Una mesa, llena de amigos, cenando. Risas. Recuerdos. Anécdotas.
Ella le mira, él sonríe. No dicen nada pero sus ojos dicen todo.
Se despiden y cada uno emprende el camino que han decidido pero sienten que cada paso se les hace un abismo insoportable.
Ella está recostada en la cama, viendo las luces de la ciudad.
El móvil sobre la mesa, lejos, para evitar tentaciones.
Echándose en cara no haber podido ser lo que él quería, no poder corresponder sus sentimientos.
Sin poder quitarse de la cabeza sus gestos, su mirada, el deseo que desata su cercanía.
Él esta en su piso, en el salón, intentando distraerse viendo algo en la tv que no le interesa.
Para no ir a la habitación, porque todo le recuerda a ella. Porque esa habitación huele a ella, porque su imagen está en cada rincón.
Y mil veces coge el teléfono pero no se atreve a llamarla, no puede decirle lo que siente sin que ella haga un mohín y se distancie más.
Ella se reprocha no haber caído en la tentación.
Él no soporta la idea de dormir sin ella, de no sentir su piel.
Ambos tienen en la boca ese sabor amargo que deja la melancolía de lo que fue, la rabia de no haber actuado de otra manera, el sinsabor de lo que no puede ser.
Y así suelen acabar las historias.
Pero ella se resiste, se revuelve contra lo que podría ser de otra manera.
Coge el teléfono, marca el número que sabe de memoria, aprieta cada cifra despacio, dejándose tiempo para arrepentirse. Deja el teléfono. Recapacita. Y por fin, su dedo aprieta la tecla de llamada, ya no hay vuelta atrás, oye los tonos mientras piensa "ya está hecho, a ver cómo sale" y le invade de repente una tranquilidad que no sentía desde hacía horas, sabe que es mejor perder que no participar en la competición.
Él oye el teléfono, el corazón le da un vuelco, agradece que ella haya dado el paso que él no se ha atrevido a dar. Coge e intenta aparentar una normalidad que no siente porque el corazón le palpita como si fuera a estallarle. Ella lo nota, sabe que su tranquilidad no es más que una fachada.
Quedan. Ella va al piso y pasa lo que ambos desean. Se consumen en el fuego que nunca terminó de apagarse. Se queman en los besos del otro, arden sus pieles, crepitan al son del deseo, dejan que se chamusquen los malos ratos y se pierden en las llamas que avivan el vaivén de cuerpos hasta llegar a la pira final.
Ha merecido la pena. Ha sido una buena decisión.
Y por una vez, cuando se despiden, ella le mira implorante para que él no lo estropee y él no le hace sentir culpable. Se despiden con un beso lleno de pasión y de cariño y prometen verse pronto de nuevo. Aunque los dos saben que no siempre va a salir así de bien.
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ResponderEliminarAhi quedaba rescoldo y claro, con cualquier chispita se aviva el fuego..
ResponderEliminarUn beso grande.
En este tipo de relatos es en los que se ve con claridad el tipo de juego al que jugamos todos: un paso adelante, otro atrás, tentación contra miedo, riesgo medido o no, las cartas caen sobre la mesa y a lo que salga. Y la valentía de aceptar eso. Muy bien descrito.
ResponderEliminarSabes qué pasa? que es muy fácil enamorarse de ti, posiblemente a él ya le haya pasado, y es complicado mezclar sentimientos. Muchas veces es mejor dejar que la llama se apague, aunque mira que nos gusta quemarnos!!
ResponderEliminarBESOS
No te imaginas lo familiar que me resulta la situación que describes.
ResponderEliminarUn abrazo!
http://tentretengo.blogspot.com
Que bonito lo has contado...
ResponderEliminarEsa situación la he vivido algunas veces...
Porque hay veces en que como tú has dicho acaba bien...
Un beso enorme
Muy blanda te he visto ;o)
ResponderEliminarMe encanta lo de la aparente tranquilidad, todos los días la practico yo.
Besitos
Serenidad...es una buena lección...besos.
ResponderEliminarEn efecto, casi siempre acaba en la añoranza frente a un televisor, sin dar un paso adicional
ResponderEliminarBesos silenciosos
Este post te ha quedado como una proyección de la timidez del anterior. Pero esta vez -como también suele ocurrir- ambos son tímidos. La timidez, por lo tanto, no es patrimonio exclusivo de los hombres: ya nos vamos centrando.
ResponderEliminarEs algo que necesito experimentar antes de morir.
ResponderEliminarQue me suplique en mitad de la noche que vaya con ella porque le quedó un rescoldo que apagar...
Una buena historia de vez en cuando no le sienta mal a nadie...
ResponderEliminarAunque si las vives siempre es mejor, por supuesto.
Un beso.
Granaino...
ResponderEliminarMe alegro de haberte traído un buen recuerdo a la mente.
Martín...
Precisamente ése es el problema que con nada se aviva el fuego.
Subterráneo...
Lo malo es que en estos juegos siempre sale alguno escaldado.
Phamtom37...
Jajaja, gracias por lo que me toca.
Jauroles...
A ver si vas a ser tú el protagonista, jajaja.
Mónica...
Todos hemos vivido algo así. Menos mal que a veces acaba bien.
Soie...
Siempre hay quien te hace ser blanda.
La brisa de la noche...
Demasiada serenidad no debe sentar bien creo yo. Más si es fingida.
Hyku...
Yo me resistí a que acabara así.
Senxual...
En este post no se habla de timidez por llamarse sino de miedo a hacerse daño mutuamente.
elhdn...
Jajaja. Pues suerte en buscar quien te lo pida.
Juancho...
Una buena historia siempre merece la pena.