lunes, 9 de mayo de 2011

Para lo que tú quieras

A mí el acento argentino me ha puesto siempre mucho.
Así que cuando fuí a pedir unas copas y me encontré con aquellos ojos al otro lado de la barra, me quedé durante un par de segundos, anonadada.
Porque era una de esas miradas que transmite "imagínate-mi-cara-cuando-me-corra-mirándote". Y unos segundos después su acento argentino preguntándome qué iba a querer me derritió tanto que pensé que iba a mojar el tanga.

En la siguiente ronda, cuando me ofrecí a ir a pedir yo después de no quitarle la vista de encima mientras se afanaba por atender a todos los clientes de un bar lleno de gente un viernes por la noche, pedí otra ronda y mientras clavaba sus ojos en mí, me soltó un "te pongo lo que quieras las veces que tú quieras" y entonces sí que mojé el tanga porque ese acento es como una especie de descarga eléctrica que me deja atontada.
Recogí el guante que me había lanzado y le pregunté que si ese "lo que quieras" incluía algo más que una copa. Y me salió bien la jugada porque él curraba hasta las 3 que se hacían las 3:45 mientras recogía pero luego "estoy libre para lo que quieras".
Así que me fuí a otro bar y prometí ir a buscarle cuando terminara su turno.

Allí estaba yo a las 3:45 (bueno, no, con 10 minutos de retraso porque si no, no sería yo) y allí estaba él, con cara de impaciencia. Iba pensando que quiza habría cambiado de opinión, que quizá no le encontraría, pero su cara ya me dijo que iba confundida porque si el deseo tuviera cara, sería la suya.

Echamos a andar, camino de un bar donde conocernos mejor pero ni siquiera llegamos a doblar la esquina antes de que sus labios buscaran el camino a los míos y un susurro en mi oreja me hiciera temblar de deseo. Sus besos sabían a chicle y a vicio. Sus manos dibujaban caricias bajo mi vestido y sus ojos me miraban como si me comieran con sólo mirarme.

Recompuesto el vestido, con su sabor en mi boca y mi coño palpitando de deseo, me metió en un bar y me pidió una copa que se me hizo eterna. Porque cuánto más quieres controlar el deseo, más difícil es hacerlo. Y su voz era suave pero su acento me ponía muy cachonda. Sus gestos eran tranquilos pero sus manos, siendo suaves y moviéndose despacio, sabían ponerme a mil. Su actitud transmitía tranquilidad pero sus ojos transmitían fuego.

Y en una cama de un séptimo piso a un paso del séptimo cielo, después de perder la compostura en la calle, en el taxi, en el ascensor...entré en el piso a una caricia de distancia del orgasmo.
Cuando creí que aquel argentino ya lo tenía todo hecho, que ni siquiera tendría que esforzarse para arrancarme un orgasmo tras otro, resultó que él se empeñó en esforzarse por arrancarme el doble de los orgasmos que yo habría calculado que tendría.
Entré creyendo saber cuánto me ponía y aprendí que era capaz de ponerme mucho más allá de mis cálculos.
Aprendí que esa tranquilidad, esa parsimonia, esa cadencia con la que movía su cuerpo, sus manos, su boca, sus dedos al ritmo de su voz, me excitaba incluso más que el sexo salvaje que tanto me hace perder los papeles.
Porque sabía lo que hacía, él imprimía el ritmo, controlaba mi deseo, me hacía rozar el paroxismo de la locura mientras yo me sentía tan en la gloria que sólo podía emitir pequeños gemidos porque no tenía fuerzas para más.

Me follaba despacio pero sin dejar ni un escaso milímetro de esa palpitante y durísima polla fuera de mí, me acariciaba suavemente como una especie de mariposa traviesa que se posaba sobre los recovecos de mi piel y daba la impresión de tener toda una vida por delante, sin prisas, sin reloj, sin impaciencia para pasarla conmigo entre esas 4 paredes. Sin embargo, me miraba con los ojos bañados en vicio y gemía con una intensidad que desataba oleadas de deseo en mí. Su lacerante deseo penetraba entre mis piernas, crecía, nadaba en mi propia humedad.
Llegó el momento en el que, satisfecho por la cantidad de placer que me había proporcionado, se dejó llevar y me dejó disfrutar de su orgasmo.

Cuando empezamos el siguiente asalto, me esforcé por cambiar las tornas, por hacerle disfrutar, por devolverle una pequeña parte de lo que yo había sentido pero con ese acento que me obnubila, en un tono acaramelado que escondía una orden, me dijo que "nada me gusta más que verte disfrutar, ya te he dicho que estoy para lo que tú quieras, déjate hacer". Así que de nuevo asumí el papel pasivo, la parte cómoda, el sueño hecho realidad de ser la complaciente dama que se deja dar placer. Y menudo placer. Sin aspavientos, sin prisas, sin brusquedades pero tan efectivo, tan eficaz, tan vicioso.

Al despedirme, me dió su número y me susurró un "yo estoy para lo que tú quieras, ya lo sabes". Y a punto estuve de volver a meterme en esa cama y no salir pero fuera de esa habitación era ya la hora de casi merendar y yo tenía incontables llamadas perdidas en el móvil así que me fuí pero pienso volver, boludo.

8 comentarios:

  1. Este.... guau!!

    Y es que el deseo no tiene fronteras... :-)

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  2. Qué peligro tienen los argentinos...y tú que suerte jodida.

    Un beso.

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  3. A mí el acento argentino también me pone mucho, está claro que tiene algo...no sé. También el acento uruguayo, que es muy, muy parecido, pero esa es otra historia que prefiero no recordar. Mira tú que cuando menos te lo esperás, sales a tomar una copa y terminas, como terminas...

    Un beso preciosa.

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  4. Andate con cuidado, y disfruta de todo, viste, la vida está para vivirla, anda, anda a divertirte

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  5. Por dios como echo de menos una noche como esa!!!!

    Ven a salvarme, URGENTE!!

    Besotes!

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  6. Y vaya que ese acento es delicioso... y susurrando mientras disfrutas... que rico...

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  7. aaaaahhhhhh, que suertuda nena! me has puesto a mil!!!! Coincido con lo del acento, nunca olvidaré una frase de uno: "Me removés por deeentroo", con ese acento cantarín y vicioso.
    Enhorabuena guapa, cuéntanos más!
    Besotes

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  8. Manolo Blog...
    Éste ufff...

    Princesa...
    Yo desde luego de suerte no puedo quejarme, ni de coña.

    Phamtom37...
    Si es que esos días que no planeas nada, sales, te lías, una cosa lleva a la otra y sigues follando a la hora de la merienda...Jeje.

    Carlos...
    Me he divertido por 3 lo menos. Jeje.

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