miércoles, 27 de mayo de 2009

Aspersores

Al volver del trabajo, he pasado por un jardín en el que había unos aspersores.

Me han salpicado de agua.

Me he sentido, de repente, viva, feliz.

Quizás porque lo he asociado al recuerdo de aquellas tardes calurosas de verano que pasamos juntos. A la tarde en que empezó a anochecer mientras a nosotros las horas nos parecían minutos echados en aquel jardín de la universidad, tus manos perdidas por mi cuerpo y la ropa descolocada. En medio de la vorágine de besos, de ansia de sentir la piel del otro pegada a la nuestra, nos desnudamos amparados por la sombra de aquella amazónica que nos separaba de la gente y nos dejamos llevar por el calor que emanaban nuestros cuerpos.

Estaba sobre ti, cabalgando sobre tu polla, mis manos sobre tu pecho, intentando no clavarte las uñas llevada por la pasión cuando se encendieron los aspersores.

Pero en ese momento, no nos importaba nada. Seguimos como si nada. Estábamos casi en el punto de ebullición así que unas gotas de agua no nos distrajeron.

Cuando la cordura volvió a ocupar su lugar y nos dejó pensar sensatamente, nos dimos cuenta de que estábamos empapados. Al igual que nuestra ropa.

Y de repente, nos entró la risa. Recogimos las cosas, salimos deprisa del radio de alcance del aspersor mientras las carcajadas casi nos hacían doblarnos de la risa.

Quizá sea por eso aún hoy los aspersores me hacen sentir feliz, llena de vida.

2 comentarios:

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