tu mirada recupera poco a poco el contacto con los objetos de la habitación.

Me tumbo a tu lado en una tregua pasajera, corta. Tu polla sigue dura. Mis manos necesitan más piel, mi boca necesita probar más, mi coño grita porque no quiere esperar.
Un corto abrazo, un beso suave que empieza a dejar de serlo poco a poco.
Nuestros cuerpos en pie de guerra de nuevo. Mi aliento no ha dejado de jadear cuando empieza de nuevo a gemir. Pero ahora eres tú quien decide. Te pones sobre mí y yo me dejo hacer.
Ambos preparados para un nuevo asalto, para una nueva batalla entre las sábanas, para un duelo de titanes que nos de una victoria larga, húmeda, escandalosa, placentera.

Repetimos?

domingo, 27 de septiembre de 2009

El baile de su lengua

La gente, las calles, los edificios son diferentes a lo que me suele rodear.
Estoy fuera de lugar.

La habitación es pequeña. Huele a él.
Cada esquina aprovechable está llena de pilas de libros.
Un póster bastante intimidatorio, bastante inquietante, está justo encima de la cama. Y parece que me mira, como queriendo que me acobarde.
Ni el ventilador ni la ventana abierta consiguen que el ambiente se despeje, que el asfixiante calor deje de pegarse a mi piel.
El humo de nuestros cigarros flota, parece como si se moviera despacio, luchando por abrirse paso entre el aire espeso y caliente que nos rodea.
La ropa nos sobra. Todo ocurre despacio, sin prisa.
Un ambiente relajado sin llegar a ser del todo distendido.

Pero todo cambia cuando sus manos acarician mi cuerpo y su boca intenta dejarme sin vida, me arranca la energía, me sorbe. El baile de su lengua sobre mi clítoris, el rastro que va dejando su saliva en los pliegues de mi coño, el rastro de placer que va dejando a su paso me trasladan a otra dimensión. Estoy en otro sitio, estoy donde todos los estímulos externos a mí desaparecen. Sólo existe su boca, los impulsos que me recorren el cuerpo para decirle a mi cerebro que me olvide de lo demás, que sólo existe esa parte de mí que está ahora mismo mojada, que palpita con cada roce.


En un corto instante de lucidez abro los ojos y le observo, concentrado en la tarea que tan bien lleva a cabo, bailando sobre mis ingles.

Pierdo la consciencia de mí misma, mis caderas cobran vida, mi espalda se arquea formando una curva imposible mientras la almohada ahoga mis gemidos.

Ya no me siento fuera de lugar.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Arrebatos

Me gustan los arrebatos.

Con arrebatos me refiero a los momentos en los que pierdes el control, cuando el deseo que nace de tu cuerpo es tan primario, tan primordial que lo demás no tiene ninguna importancia.

Cuando estamos hablando y sin venir a cuento, rodeas mi cara con una mano y me das un beso mientras sujetas mi nuca e imprimes al beso una intensidad, una temperatura que me hace temer que el fin del mundo esté a la vuelta de la esquina.
Entonces tu mano coge la mía, la pone sobre tu polla y me enseña cuánto puedo excitarte sin ni siquiera haber hecho nada. Me encanta saberlo y me encanta ese gesto. Es como un hierro duro, como un diamante esperando que mi saliva lo pula.
Y me desnudas deprisa, casi arrancándome la ropa, sustituyendo la delicadeza por ansia, como si temieras que mi cuerpo no estuviera ahí unos segundos más tarde, luchando contra los minutos que corren en el reloj.
Admiras mi cuerpo, mis curvas, observándome febril de deseo y encuentras mi coño mojado, preparado para el asalto porque sabe que cuando estás así no hay quien te pare.

Me penetras gimiendo, perdiéndote en la sima húmeda de una embestida, con un movimiento de cadera certero, preciso.
Te mueves pero no con cadencia, con parsimonia sino con profundas embestidas a un ritmo salvaje que me hacen estremecerme.
Ahora mismo tu instinto animal puede más que tu lado racional.
Me gusta la sensación. Me perforas hasta que cada poro de mi piel rezuma deseo.
Me follas con el ímpetu de quien creyera que este es el último polvo, la última vez aun sabiendo que no es así. Te entregas y me haces entregarme porque no puedo negar que me enloquece verte así.
Y acabamos corriéndonos en un orgasmo intenso, pero sobre todo, largo, que contradice la prisa que hemos invertido en saciar nuestros cuerpos.
Caes exhausto, con las piernas aún temblorosas y me miras buscando en mi rostro la confirmación de que me ha gustado tanto como a ti. Y la encuentras, porque mis mofletes enrojecidos, mis ojos vidriosos y mi sonrisa son la mejor prueba de ello.

jueves, 17 de septiembre de 2009

La perfección

Sí, ya sé que a veces me repito, pero para eso es mi blog.

Voy a describir lo que yo considero un cuerpo perfecto para mi gusto.

-Delgadito.

-Fibroso. Con fibroso me refiero a tener el músculo marcado pero no hinchado. Ésos que parece que se hinchan todas las mañanas con el hinchador de las colchonetas de la playa y que cualquiera camiseta que se pongan parece de la sección de niños o que cuando llevan camisa, te hagan temer perder un ojo si el botón a punto de reventar te da en el ojo,...me dan grima.

-Marcadito. Un par de músculos un poco visibles en el abdomen, los músculos ésos de encima de la cadera que forman con el pubis una forma de v que parece una flecha que te indica el camino al paraíso. Mmmm. Y unos hombros y una espalda bonitos.

-Rodillas con el hueso marcado. Entre mis mil rarezas, tengo una sana obsesión por las rodillas. Me fijo muchísimo en ellas. Unas rodillas huesudas sin ser exageradas que además tengan forma cuadrada consiguen despertarme pensamientos pecaminosos de ésos que me prohibían las monjas tener, jejeje.

- Una polla de tamaño aceptable. No nos vamos a engañar. Jajaja. Que tanto monta, monta tanto Isabel como Fernando pero siempre se monta mejor si es un coche grande y amplio aunque a veces cueste aparcar si la plaza de garaje es estrecha. Jeje. Todos nos entendemos, no?.
Y ya si se pone dura a menudo...cantamos bingo.


- Un buen culo. Redondito. De ésos que quedan bien dentro del pantalón...mmm.


Ahora la cara perfecta.

- Cara de morbo. De ésas que te miran y te encienden. De las que te despiertan los más bajos instintos. De ésas que te hacen mojarte. De las que te están diciendo: "Prepárate".

- Cara expresiva. De las que transmiten sin palabras. Que en el orgasmo se conviertan en el mejor reflejo del placer.

- Ojos claros. Que te quiten el aliento con una mirada. Que te descoloquen con una caída de ojos.

- Unas arruguitas alrededor de los ojos al sonreír. Ufff, me pierden.

- Una sonrisa bonita. Y además que sonría a menudo.


La personalidad ideal.

- Extrovertido

- Sincero

- Con las ideas claras

- Seguro de sí mismo

- Capaz de mantener una conversación interesante más de 5 minutos. Parece fácil pero por lo visto no lo es tanto.


El perfil sexual perfecto.

- Que no sea egoísta. Que disfrute tanto dando placer como recibiéndolo.

- Imaginativo. Siempre proponiendo algo, siempre con una nueva idea.

- Abierto. Que no tenga prejuicios ni una lista interminable de cosas prohibidas.

- Morboso. Que consiga encenderme, que me ponga, que me excite.


A uno de los dueños de tooodas esas características juntas...le conozco.
No, no puedo decir quién es. Se dice el pecado pero no el pecador.
Sólo diré que me pone mucho (eso estaba claro, jaja). Que me cae bien. Y que está buenísimo.
Tengo sus fotos gastadas de tanto deleitarme en ellas. Mmm. Y las miro, las miro, las miro, las vuelvo a mirar y por mucho tiempo que les dedique no me cansan...

lunes, 14 de septiembre de 2009

El mejor elogio

Yo escribo para mí.

Porque me gusta. Y porque hay experiencias que me apetece plasmar en palabras.

A veces, recibo comentarios sobre el blog. (No todos agradables de leer como comenté en el post anterior).

He recibido piropos, he recibido mails interesantes, inteligentes, graciosos, halagadores, pero creo que ningún elogio me ha gustado tanto como éste. Porque además creo que percibe muy bien lo que yo creo que es mi blog.

Pregunté a la persona que lo escribió si le importaría que lo publicara.

Aquí está.

Gracias.



"Hola Susurros

Normalmente me terminan aburriendo los blogs porque la gente termina hablandose a si misma mas que a los demas, o aburriendonos con mil detallles 'literarios' que no aportan nada a la narracion. Pero el tuyo me lo he leido entero ya, me parece de un minimalismo emocional absolutamente emocionante. Es transparente, siento que estoy dentro de tu cabeza mientras lo leo, y sobre todo me parece muy muy autentico: cuentas lo 'esencial' del momento, sin irte por las ramas o adulzarlo con descripcciones/sentimientos/sensaciones que suenen a falso o añadidas."

martes, 8 de septiembre de 2009

No hay patente de corso

Resulta que con esto del mundo de internet, de la privacidad que ofrece el no saber quién hay al otro lado, hay quien cree que goza de una patente de corso para ser soez.

Vale que tengo un blog de sexo. En el que hablo de sexo, por supuesto. Y no siempre con un vocabulario refinado. Y que participo en páginas de marcado carácter sexual.

Pero eso no implica que cualquiera que no me conoce pueda escribirme lo que le venga en gana.

Bueno sí, puede escribirlo pero no recibirá nunca contestación.

Menganito que no me conoce de nada, me escribe un mail por primera vez en su vida. Empieza el mail con "me la has puesto dura". Mail borrado, es que ni sigo leyendo.

Fulanito que tampoco me conoce, me escribe un mail diciendo que le encantaría "darme por culo", así a bocajarro sin molestarse (no vaya a ser que quede demasiado educado) en escribir un hola antes. Pulso "borrar mail".

Zutanito me manda un mail de presentación diciéndome que le agregue al msn para ponerme la cam y enseñarme "el pedazo de rabo" que tiene. Textual. Gracias, pero paso palabra.

Y así podría poner varios ejemplos de mails con frases del tipo "no he podido evitar correrme al leerte y he manchado el teclado de lefa" (?!¿!?), "si te gustan las pollas grandes, yo la tengo enorme"...etc etc etc...

No sé si al resto de la gente esos mails le gustan, le ponen, le apetecen, los contesta o no. Pero yo creo que todo tiene su curso. Primero un mail educado, normal y luego el resto si surge, surge. Pero los mails soeces, con comentarios fuera de tono...por favor, absténganse.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Irresistible

Acabo de volver de vacaciones, hace dos semanas escasas.

Vengo morena, relajadísima y con pocas ganas de trabajar.

Me encanta el verano, la playa, el mar...y todo lo que incluye.

En la maleta llevaba muchas ganas, ropa de ésa ligera, vestiditos de verano, unos bikinis, poco más.

Irresitibles las playas nudistas. Sentir cómo el sol va calentando mi piel mientras otro tipo de calor me va invadiendo por dentro hasta alterar mis hormonas y provocarme oleadas de excitación incontenible (es lo que tiene el sol y el verano que me paso el día descansado pero mi mente perversa es como si trabajara a tiempo completo).

Irresistibles los tíos en veranito, en bañador o desnudos, con el cuerpo bronceado, las gafas de sol y la piel llena de gotas de agua que se deslizan y se pierden en la arena (hay algo más sexy que un tío mono saliendo del agua con la piel mojada?).

Irresistibles los que hacen kitesurf y tienen ese músculo que se les marca por encima de la cadera y del bañador y que me pierde, me encanta, no puedo evitar fijar mi vista allí.

Irresistibles los zumos y cócteles al volver de la playa en el chiringuito donde los camareros no consiguen trabajo por servir bien sino porque la poca ropa que llevan les queda de vicio.

Irresistible el sabor de la piel a agua salada. Los besos con sal.

Irresistible un baño a media tarde, con el sol cayendo, el mar casí vacío, las olas tranquilas, los pezones quejándose del frío pero el resto del cuerpo disfrutando del frescor del agua después de un día de calor.

Acordándome de estas cosas, ¿¿¿quién va a tener ahora ganas de trabajar????

lunes, 31 de agosto de 2009

Si lo quieres, tómalo

Estoy aquí, donde siempre. En el mismo lugar en el que siempre he estado, esperándote, paciente, sin rechistar, sin protestar. Y bien sabe quien me conoce que la paciencia no es mi mayor virtud. Y bien sabes tú que la espera no ha sido siempre breve.

Estoy deseando tu lengua. Que me puede llevar al orgasmo tantas veces como tú quieras.
Muero de ganas por tener tus dedos recorriendo mi cuerpo, entrando en mí, jugando a llevarme al paroxismo del placer.
Deseo tu leche. Y lo sabes de sobra. Te lo he dicho ya demasiadas veces o quizá no demasiadas pero sí suficientes. Que la quiero, tantas veces como me la des.
Me gustaría que me follaras en la ducha, los cuerpos mojados, el agua cayendo y tu polla durísima.
Quiero tu boca recreándose en mis pezones y dándoles la forma angulosa y erizada que adquieren al contacto con tu saliva.
Me apetece, y mucho, tu polla. Durísima, rozando mis entrañas mientras contemplo tu cara de placer, esa mueca que me gusta observar.

Todo eso lo sabes. Lo sabías. Lo he repetido muchas veces. Pero por si acaso, aquí queda una vez más constancia.


Las cosas son tan fáciles como nosotros las hagamos.
Dejemos los juegos, las medias tintas, las sutilezas veladas, las frases a medio acabar, las negociaciones, las fases y procesos, los distintos ritmos y los ánimos sin animar.
Concentrémonos en la solución y no en el problema.


Ven a mí. Ven cuando quieras y búscame. Juega conmigo, caliéntame, hazme adicta a tus palabras, hazme esclava de tus deseos, ánclate a mis fantasías y átame a tu deseo.
Hazlo a tu ritmo, hazlo como te parezca, tómate tu tiempo pero si empiezas, no cambies de opinión. No me crees falsas esperanzas. No juegues y te retires a mitad del partido.
Porque tiene que haber una correlación entre el esfuerzo que se invierte en algo y la satisfacción y la recompensa que se obtienen a cambio. Si no, la espera no habrá merecido la pena.
Y yo también me canso de esperar. Y paso a la fase off.

viernes, 28 de agosto de 2009

El "fresco" (II)

Les digo a mis amigas que me quedo.

Nos tomamos una copa más con sus amigos. Pero él se comporta como si el "quédate" de antes no hubiera existido. La situación empieza a recordarme a los 15 años. Como yo aún no me creo que le ponga, no me decido a tomar la iniciativa.

Voy al servicio. De camino la imagen de su torso en la playa me tortura, su susurro y su aliento en mi piel aún me queman en el cuello, la sangre me hierve de deseo, mi coño es un mar que ignora las dudas que se empeñan mi sensatez y mi cordura en anteponer al deseo. El calor me invade.

Cuando vuelvo, han decidido ir al siguiente bar. Voy firmemente decidida a irme a casa después de la siguiente copa. Pasamos a empellones por una calle muy concurrida, me pisan unas cuantas veces, me empujan el doble, la calle está abarrotada. Él va detrás de mí y pone su mano en mi cintura. Giro la cabeza, él sonríe. Ya sólo puedo concentrarme en el calor que desprende su mano, en la pasión que se manifiesta por cada poro de mi piel. No puedo más. Me giro y le beso.

Responde a mi beso como si fuera lo único que llevaba esperando todo el día, estamos en mitad de una calle totalmente abarrotada de gente, pero el mundo ahora mismo no existe, siento mis oídos como taponados, sólo oigo mi propia respiración alterda, sólo siento sus labios y sus manos en mis caderas.

Nos separamos. Su mirada ha cambiado...el "fresco" ha salido de la coraza de timidez que le ocultaba.

Tira de mí y salimos del maremagnum de gente. A cada paso paramos a besarnos con una intensidad y un ansia que no tenía hace mucho. Sus susurros en mi oído con esa voz marcada por el deseo me hacen temer que mi primer orgasmo tenga lugar sin que ni siquiera me haya tocado más allá de la cintura.

Tras una buena parte del trayecto, me doy cuenta que no sé dónde vamos. Al poco llegamos a una casa. Abre. Ni siquiera podría decir cómo era la entrada, el pasillo o el salón. Era imposible fijarse cuando su cuerpo se iba desnudando ante mí, cuando sus caricias iban adquiriendo una intensidad que me hacía perder los papeles y la paciencia.

Sólo sé que entramos en una habitación y justo al cerrar la puerta, me inmovilizó contra ella, su cuerpo haciendo de barrera infranqueable, mis manos sujetas en alto por las suyas y su boca alternando susurros en mi oreja con húmedos y excitantes besos en mi cuello.

Pocas veces (creo que nunca) un desconocido ha despertado en mí tantas sensaciones, tanta impaciencia, tanta ansia por llegar al orgasmo.

Su respiración estaba alterada, el pecho le subía y bajaba ostensiblemente al inspirar y expirar pero controlaba la situación, sabía cómo volverme loca sin llegar al orgasmo.

Sus manos aún sujetaban las mías pero su boca traspasó la frontera de mi cuello y se adentró en lo que hasta entonces era territorio desconocido para él. Mi vestido le ofrecía vía libre a mi canalillo y por allí paseó su lengua y sus labios incansables.

Las piernas me temblaban. Ni siquiera me había rozado lso pezones y yo ya sabía que si lo hacía iba a conseguir que me corriera allí mismo, en ese instante.

Soltó mis manos para quitarme el vestido. Sus ojos brillaron al ver mis tetas liberarse del sujetador. Mis pezones aparecieron erectos, oscuros, pidiendo la guerra que mi cuerpo necesitaba, exigía a gritos.

Ya me preparaba para disfrutar de su cuerpo pero él tenía otros planes. Humedecidos sus dedos, no daban tregua a mis pezones que se erguían hasta el límite conocido mientras él de rodillas, saboreaba los frutos de su provocación, de mi deseo incontenible. Y así, con la espalda contra la puerta, mi rodilla sobre su hombro y su lengua trazando círculos y espirales que me conducían al orgasmo, descubrí que el tímido no lo era tanto o que al menos se había soltado la melena. Y me corrí, en un orgasmo tan esperado y tan intenso que mis piernas temblaron al ritmo del resto de mi cuerpo hasta que mis rodillas se negaron a sostenerme por más tiempo y fuí resbalando despacio hasta quedar sentada contra la puerta y mi boca aún dejando escapar jadeos.

Allí estaba mi fresco, mirándome con esa media sonrisa de satisfacción que se le queda a uno cuando ve que la otra persona disfruta así y mirándome se empieza a desnudar. Me hubiera encantado ayudarle pero mis rodillas no respondían mis órdenes así que le observé mientras cada prenda caía. Y cuando apareció su polla, dura, erguida formando un perfecto ángulo de 90º con su cuerpo, mis rodillas empezaron a obedecer.

De rodillas, besé sus piernas, sus muslos, sus ingles, su abdomen, su pubis, sus caderas y su culo deleitándome en cada parte, dedicándole el tiempo que merecían y cuando unas gotas resbalaban de su polla, saqué la lengua y las lamí, viciosa.

Su polla se perdió dentro de mi boca, mi lengua imprimió presión sobre su capullo y mi boca acogió cada gota que derramó entre estertores de placer, jadeos y suspiros mientras las piernas le temblaban ahora a él. Su leche sabía como yo imagino que sabe el elixir de los dioses.

Y pasamos a la ducha, más relajados, más tranquilos, incapaces de separar las manos de la piel del otro hasta que el agua que rodaba por nuestros cuerpos y se perdía por el desagüe se mezcló con mis jugos y su elixir de nuevo. Me penetró mientras mis manos intentaban no resbalarse por la pared de la ducha incapaces de sostenerse cuando mis caderas seguían el ritmo de sus embestidas.

Luego fue la cama testigo de dos cuerpos entrelazados, de su polla dura de nuevo como si fuera la primera vez, de sus gemidos cuando mi lengua fue bajando por todo su torso, su abdomen, sus huevos y se perdió en su culo y mi mano le masturbaba. La cama podría contar que me puso a 4 patas y me penetró lento, despacio, volviendo a jugar a ponerme impaciente de deseo, llevándome al límite pero sin dejarme llegar al punto sin retorno. El cabecero de la cama seguro que recuerda aún sus manos aferradas a él cuando mis caderas rotaban sobre su polla cabalgándole como una experimentada amazona. Las paredes aún retienen el eco de nuestras voces pidiendo más, de las cadencias de voz pasando de relajadas a impacientes, de necesitadas a imperiosas.

Y llevo dos posts. Y aún así me dejo la mitad en el tintero. Menuda noche!.

miércoles, 26 de agosto de 2009

El "fresco" (I)

Me he quedado dormida al sol. Me despierto, con la piel caliente, la mente un poco aturdida por el calor y la resaca del día anterior y la mano dormida por una mala postura.

Estoy aún intentando abrir los ojos. Ni rastro de mis amigas que se habrán ido a dar un paseo de ésos interminables de dos horas porque dicen que no hay nada mejor para combatir la resaca (paso de probar el método, me da a mí que no funciona).

Haciendo un esfuerzo sobrehumano, voy hasta el chiringuito y me compro una Coca-Cola. Al salir del chiringuito, una voz me llama. Me giro, enfoco la mirada, veo a alguien que me saluda. Cuando se va acercando, reconozco al de ayer por la noche. Al que mis amigas y yo hemos apodado "el fresco". No porque sea un caradura sino porque es como una pieza de fruta que te comerías a mordiscos sin quitarle ni la piel, como un soplo de aire que te recorre la piel cuando le tienes cerca, como un tío, para explicarlo mejor, que está para hacerle unos cuantos favores, todos sexuales eso sí.

Para variar, se sabe mi nombre pero yo no tengo ni idea del suyo.

Ayer, como a mitad de la noche, él y sus amigos estuvieron hablando con nosotras. Unos tíos muy majos, un par guapetes y él, que era un fresco con todas las letras. Coincidimos en un bar, fuímos juntos al siguiente y nos despedimos cuando el alcohol nos avisó de que era hora de irse a casa.

El pueblo no es grande, pero playas hay a patadas y justo está en el chringuito al que voy yo. (No quiero mencionar de nuevo que debo tener un pacto con el diablo porque esta suerte si no, es imposible tenerla).

Llamándome siempre por mi nombre, parece que para ponerme en la vergonzosa situación de decirle que no tengo ni idea del suyo, me pregunta qué tal, etc etc, típica conversación sin más.

Le digo que me voy a la playa, que estamos allí. Me pregunta dónde, le explico y me dice que lo mismo luego se pasan (entiendo que sus amigos están en algún sitio del chiringuito).

Me vuelvo a la toalla, me bebo la Coca-Cola, me fumo un cigarro, leo un rato y oigo que alguien me dice hola. Me giro. El fresco sin camiseta no es un fresco sino un fresquísimo. Dios!!. No tengo hipo pero si lo tuviera se me hubiera ido de la impresión de verle. Viene solo porque sus amigos prefieren seguir en el chiringuito que hace menos calor y hay música. Echa su toalla, nos ponemos a hablar. Muy majo, como siempre. Mis ojos sin dar crédito a los músculos de su abdomen, los de sus caderas, los de sus hombros, un cuerpo fibroso de los que me gustan. Y una sonrisa preciosa. Moreno por el sol. Encima simpático. Yo ya no sé si el calor es del sol o del deseo que me recorre las venas, cada glóbulo, cada neurona, cada músculo, cada parte ínfima de mi cuerpo piden a gritos que me abalance sobre él pero mantengo la compostura.

Llegan mis amigas. Ya acercándose a la toalla abren los ojos como platos al reconocer al fresco de anoche. Al poco aparecen sus amigos porque el sol ya no pica tanto y nos reímos un buen rato todos. Quedamos para esa noche.

El trayecto de vuelta a casa se nos va en una intensa discusión acerca de si el fresco me busca (teoría de mis amigas) o no (mi teoría). Defiendo mi opinión que es que no creo que un fresco tan fresco se fije en mí cuando hay tías a patadas bastante más monas que yo. (Por lo visto me subestimo)

Salimos por la noche. Fresco va vestido guapísimo. Yo recojo la baba que me cuelga de la comisura de los labios.

La noche transcurre como la anterior, muy agradable, muchas risas, lo del fresco no pasa de un tonteo completamente inocente pero no se separa de mí. Empiezo a dudar si el chaval es tímido o si es que me pone tanto que empiezo a imaginarme lo que no es.

En lo mejor de la noche, mis amigas deciden que quieren irse a casa. ?!!?. Me despido de un par de sus amigos y cuando llego a él, me coge la mano, me mira con una mirada que no había tenido hasta ahora y se acerca a mi oído a susurrarme "Quédate". Podía haber dicho "por qué no te quedas?" o "nos vemos mañana?" o alguna otra cosa pero me dice "Quédate" con una voz que no acepta discusiones y el aire que escapa de su boca al susurrarme y llega a mi cuello me provoca un escalofrío. La decisión está tomada.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Madrid

El otro día hablando decía que Madrid es la ciudad a la que siempre quiero volver.

Puedo estar donde esté y estar muy a gusto. Pero siempre me apetece volver.
Porque Madrid es mi ciudad. Es mi vida.

De más pequeña, la vida se reducía a tu barrio, tu parque, tu cole.
Luego empiezas a abrir horizontes.
Y con el tiempo, cada esquina, cada sitio, te trae un recuerdo.

El parque de al lado de mi casa me recuerda a aquel chaval con su polo verde que me hacía perder la cabeza. Y las risas de las tardes de domingo. Ver pasar los años pero seguir teniendo los mismos amigos que no cambian, que siempre están ahí.

Paso por el centro y me acuerdo de Don Fidelidad, de las tardes que quedábamos en Callao y se enfadaba por mi impuntualidad y de los paseos por el centro, comiéndonos a besos. Miles de historias en tan pocas calles.
Y de aquellos dos días con Albertín, él fascinado por Madrid y yo fascinada por su morbo y sus halagos.

La Plaza de Oriente me recuerda a diciembre, una tarde triste, una despedida, una ruptura, una decisión correcta pero que no por ello duele menos. El fin de algo precioso. El comienzo de una época rara.

Plaza España es muchas cosas. Es aquella tetería con bizcochos. Es el principio de algo precioso que aún sigue estando ahí como si fuera el primer día y a la vez es un chaval de pelo largo, ojos de cielo y una calle cuesta arriba que subía al paraíso del placer.

Guzmán el Bueno me recuerda a las innumerables tardes en el Lecumberri. Aquel grupo en el que estaban (y siguen estando) todos como cencerros, sus ojos surcados de arruguitas al sonreír y los besos con sabor a coca-cola light.

El Paraninfo me recuerda al verano, a Pablo, a la hierba recién regada, a arrebatos de pasión, a prendas de ropa que sobraban y orgasmos sin fin.

Atocha y Tribunal me recuerdan al masajista. Los trayectos en moto, la consulta, esos músculos que notaba al agarrarle por la cintura. Aquel bar cutre donde íbamos siempre a tomar la última. Lo impacientes que esperábamos al ascensor. Lo que crujían los escalones de la consulta de aquel edificio viejo. Lo que contarían esas paredes si hablaran.

En Legazpi, en la boca de metro (menudo sitio más poco romántico) oí el te quiero más inesperado pero más bonito que he oído nunca.

La Castellana me recuerda aquellos jueves de demasiado alcohol, en el bar de siempre, con aquela amiga que decidió dejar de serlo y sin preocuparme por la resaca del viernes en el curro. Miles de risas, el corazón recuperándose y cerrando heridas y un polvo de madrugada que me dejó el regustillo amargo de la insatisfacción.

En Cuzco está el sitio en el que acabamos siempre ensalzando la amistad a las taitantas de la mañana llorando de risa.

Avda. de América me recuerda un fin de semana muy intenso. Una cena con orgasmo incluido. Y un tío de ésos con los que estás tan a gusto que no querrías que acabara el fin de semana.

Goya me trae a la mente tardes de verano en una terraza oyendo eternos monólogos sobre principios irrenunciables que a los pocos meses ya no eran tan inamovibles.
Pero también de una noche con la que empecé este blog, una sucesión de orgasmos que es difícil de olvidar aunque no se haya repetido.

Concha Espina es aquel bar con aquel camarero tan majo, noches de martes o de cualquier día de la semana, el golfista y una historia muy bonita que no pudo ser pero que acabó bien aún así. Caricias al lado de la barra, roces indiscretos, conversaciones profundas y trayectos a casa que se hacían interminables, donde las manos no podían estar quietas.

Mirasierra es la última parada del placer, el sitio donde siempre volvemos, el lugar al que soy incapaz de decir que no. El deseo tiene allí su hogar. Pero del que siempre me voy con la sensación de haberle defraudado.

Alonso Martínez y Barquillo son del quesete. Con su mochila, sus camisas recién planchadas y una sonrisa que derretía. Además de aquel sitio escondido en el que siempre acabábamos la tarde.

República Argentina es del rubio, un callejón, demasiada impaciencia y un cuerpo en el que no había ni un centímetro desaprovechable.

Pozuelo es de Juanlu. Su fantasía cumplida y dos personas tan parecidas a las que les separa tanto.

Y así podría nombrar mil sitios, mil calles, mil recuerdos, mil pedazos de mi vida. Algunos buenos, otros malos, pero todos míos. Parte de mí.

domingo, 2 de agosto de 2009

Sus gemidos

Me encantan las noches de verano en Madrid.
Pero esta noche no hace demasiado calor. Corre aire.

Estoy en algún sitio al que no sé si sabría volver a llegar con el coche.
Mi coche aparcado. El de él también.

Estoy sentada en el capó del coche. Y estamos hablando.
Estoy tan concentrada en la tensión sexual que me inspira él que no me doy cuenta de que me están cayendo gotas de agua que el viento transporta desde unos aspersores cercanos.

Lo mejor de todo es que él no es consciente de lo bueno que está. De lo bien que le queda esa camiseta roja. De la atracción que provoca su mirada. De la humedad que me inspira su sonrisa. De lo que me incita su cuerpo.

Llevo un vestido fino. A ratos temo que la dureza de mis pezones atraviese la fina tela.

Y por fin se acerca. Me besa y esos labios, la forma, su manera de usarlos prometen pasión, locura, derroches de placer.

Mis manos ya no pueden contenerse. Su excitación presiona mi muslo. Su lengua se enlaza en la mía. Mi cuello recibe su atención.

No pasa prácticamente nadie. Pero tampoco me fijo, estoy perdida entre sus ingles, dejándome llevar por el momento, intentando ir despacio pero cada gemido que no puede controlar me enciende más, me obliga a seguir, pponiendo cada vez más énfasis, más ganas.

No podría explicarlo pero sus gemidos me traspasan el cerebro, es lo único en lo que pudo concentrarme, me provocan tanto que mi tanga rebosa sexo.
Gime más. Más fuerte, más alto, más intensamente. Sigo. No puedo parar. Necesito oír el gemido final. Quiero que los gemidos aumenten, que suban de intensidad, que pida más, que llegue un momento en que los gemidos sean la traducción de lo que me dice su polla en la boca, que expresen la expresión máxima de dureza que siento presionar mi lengua y mi garganta.

Anhelo el gemido por exelencia, el que supera a los demás en volumen, el que escapa de su boca a la vez que mi lengua siente el placer disparado al fondo de mi garganta...y los gemidos de después, más suaves, como si no le quedaran fuerzas, como si la fuerza hubiera escapado de su cuerpo para buscar sitio en el mío, en el sabor que queda en mi boca. Gemidos más suaves mientras su cuerpo recupera el aliento, el corazón vuelve a latir al ritmo normal y le invade una inmensa relajación que sobreviene tras una explosión tal de placer.

Se preocupa por mí, me hace llegar al orgasmo...me deja satisfecha.
Con ganas de repetir, de más, de saciarme de él.

Decía después que no podía quitarse de la cabeza mi culo con el vestido subido y las nalgas pidiéndole ser sujetadas mientras me embiste.

Yo no puedo quitarme de la cabeza sus gemidos.

miércoles, 29 de julio de 2009

Maestro del sexo

Voy subiendo la calle. Son las tantas de la mañana.
El aire me va dando en la cara.
Me van dando conversación dos conocidos de ésos de 4º grado, conocidos de los amigos de los colegas de mi amiga.
Yo, la verdad, tengo la cabeza más bien en otro sitio. En el mismo sitio que la he tenido el resto de la noche. Pensando en ti.

Llego. Me doy una ducha. Para despejarme. Me he bebido unas copas pero estoy tan cachonda que el agua de la ducha, el roce al resbalar, son como caricias que despiertan mi piel.
Salgo, me envuelvo en la toalla. Aún me resbalan las gotas de agua por el cuerpo cuando llamas a la puerta. Te abro.

Me llevas a la cama. Nos fumamos un cigarro. Tú también llevas unas copas.
Te tumbas entre mis piernas. Dices que estás un poco mareado.
Pero no sé muy bien cómo, la situación empieza a subir de temperatura.
Te empiezas a poner a mil y eso me pone a mí.
Lo sabes perfectamente. Me besas con ansia, esos besos llenos de pasión, recorres mi cuerpo con lujuria, con lascivia más bien, me dices precisamente lo que sabes que me gusta oír, me haces correrme una vez tras otra. Estoy extenuada de placer. Y eso que aún no imagino siquiera que tus planes no son dejarme dormir.

En el momento justo, cuando estoy tan excitada que me es imposible negarme a nada que salga de tu boca porque sé que todo me conduce al placer...me dices que me meta tu polla en el culo.
Me coloco encima de ti, cojo tu polla con la mano y poco a poco voy entrando. Al principio cuesta, notas tu polla aprisionada dentro de mi culo, luego me voy abriendo para ti.

- Quiero que me folles hasta que te corras con el culo.

Reconozco que soy escéptica. No lo he conseguido nunca. Lo sabes, lo hemos hablado un montón de veces. Muchas veces ni siquiera siento placer. Pero tú no te das por vencido. Me vas diciendo que busque el punto donde me da placer. Que me mueva despacio, que pruebe distintos ángulos, distintas posiciones.
Estoy a punto de abandonar, de darme por vencida, pero te miro, te veo tan convencido, tan seguro de ti mismo, tan excitado con la idea...que sigo.
Y lo encuentro. Encuentro el punto que no creí que existiera. El punto donde tu polla roza y yo noto un estremecimiento. Pero aunque es placer no conseguiría correrme así.
Me concentro, me muevo insistiendo en rozar ese punto, tu polla dura crece, me miras fijamente, animándome, poniéndome zorrísima con tus miradas, con tu deseo, con la posibilidad de correrme así.

Estoy alucinada. Porque cuando creo que no puedes ser mejor, siempre me sorprendes un poco más. Es mérito más tuyo que mío conseguir que esté así, cabalgando sobre tu polla, con ella clavada en el culo, haciendo que me abra de placer y gimiendo de placer con cada roce en el punto que hasta ahora había permanecido agazapado, esperando que alguien lo despertara de su letargo, de su hibernación.

E igual que en ocasiones me sorprenden los orgasmos porque no creía estar tan cerca del culmen, me pasa lo mismo. En un roce estoy tan lejos y en el siguiente estoy al borde del orgasmo, no sé, es algo que se sabe.
Me muevo, la tengo dentro, el diámetro de tu tronco dilata mi culo y cuando me muevo para sacarla, una corriente, como un latigazo, un gusano de placer de una intensidad alucinante me recorre entera. No sé si tiene que ver con lo zorra que me siento al estar tan abierta a ti, o con esa mirada que me impele a no decepcionarte, o con las ganas que tengo de abrirme a un nuevo mundo de posibilidades o con ese punto perfecto de alcohol en el que siento todo mucho más y estoy excitadísima pero la sensación comienza en el culo y me sube por la espalda, me eriza la piel, activa mi cerebro, tensa mi cuerpo y con las últimas fuerzas que reúno, te aviso con los ojos muuy abiertos, ojos de quien no cree lo que está a punto de ocurrirle:

- Me voy a correr.

Las palabras salen de mi boca en forma de jadeos, de gemidos incontrolable, mis manos aprietan tu cuerpo, mi esfínter palpita como poseído y cuando me dejo caer, me corro. Me corro como nunca me había corrido. Las oleadas me recorren de un extremo a otro. Los espasmos me hacen retorcerme.
Y me miras. Satisfecho.
Pero yo soy quien debería agradecértelo.