martes, 22 de junio de 2010

Bendito internet (II)

Aquí empezó todo.

Así fue el día que quedé con el cámara de TV.


Hemos quedado en un bar cerca de su casa.
Voy subiendo la calle. Llego tarde pero no ando deprisa porque siempre llego tarde, porque sé que él es tan impuntual como yo y porque estos tacones me matan.

Llevamos así como 4 años sin vernos. Así que voy un poco pensando a ver qué pasa. A veces las cosas del pasado se idealizan, la gente cambia mucho y quizás me he hecho demasiadas ilusiones.

Llego a la puerta, doy las últimas caladas al cigarro y voy a entrar cuando le veo venir.
Y zas!, de repente, en una milésima de segundo algo me recorre el estómago, una bruma me envuelve y tengo la misma sensación que hace 5 años. Estoy allí de pie pero en realidad estoy a la vez en el bar donde le ví la primera vez. Tengo 5 años más pero me vuelvo a sentir como entonces. Viene andando, sigue siendo puro morbo, pura fibra, tiene el pelo más corto pero es el mismo. Y vuelvo a sentirlo, vuelvo a quemarme por dentro, siento un ardor que arrasa mis entrañas, mi tanga y la poca sensatez que me queda.
Me reconoce, me sonríe y ni siquiera podría decir si le sonrío yo a él porque estoy luchando con mi cuerpo para mantener la compostura, convenciéndome a mí misma de no decirle que no quiero tomar nada, que quiero follarle, ya, ahora mismo, que no quiero esperar.
Es un tío muy majo, nos echamos unas risas pero en realidad no tengo demasiado de lo que hablar con él (y mira que yo hablo, eh? jajaja), tenemos pocas cosas en común pero me inspira un morbo incontrolable, me enciende hasta que me quema el cuerpo.
Los pasos que le separan de mí los recorre en unos segundos pero en ese tiempo yo acabo de vivir un carrusel de sensaciones que no creo que se imagine.
Por esa esquinita del cerebro que controla el deseo me han pasado a una velocidad pasmosa pero aún así llenas de intensidad miles de imágenes con él.
Y me ha dado tiempo para fijarme en los pliegues que hace su vaquero al andar y en esa camisa (eso es nuevo porque él era el chico de las camisetas) con las mangas vueltas que marca sin apretar y joderrrr, eso no mejora mi estado de efervescencia en este momento.
- Hey, cuánto tiempo, qué guapa estás!
Sigue teniendo ese acento. Mmm.
Intento decir "tú sí que estás guapo" pero debe ser que mi cerebro no abarca tantas cosas a la vez porque de mi boca no se escapa ni una palabra. Es mi mano la que toma la iniciativa, la que se posa en su cintura y cuando me va a dar dos besos, mi cara, como movida por un resorte, le esquiva y se lanza a su cuello (recuerdo que eso le encantaba tanto como a mí). Lo mordisqueo, lo beso y pegada al lóbulo de su oreja, me salen las palabras, pero no las que quería decir sino otras. - Mi lengua viene hoy juguetona, ten cuidado.
Me mira, sonríe, pero en los ojos tiene ya ese brillo que recuerdo tan bien, ese brillo que siempre precedía a una tempestad.
Sí, entramos a tomar algo, pero dejamos la caña a medias, apenas unos sorbos fríos no consiguen rebajar el calor que tenemos dentro. No sirven para aplacar el ansia de desnudarnos. Se quedan cortos para enfríar el ambiente. No sé si es resto del bar nos mira. Me importa más bien poco mientras siento su lengua adentrarse en mi boca, sus manos rozando mi piel y su voz susurrándome al oído cosas que me ponen la piel de gallina.
Nos vamos porque no tiene sentido esperar más cuando el deseo te puede, cuando engulle lo que te rodea y se zampa tu cordura, una palabra que en ese momento sonaba a vocablo chino sin sentido.
Su casa está cerca pero el trayecto se nos antoja eterno a pesar de recorrerlo casi a zancadas.
Vive en el piso abuhardillado de entonces, tiene el mismo sillón destartalado de indefinible color gris-beige-marrón, sigue teniendo dos cubiteras vacías en el congelador y usando el mismo gel de ducha. El mismo cuerpo, la misma fibra, el mismo acento. Hay cosas que no cambian, permanecen.
Pero ahora lleva camisa, tiene más experiencia, lleva el pelo más corto y ha perdido timidez.

Lo demás fue revivir lo de siempre con la experiencia de ahora. Mejorar, en una palabra.
Me faltan palabras para describir esa especie de fuego que nos quema cuando estamos desnudos, el ardor de los besos que abrasan, las embestidas de la pasión.
Pero si al principio me acechaba el miedo a empeorar su recuerdo repitiendo después de tanto tiempo, ahora he de decir que las segundas partes no sólo pueden ser buenas sino que a veces son mejores incluso.

8 comentarios:

  1. Eso es conexión sexual 100%!

    Besos.

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  2. Qué bien. Me alegro :D

    ¡Un beso!

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  3. suele pasar eso cuando ves a alguien q te gusta o con quien has estado, aunq no siempre se tiene la suerte de volver a repetir,, pero me alegro q lo hicieras es bueno desahogar todo lo pasado en pasion y sexo,,, bonita entrada, besos

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  4. Perder en timidez es ganar en ganas de vivir. Me quedo con tus segundas partes, las mías siempre han sido peores. Es triste cuando te das cuenta de que no ardes ya con esa persona.
    Sigue que te sigo ;)

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  5. Genial! Recordar y repetir buenos momentos así. Besos!

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  6. Esto me ha parecido brillante:"Nos vamos porque no tiene sentido esperar más cuando el deseo te puede, cuando engulle lo que te rodea y se zampa tu cordura"

    Me alegro que lo disfrutaras.

    :*

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  7. Jauroles...
    Ni que lo digas.

    Secreta...
    Más me alegro yo. Jeje.

    Sinue...
    El sexo es el mejor desahogo.

    Tom...
    Yo también he tenido alguna segunda parte que estropeó el buen recuerdo de la primera.
    Sígueme, yo te sigo (es esto una espiral o la pescadilla que semuerde la cola?)

    La brisa de la noche...
    Esta vez tuve suerte.

    Doctor Love...
    Lo genial es vivir esos momentos.

    Beige...
    Más me alegro yo de haberlo disfrutado, créeme, Jeje.

    Besos a todos.

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