miércoles, 20 de mayo de 2009

Azotes

Llevaba todo el día impaciente. No era para menos.

Lo mejor contigo es que todo lo que imagine es siempre un 1% del placer que siento después. Eres muy bueno.

Apuntabas maneras pero la realidad ha sido mucho mejor.

Llegamos helados a casa. Contengo las ganas de arrinconarte contra la puerta al cerrarla y recorrerte a besos hasta hacerte perder la razón.


Hablamos de mil cosas en el sofá. Llega un momento en que no puedo más. Necesito besarte, olerte, acariciarte.

Pero hoy mandas tú. Eres tú quien me pide que me desnude y me quede de pie frente a ti. Me acaricias. Me tienes a tu disposición. Tan tuya!

Te sientas en el sofá. Y con voz dura y un sutil gesto, me indicas que me eche sobre tus piernas. Pasas la mano por encima de mis nalgas. Me haces esperar mientras observas mi culo, disfrutando de controlar toda la situación, incluso el momento, el tiempo.
Cuando cae el primer azote, es suave. Como si me fueras preparando. Pero de mi boca escapa ya el primer gemido. Los azotes se suceden, a veces más suaves, a veces más fuertes. De entre mis piernas escapa mi excitación, mojándolo todo. Tus dedos pasan de vez en cuando por allí, como queriendo controlar si estoy lo suficientemente excitada aunque mis gemidos no dejen lugar a dudas.


Me pides que me arrodille sobre la alfombra. Me atas las manos. Me tapas los ojos. Soy una muñeca en tus manos, soy tu zorra, la que cumple tus deseos y órdenes, soy tu puta. Entregada, sumisa, obediente, conteniendo las ganas de abalanzarme sobre ti.

Me coges la mano y la pasas por encima de tu pantalón. "Mira cómo me tienes". Ufff, me gusta saberlo. Me cuesta no poder hacer nada.

Me haces inclinarme de rodillas y separar las piernas. Caen más azotes sobre mi culo. Luego me pones tu polla en la boca. No me dejas disfrutar de ella más que un momento.
Oigo cómo te desnudas. Y te arrodillas tras de mí. Me embistes. Sin contemplaciones. Siento tu polla entrar, mi coño la necesitaba. Pero paras antes de que ninguno lleguemos al orgasmo.


Desatas mis manos y atas mis tobillos. Te sientas detrás de mí y acaricias mis tetas, mi cuerpo, mi entrepierna. Intento separar las piernas para que puedas alcanzar mejor pero la cuerda me lo impide.

Vuelves a tu posición favorita, tú sentado y yo echada sobre tus piernas en el sillón.

Los azotes caen de nuevo, como una lluvia deseada en época de sequía, intermitentes, espaciados o seguidos.

Decides que me he portado bien, así que tus dedos entran en mi coño, se mueven con la habilidad del que sabe cómo hacerlo hasta que me llevan al orgasmo y me dejan estremecida, temblorosa, jadeante.

Me pides que me ponga de rodillas, sacas tu polla. No hacen falta palabras. Mi boca juega con ella. Me esfuerzo por devolverte una parte del placer que me has dado. Estás muy excitado. Alterno diferentes ritmos para retrasar tu orgasmo. En un momento dado, tu polla crece, palpita, noto la leche subir en oleadas y noto su sabor a la vez que te miro disfrutando de tu cara, de esa expresión de placer que me encanta ver y tu gemido es un poco más alto de lo habitual, lo cual me pone muchísimo.

Y eso fue sin pasar del salón. Luego siguió en la habitación. Uff, qué noche!

3 comentarios:

  1. Me intrigas, Abril.
    ¿Erótica o erotizante?
    Noches las que quieras, yo pongo el vino.

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  2. Leonardo...
    Abril? Qué Abril?

    Mónica...
    no me digas otra vez que coincidimos porque voy a ir al Registro Civil a ver si tengo una gemela. Jaja.

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