miércoles, 23 de septiembre de 2009

Arrebatos

Me gustan los arrebatos.

Con arrebatos me refiero a los momentos en los que pierdes el control, cuando el deseo que nace de tu cuerpo es tan primario, tan primordial que lo demás no tiene ninguna importancia.

Cuando estamos hablando y sin venir a cuento, rodeas mi cara con una mano y me das un beso mientras sujetas mi nuca e imprimes al beso una intensidad, una temperatura que me hace temer que el fin del mundo esté a la vuelta de la esquina.
Entonces tu mano coge la mía, la pone sobre tu polla y me enseña cuánto puedo excitarte sin ni siquiera haber hecho nada. Me encanta saberlo y me encanta ese gesto. Es como un hierro duro, como un diamante esperando que mi saliva lo pula.
Y me desnudas deprisa, casi arrancándome la ropa, sustituyendo la delicadeza por ansia, como si temieras que mi cuerpo no estuviera ahí unos segundos más tarde, luchando contra los minutos que corren en el reloj.
Admiras mi cuerpo, mis curvas, observándome febril de deseo y encuentras mi coño mojado, preparado para el asalto porque sabe que cuando estás así no hay quien te pare.

Me penetras gimiendo, perdiéndote en la sima húmeda de una embestida, con un movimiento de cadera certero, preciso.
Te mueves pero no con cadencia, con parsimonia sino con profundas embestidas a un ritmo salvaje que me hacen estremecerme.
Ahora mismo tu instinto animal puede más que tu lado racional.
Me gusta la sensación. Me perforas hasta que cada poro de mi piel rezuma deseo.
Me follas con el ímpetu de quien creyera que este es el último polvo, la última vez aun sabiendo que no es así. Te entregas y me haces entregarme porque no puedo negar que me enloquece verte así.
Y acabamos corriéndonos en un orgasmo intenso, pero sobre todo, largo, que contradice la prisa que hemos invertido en saciar nuestros cuerpos.
Caes exhausto, con las piernas aún temblorosas y me miras buscando en mi rostro la confirmación de que me ha gustado tanto como a ti. Y la encuentras, porque mis mofletes enrojecidos, mis ojos vidriosos y mi sonrisa son la mejor prueba de ello.

7 comentarios:

  1. Las pasiones son como los vientos, que son necesarios para dar movimiento a todo, aunque a menudo sean causa de huracanes.

    Bernard Le Bouvier de Fontenelle (1657-1757)

    Y es que si durante toda nuestra vida únicamente nos guiásemos por nuestro lado racional... todo sería demasiado aburrido. :P

    Un beso.

    ResponderEliminar
  2. Me encantan los arrebatos...
    Y la pasión que se desborda...

    Besos

    ResponderEliminar
  3. me encanta
    me encanta
    quiero un arrebato!!!!
    me lo pido

    ResponderEliminar
  4. ayyy esos mofletes sonrojados ... el calor y el sofoco después del desenfreno. ojalá te sofoques muchas, muchas veces más. Besos

    ResponderEliminar
  5. La mayoría de esas veces es cuando mejor saben esos arrebatos...

    ResponderEliminar
  6. Qué bien contado este arrebato mmmm
    Me ha gustado un montón!

    ResponderEliminar

Susurra lo que te apetezca...