martes, 10 de noviembre de 2009

En silencio

Es la hora de las pérdidas. De los desmembramientos.
Del último bar hemos salido 10. 8 íbamos a ir al bar siguiente pero sólo 6 nos hemos puesto en camino. Quedamos 5 porque uno se ha quedado hablando con una conocida. Hacemos una cola que parece que en el bar regalaran las copas y perdemos a otro más en la entrada. Entramos 4 del grupo inicial de 10.

La música está altísima. Yo tengo poca voz ya a estas horas. Me pido la que de verdad espero que sea la última copa. Me río, escucho, hablo poco. Lo estoy pasando bien. Muy bien.

Voy al servicio. Veo los estragos de la falta de sueño en mi cara. Pero aún así los ojos me brillan, destellan, muestran lo feliz que soy. Porque lo del otro día no cuenta, porque es mejor olvidarse lo antes posible de según qué cosas...Así que me miro y a pesar del cansancio luchando por colarse en mi rostro e instalarse allí, mis ojos desmienten lo obvio y brillan con luz propia. Me gusto y me gusta lo que transmiten mis ojos.

Por un momento, soy consciente de lo patético de la situación. Estoy en un bar bien entrada la noche, mirándome en el espejo del baño de tías fascinada por el brillo de mis ojos...jajajajaja.Qué malo es el alcohol!

Salgo del baño aún sonriendo. Giro la cabeza a la derecha y allí está. Plantado como un Adonis con la espalda apoyada en la pared. Estoy tan cerca de él que nuestros brazos casi se rozan. Y me mira. Juego su juego, no retiro la mirada. Sonreímos a la vez.
El momento tiene magia. Temo que salga su novia del baño y nos corte el rollo.

Me alejo un poco, voy hacia la barra donde están mis amigos. Intento no pensar en su mirada aún abrasándome por dentro. Giro la cabeza y me sigue mirando.
No sé si me está echando un pulso, no sé si pretende jugar a ver quién toma la iniciativa, pero no me apetece esperar.
Desando el camino hacia él. Me acerco a su oído para no tener que forzar la voz mientras poso mi mano en su hombro y dejo que mi pecho le roce fugazmente. "Qué guapo eres, no?".
Sonríe echando la cabeza hacia atrás, dejando indefenso el cuello que tanto me gustaría morder ahora mismo.

La verdad, ahora que lo pienso, no sé si se le podría definir como guapo. Era muy atractivo, era interesante, tenía una mirada profunda y un cuerpo fibroso pero no entraba en el canon al uso de guapo.

Me acabo la que iba a ser la última copa hablando con él. Me tomo la que definitivamente va a ser la última, eso seguro, lo prometo.
Mientras pedimos la última, me coloco detrás y me fijo en su culo. Mmm.

Sus brazos me rodean, sus labios inician una danza sobre mi cuello. Se me eriza el vello.

Entre sorbos de alcohol y miradas que dicen todo sin abrir la boca, me estoy poniendo muy cachonda. Mis manos se pierden un momento debajo de su camiseta, rozo los músculos duros de su abdomen, sus manos me sujetan y rodean allá donde se acaba la cintura y empieza la curva de mi culo.

La copa está fría por fuera. Dentro yacen los hielos derretidos por el fuego que emanamos. Pasa sus dedos por el frío cristal y los desliza de mi cuello al nacimiento de mi escote. Ardo por dentro en un fuego que me impele a no esperar más.


Nos ponemos las cazadoras. Salimos del bar. En la primera calle donde reina la oscuridad doblo y apoyándole sobre un coche le como a besos. Froto mi ingle con la suya, siento sus gemidos suaves. Los besos se tornan más lascivos, más sucios, más intensos.

De mis entrañas mana humedad. Rozo el orgasmo allí, de pie, mientras sus manos acarician mis más que duros pezones sobre la ropa. Me está volviendo loca.

Nos montamos en un taxi. No puedo dejar de acariciar su polla sobre el pantalón. Guardo la compostura para no abrir la cremallera y dar rienda suelta a mis más bajos instintos.

Subimos. Sólo hay una condición: no podemos hacer ruido, no vive solo.
Me quito los zapatos. Entramos discretos pero en cada rincón del pasillo paramos para besarnos y meternos mano como dos adolescentes que saben que queda poco para probarse, para sorber el placer del otro.

Cerramos la puerta de la habitación. Nos falta tiempo para quitarnos la ropa.
No estamos cachondos, estamos en un nivel superior. Estoy tan puta que cada roce me estremece. Las hormonas bailan al son de sus dedos. Me mojo más cuando me mira. Se me endurecen los pezones cuando le veo así de cachondo.

Tiene su morbo no poder hablar, no poder decir nada, no poder gemir a pesar de desearlo, a pesar del jadeo que nace en mis entrañas y se apaga irremediablemente cuando llega a la punta de mi lengua. Nos excitamos con miradas, con gestos, con el cuerpo. Los ojos hablan por nosotros. Tenemos un lenguaje propio. Entornar los ojos, abrirlos desmesuradamente, dejar caer los párpados, respirar hondo hinchando el pecho, morderse el labio, resoplar sin ruido, una mirada profunda y directa, todo eso conforma el idioma en el que nos transmitimos sensaciones.

El ansia nos corroe pero él consigue la mezcla perfecta de delicadeza y emputecimiento. Me muerdo el brazo para no gemir porque sus caricias en mis tetas me van a provocar un orgasmo. He llegado a tal punto de excitación que no necesito que me toque más allá.
El cabrón lo sabe. Y para. Me deja de nuevo como en el callejón, al borde de un orgasmo que parece que no va a llegar nunca porque él consigue siempre alejarlo distrayéndome con otra cosa.

Cojo su polla. Está durísima. Firme. Noto cómo la sangre corre por la vena que la recorre. El capullo reluce con las primeras gotas que se escapan. Quiero probarla, empacharme de ella. Le tumbo en la cama y saco todo lo que llevo acumulado. No me veo pero imagino mi cara, puro reflejo de la lascivia que me invade. Paseo mi lengua por su capullo, despacio, ahora te toca sufrir a ti. La ensalivo, me gusta cuando se desliza con facilidad, relamo, chupo, succiono, pongo mi lengua dura y la muevo con rapidez sobre la zona donde se une el capullo y la piel que sube y baja. La engullo profundamente, muevo la cabeza, no dejo de mirarle. No puede decir nada pero aprieta los puños y tensa el cuerpo mientras su cabeza cae hacia un lado y suspira. Mmmm.

Se incorpora y me tumba junto a él. Me susurra al oído: "ahora te vas a enterar...que sepas que lo que más me gusta en el mundo es comer el coño". Ole, ole y ole!
Tú mismo...soy toda tuya.
No se conforma con provocarme un orgasmo. Quiere dos. Y yo me dejo en el brazo la marca de mis dientes para amortiguar los gritos que luchan por salir de mi boca y extenderse por el vecindario.

Luego, aún con la neblina en mis ojos del ultimo orgasmo, aún con la piel de gallina y aún con el cuerpo tembloroso, me sienta sobre él, coloco mis manos sobre su pecho y me muevo, a veces en círculos, a veces arriba y abajo, a veces atrás y hacia delante hasta que me recorre de nuevo una oleada de placer que me deja por unos segundos sin aliento, sin fuerzas. Pero me sigo moviendo porque sus ojos me lo piden, porque su polla dentro de mí me dice que quiere más, que no pare, así que mis caderas obedecen, impulsan de nuevo mi cuerpo y acabamos en un orgasmo casi a la vez. No podemos gemir, no podemos jadear pero eso creo que sólo consigue que la tensión que no podemos expulsar en forma de voz se transforme en un placer aún mayor. Todas las terminaciones nerviosas de mi coño notan sus palpitaciones. Él me mira con esa cara tierna de niño satisfecho que a veces queda después de tanto deseo reprimido durante horas. Fuera es de día pero no tengo ninguna prisa por irme. Aún no.

9 comentarios:

  1. No sé si hubiera podido aguantar callada...

    Besos

    ResponderEliminar
  2. Dices mucho no hablando.. pero eso no es lo importante

    ResponderEliminar
  3. Genial!

    De principio a fin, y ese punto de estar en silencio... sencillamente insuperable.

    Tampoco estoy muy seguro sobre si hubiera sido capaz de reprimirme...

    Un Beso!

    ResponderEliminar
  4. Debes ser una grandísima folladora :) lo que si eres seguro es una gran escritora :P Besos

    ResponderEliminar
  5. La brisa de la noche...
    estos silencios alimentaron mi hambre de más!

    Mónica...
    Ufff, cuesta mucho pero tiene su recompensa.

    Ceci Bravo...
    En el silencio descubrí que hay de verdad gestos que valen por mil palabras.

    Juancho...
    Te digo lo que a Mónica. Tiene su recompensa. Merece la pena.

    El octavo pasajero...
    Jajaja, creo que ninguna de las dos. Pero con mucho empeño por mejorar y superarme día a día. Gracias en todo caso.

    Besos a todos!

    ResponderEliminar
  6. Gracias por tu visita y comentario. A mí también me ha gustado mucho tu sitio.... volveré.

    Si no te importa te enlazo?...

    Un beso grande.

    ResponderEliminar
  7. sigues tan sencual como siempre... hacía tiempo que no me pasaba por aquí y no defraudas!

    ResponderEliminar
  8. Erotismo...
    pues no tardes tanto en volver la próxima vez!!
    Besos.

    ResponderEliminar

Susurra lo que te apetezca...