domingo, 17 de octubre de 2010

Como siempre, como nunca

Nunca pudo ser, incluso a pesar de saber que si hubiera sido, probablemente hubiera funcionado.
Pero no pudo ser. Tampoco puede ser ahora.
Pero a diferencia de quien estuvo de paso, él dejó huella. Fueron demasiadas cosas, demasiado tiempo, hay demasiado cariño por medio, demasiados recuerdos, demasiadas horas juntos como para hacer borrón y cuenta nueva.


Y lo más inesperado pasa siempre en los momentos más impredecibles.
Estoy de viaje, lejos de casa, cansada de reuniones insípidas. Lo último que me apetece es ir a cenar sola. Siempre me ha puesto triste cenar sola.

Así que ahí estoy, en mi habitación del hotel, con dolor de pies (malditos tacones), aburrida, con ganas de volver a mi casa.
Suena el teléfono, por un momento estoy tentada de dejarlo sonar, de no
levantarme de la cama. Venzo a la desidia y veo que me llama un número privado. Cojo. Oigo su voz al otro lado.
- ¿Qué tal niña? Cuánto tiempo!
- Hola! Pues llego ahora de trabajar y aquí estaba, aburrida. Qué tal te va?
- Como a ti. Aburrido. De viaje otra vez. Ya sabes cómo son los viajes. Estaba aquí en mi hotel sin nada que hacer y he pensado que llevaba mucho sin llamarte.
- Jajaja, yo también estoy de viaje. me he acordado de ti esta mañana porque estoy en Hamburgo que tú me dijiste que vienes mucho.
- No me lo creo. ¿Estás en Hamburgo?
- Sí.
- YO TAMBIÉN.
- No me jodas! En serio.
- De verdad.

Y así de rápido se convierte lo que iba a ser una noche aburrida en un plan apetecible. Muy apetecible.
Me vuelvo a enfundar los tacones, paseo hasta el centro y le veo. Tan irresistible como siempre, más guapo que nunca. En el centro de mí, comienza un cosquilleo que reconozco muy bien, el que siempre me provoca.
Cenamos, hablamos de mil cosas, parece que no hubieran pasado meses desde la última vez que nos vimos. Yo en realidad voy con la firme intención de que la cosa quede ahí, en la cena, quizá una copa. No le provoco, no me dejo provocar.

Salimos del restaurante. Entramos en un bar, tampoco es que en Hamburgo haya mucho donde elegir a estas horas y un día entre semana.
Me hace reír, me hace reír tanto que la gente nos mira, creo que mis carcajadas les desconciertan. Todo es como fue durante mucho tiempo, sin reproches pero a la vez es distinto, los dos en una ciudad extraña, lejos de todo lo conocido, más libres, ajenos a los cotidiano pero a la vez como siempre.

Salimos del bar. Me dice que dónde voy a dormir. Una manera como otra cualquiera de preguntarme que si compartimos cama. Le miro y le digo que no deberíamos, que él lo sabe tan bien como yo, que me voy a mi hotel. Leo la decepción en su mirada. Pero sabe que es lo mejor. Nos despedimos. Cada uno se dirige hacia su hotel.
Lo acabo de decir y ya me estoy arrepintiendo.
Ando unos pasos, malditos tacones, me giro y le veo caminar. Y sí, no funcionó, no funcionará, no volveremos a tener otras oportunidades como las que perdimos porque él llevaba otro ritmo al mío. Pero el sexo ha sido siempre especial, una explosión tras otra, el único sitio donde nunca hubo perdedores, el lenguaje en el que tan poco nos cuesta expresarnos, probablemente el mejor sexo que ninguno de los dos hemos tenido nunca.
"No lo dejes pasar, no te arrepientas mañana de lo que no has hecho" me digo a mí misma. Y grito su nombre. Dos veces antes de que me oiga. Voy hacia él tan deprisa como mis pies me permiten. Malditos tacones.
- Si áun no has cambiado de opinión, aunque no debiéramos, me apetece mucho dormir contigo.
Sonríe, se le ilumina la mirada, me besa.

En la habitación, nos sobra la ropa, nos falta el tiempo para recuperar el sabor de la piel del otro, el reloj es como un verdugo que nos roba minutos, el amanecer se cierne sobre nosotros como la hora de la separación, otra vez, tan lejos de todo lo conocido pero tan parecido a lo de siempre.

Hay constantes que no cambian. Se modifican las coordinadas espacio-temporales, cambia el escenario, el calendario marca otra fecha, pero lo sustancial, lo importante, lo imprescindible, lo que nos une, eso sigue ahí, inamovible, como una ley de la Naturaleza que se resiste al paso del tiempo, a la evolución natural en la que transcurren nuestras vidas. Eso somos él y yo. Siempre igual pero siempre distinto.
Y follar con él es justo como recordaba pero tan distinto a todo lo que esperaba. Tan bueno como siempre y a la vez mejor que nunca. Igual pero distinto.

11 comentarios:

  1. Qué gran coincidencia...si es lo bueno de viajar, conoces gente, incluso la que ya conocías...

    Besos de ida y vuelta

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  2. Maravillosa coincidencia. El destino es caprichoso a veces. Yo hubiera hecho lo que tú.
    Besos.

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  3. El destino y sus increíbles anécdotas. :)

    ¡Un beso!

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  4. Hay conexiones que no se acaban nunca, que no se llegan a desconectar nunca. Eso es cierto.


    (¿Hamburgo?, :-), esto sí que no me lo esperaba....)

    un beso,

    K.

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  5. Lo mejor el final

    que bien y que ricos saben esos polvos, te lo digo por experiencia

    saludos

    Manuel

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  6. Que sí....que ya me he renovado el pasaporte....por lo que pueda pasar.

    ;DD

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  7. Me encantan las casualidades!

    Besos.

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  8. Todos odiamos cenar solos en restaurantes de ciudades extrañas. Todo igual todo distinto ¿no es eso lo único que importa?

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  9. Hyku...
    Viajar suele ser siempre bueno.

    Carl...
    Las coincidencias que te regala la vida.

    Juancho...
    Por eso digo que siempre ocurre lo que menos te esperas.

    Trasto...
    Hay conexiones que duran toda la vida.
    No te esperabas lo de Hamburgo? Jaja, al leerme tengo pinta de viajar más por la provincia de Toledo o cómo?

    Xana...
    No sabes tú bien lo bueno que fue.

    El guardián del Faro...
    Ten preparado el pasaporte que nunca se sabe. Pero vamso que a Hamburgo llegas de sobra con el DNI.

    La brisa de la noche...
    Y qué es la vidsa sino una constante espiral?

    Jauroles...
    Sobre todo si son buenas.

    Tom...
    Todos lo odiamos pero algunos disimulan mejor. Lo único que importa es vivir cada momento.

    Besos a todos

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