domingo, 10 de mayo de 2009

Donde no existía el tiempo

Aquella habitación no era demasido grande. Estaba llena de cosas.

Reinaba un determinado orden dentro del caos.

La ventana estaba frente a la cama. Y se oía pasar a los niños cuando volvían del colegio.

Pero nada de eso hacía aquella habitación especial.

Lo que la hacía diferente, cómoda, especial, era que allí había una especie de burbuja temporal, las horas no importaban, los horarios no existían, los ciclos normales de tiempo con sus correspondientes obligaciones, ataduras, esquemas rígidos nunca traspasaban la puerta.

El tiempo se medía en pálpitos y sensaciones.

Los dos teníamos mucho tiempo. Ninguna prisa. A no ser que fuera por estudiar en profundidad el mundo del placer, la asignatura de la anatomía del otro.

Comíamos cuando teníamos hambre. Siempre a deshora.
Dormíamos cuando el deseo nos daba un pequeño descanso.
Reponíamos la nevera cuando no había más remedio.

El resto del día era una montaña rusa. O más bien un volcán en erupción constante. Pero la lava era su leche y mi deseo que fluían en torrente.

Nada más abrir los ojos al despertarnos, su erección era tan obvia que no quedaba más remedio que apaciguarla con millones de caricias, besos, gemidos.
Pero nunca teníamos bastante, siempre había que repetir.
Cuando intentábamos dormir, su cuerpo desnudo rozando el mío, su polla creciendo al roce de mi culo nos invitaba a quedarnos despiertos otro rato.
En mitad de la noche, cualquier roce encencía la chispa del deseo y nos despertábamos con sed del otro.
Siempre que salíamos de la habitación, volvíamos a ella impacientes por despojarnos de la ropa y volver a sentir el aliento del otro sobre nuestra piel.

Cualquier mirada, un simple e inocente beso, un comentario con doble sentido, la excusa del mal tiempo o la del buen tiempo, la cercanía de nuestros cuerpos en un espacio tan pequeño, el roce buscado o el casual, los momentos intencionados o los que surgían de imprevistos, todo sin excepción nos hacía caer de nuevo en la red que nos mantenía atados. La red de la pasión, del no poder parar, del no quedar nunca saciados del otro, de no tener nunca suficiente.

Será por eso que recuerdo aquella habitación con tanto cariño.

5 comentarios:

  1. Esa burbuja la da más la compañia, el acompañante... que la habitacion...

    si es solo la habitacion, ¡¡ponme 5!!

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  2. Yo tengo recuerdos parecidos de una habitación...
    Un beso grande

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  3. CNLS...
    La burbuja la daba la compañía, sin duda.

    Mónica...
    Jajaja. Te repito: "tú estás segura de que no somos gemelas?" Porque siempre tenemos un montón de cosas en común.

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  4. Estoy seguro de que sí. Es por eso. Por esto.

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  5. "El tiempo se medía en pálpitos y sensaciones."
    mmm conozco esa sensaciòn, la tengo cada vez que mi caminante se acerca a mi, el tiempo y el espacio desaparecen, todo da igual y todo es mas intenso...
    maravillosa sensaciòn, maravillosamente relatado por ti

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