viernes, 28 de agosto de 2009

El "fresco" (II)

Les digo a mis amigas que me quedo.

Nos tomamos una copa más con sus amigos. Pero él se comporta como si el "quédate" de antes no hubiera existido. La situación empieza a recordarme a los 15 años. Como yo aún no me creo que le ponga, no me decido a tomar la iniciativa.

Voy al servicio. De camino la imagen de su torso en la playa me tortura, su susurro y su aliento en mi piel aún me queman en el cuello, la sangre me hierve de deseo, mi coño es un mar que ignora las dudas que se empeñan mi sensatez y mi cordura en anteponer al deseo. El calor me invade.

Cuando vuelvo, han decidido ir al siguiente bar. Voy firmemente decidida a irme a casa después de la siguiente copa. Pasamos a empellones por una calle muy concurrida, me pisan unas cuantas veces, me empujan el doble, la calle está abarrotada. Él va detrás de mí y pone su mano en mi cintura. Giro la cabeza, él sonríe. Ya sólo puedo concentrarme en el calor que desprende su mano, en la pasión que se manifiesta por cada poro de mi piel. No puedo más. Me giro y le beso.

Responde a mi beso como si fuera lo único que llevaba esperando todo el día, estamos en mitad de una calle totalmente abarrotada de gente, pero el mundo ahora mismo no existe, siento mis oídos como taponados, sólo oigo mi propia respiración alterda, sólo siento sus labios y sus manos en mis caderas.

Nos separamos. Su mirada ha cambiado...el "fresco" ha salido de la coraza de timidez que le ocultaba.

Tira de mí y salimos del maremagnum de gente. A cada paso paramos a besarnos con una intensidad y un ansia que no tenía hace mucho. Sus susurros en mi oído con esa voz marcada por el deseo me hacen temer que mi primer orgasmo tenga lugar sin que ni siquiera me haya tocado más allá de la cintura.

Tras una buena parte del trayecto, me doy cuenta que no sé dónde vamos. Al poco llegamos a una casa. Abre. Ni siquiera podría decir cómo era la entrada, el pasillo o el salón. Era imposible fijarse cuando su cuerpo se iba desnudando ante mí, cuando sus caricias iban adquiriendo una intensidad que me hacía perder los papeles y la paciencia.

Sólo sé que entramos en una habitación y justo al cerrar la puerta, me inmovilizó contra ella, su cuerpo haciendo de barrera infranqueable, mis manos sujetas en alto por las suyas y su boca alternando susurros en mi oreja con húmedos y excitantes besos en mi cuello.

Pocas veces (creo que nunca) un desconocido ha despertado en mí tantas sensaciones, tanta impaciencia, tanta ansia por llegar al orgasmo.

Su respiración estaba alterada, el pecho le subía y bajaba ostensiblemente al inspirar y expirar pero controlaba la situación, sabía cómo volverme loca sin llegar al orgasmo.

Sus manos aún sujetaban las mías pero su boca traspasó la frontera de mi cuello y se adentró en lo que hasta entonces era territorio desconocido para él. Mi vestido le ofrecía vía libre a mi canalillo y por allí paseó su lengua y sus labios incansables.

Las piernas me temblaban. Ni siquiera me había rozado lso pezones y yo ya sabía que si lo hacía iba a conseguir que me corriera allí mismo, en ese instante.

Soltó mis manos para quitarme el vestido. Sus ojos brillaron al ver mis tetas liberarse del sujetador. Mis pezones aparecieron erectos, oscuros, pidiendo la guerra que mi cuerpo necesitaba, exigía a gritos.

Ya me preparaba para disfrutar de su cuerpo pero él tenía otros planes. Humedecidos sus dedos, no daban tregua a mis pezones que se erguían hasta el límite conocido mientras él de rodillas, saboreaba los frutos de su provocación, de mi deseo incontenible. Y así, con la espalda contra la puerta, mi rodilla sobre su hombro y su lengua trazando círculos y espirales que me conducían al orgasmo, descubrí que el tímido no lo era tanto o que al menos se había soltado la melena. Y me corrí, en un orgasmo tan esperado y tan intenso que mis piernas temblaron al ritmo del resto de mi cuerpo hasta que mis rodillas se negaron a sostenerme por más tiempo y fuí resbalando despacio hasta quedar sentada contra la puerta y mi boca aún dejando escapar jadeos.

Allí estaba mi fresco, mirándome con esa media sonrisa de satisfacción que se le queda a uno cuando ve que la otra persona disfruta así y mirándome se empieza a desnudar. Me hubiera encantado ayudarle pero mis rodillas no respondían mis órdenes así que le observé mientras cada prenda caía. Y cuando apareció su polla, dura, erguida formando un perfecto ángulo de 90º con su cuerpo, mis rodillas empezaron a obedecer.

De rodillas, besé sus piernas, sus muslos, sus ingles, su abdomen, su pubis, sus caderas y su culo deleitándome en cada parte, dedicándole el tiempo que merecían y cuando unas gotas resbalaban de su polla, saqué la lengua y las lamí, viciosa.

Su polla se perdió dentro de mi boca, mi lengua imprimió presión sobre su capullo y mi boca acogió cada gota que derramó entre estertores de placer, jadeos y suspiros mientras las piernas le temblaban ahora a él. Su leche sabía como yo imagino que sabe el elixir de los dioses.

Y pasamos a la ducha, más relajados, más tranquilos, incapaces de separar las manos de la piel del otro hasta que el agua que rodaba por nuestros cuerpos y se perdía por el desagüe se mezcló con mis jugos y su elixir de nuevo. Me penetró mientras mis manos intentaban no resbalarse por la pared de la ducha incapaces de sostenerse cuando mis caderas seguían el ritmo de sus embestidas.

Luego fue la cama testigo de dos cuerpos entrelazados, de su polla dura de nuevo como si fuera la primera vez, de sus gemidos cuando mi lengua fue bajando por todo su torso, su abdomen, sus huevos y se perdió en su culo y mi mano le masturbaba. La cama podría contar que me puso a 4 patas y me penetró lento, despacio, volviendo a jugar a ponerme impaciente de deseo, llevándome al límite pero sin dejarme llegar al punto sin retorno. El cabecero de la cama seguro que recuerda aún sus manos aferradas a él cuando mis caderas rotaban sobre su polla cabalgándole como una experimentada amazona. Las paredes aún retienen el eco de nuestras voces pidiendo más, de las cadencias de voz pasando de relajadas a impacientes, de necesitadas a imperiosas.

Y llevo dos posts. Y aún así me dejo la mitad en el tintero. Menuda noche!.

5 comentarios:

  1. A mi me encanta esa nochecita que cuentas...
    Un beso guapa

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  2. Y según parece... lo que queda...

    Un beso.

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  3. menudo rato divertido jeje. Muy bien contado. Gracias por tu visita ¿Piensa en el instante eh? Tienes donde elegir :P

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  4. La brisa de la noche...
    Pues sí, qué noche!!

    Mónica...
    créeme, a mí me encantó aún más que a ti, jejeje

    Juancho...
    Sí, han quedado cosas en el tintero pero ésas me las reservo para mí

    El octavo pasajero...
    Gracias por devolverme la visita.

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