domingo, 2 de agosto de 2009

Sus gemidos

Me encantan las noches de verano en Madrid.
Pero esta noche no hace demasiado calor. Corre aire.

Estoy en algún sitio al que no sé si sabría volver a llegar con el coche.
Mi coche aparcado. El de él también.

Estoy sentada en el capó del coche. Y estamos hablando.
Estoy tan concentrada en la tensión sexual que me inspira él que no me doy cuenta de que me están cayendo gotas de agua que el viento transporta desde unos aspersores cercanos.

Lo mejor de todo es que él no es consciente de lo bueno que está. De lo bien que le queda esa camiseta roja. De la atracción que provoca su mirada. De la humedad que me inspira su sonrisa. De lo que me incita su cuerpo.

Llevo un vestido fino. A ratos temo que la dureza de mis pezones atraviese la fina tela.

Y por fin se acerca. Me besa y esos labios, la forma, su manera de usarlos prometen pasión, locura, derroches de placer.

Mis manos ya no pueden contenerse. Su excitación presiona mi muslo. Su lengua se enlaza en la mía. Mi cuello recibe su atención.

No pasa prácticamente nadie. Pero tampoco me fijo, estoy perdida entre sus ingles, dejándome llevar por el momento, intentando ir despacio pero cada gemido que no puede controlar me enciende más, me obliga a seguir, pponiendo cada vez más énfasis, más ganas.

No podría explicarlo pero sus gemidos me traspasan el cerebro, es lo único en lo que pudo concentrarme, me provocan tanto que mi tanga rebosa sexo.
Gime más. Más fuerte, más alto, más intensamente. Sigo. No puedo parar. Necesito oír el gemido final. Quiero que los gemidos aumenten, que suban de intensidad, que pida más, que llegue un momento en que los gemidos sean la traducción de lo que me dice su polla en la boca, que expresen la expresión máxima de dureza que siento presionar mi lengua y mi garganta.

Anhelo el gemido por exelencia, el que supera a los demás en volumen, el que escapa de su boca a la vez que mi lengua siente el placer disparado al fondo de mi garganta...y los gemidos de después, más suaves, como si no le quedaran fuerzas, como si la fuerza hubiera escapado de su cuerpo para buscar sitio en el mío, en el sabor que queda en mi boca. Gemidos más suaves mientras su cuerpo recupera el aliento, el corazón vuelve a latir al ritmo normal y le invade una inmensa relajación que sobreviene tras una explosión tal de placer.

Se preocupa por mí, me hace llegar al orgasmo...me deja satisfecha.
Con ganas de repetir, de más, de saciarme de él.

Decía después que no podía quitarse de la cabeza mi culo con el vestido subido y las nalgas pidiéndole ser sujetadas mientras me embiste.

Yo no puedo quitarme de la cabeza sus gemidos.

4 comentarios:

  1. Impresionante, como todos tus textos.

    Te estuve leyendo y es un peligro para un lunes por la mañana.

    Un beso!

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  2. Te entiendo... a veces el placer que te causa el otr@ empieza sin tocarte cuando tú sabes transportarl@ tan alto que casi le rodean las nubes..

    besos dulces..

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  3. Ummm, delicioso. Los gemidos también me ponen, y leyéndote, aún mucho más.
    Besos. Carl.

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