miércoles, 26 de agosto de 2009

El "fresco" (I)

Me he quedado dormida al sol. Me despierto, con la piel caliente, la mente un poco aturdida por el calor y la resaca del día anterior y la mano dormida por una mala postura.

Estoy aún intentando abrir los ojos. Ni rastro de mis amigas que se habrán ido a dar un paseo de ésos interminables de dos horas porque dicen que no hay nada mejor para combatir la resaca (paso de probar el método, me da a mí que no funciona).

Haciendo un esfuerzo sobrehumano, voy hasta el chiringuito y me compro una Coca-Cola. Al salir del chiringuito, una voz me llama. Me giro, enfoco la mirada, veo a alguien que me saluda. Cuando se va acercando, reconozco al de ayer por la noche. Al que mis amigas y yo hemos apodado "el fresco". No porque sea un caradura sino porque es como una pieza de fruta que te comerías a mordiscos sin quitarle ni la piel, como un soplo de aire que te recorre la piel cuando le tienes cerca, como un tío, para explicarlo mejor, que está para hacerle unos cuantos favores, todos sexuales eso sí.

Para variar, se sabe mi nombre pero yo no tengo ni idea del suyo.

Ayer, como a mitad de la noche, él y sus amigos estuvieron hablando con nosotras. Unos tíos muy majos, un par guapetes y él, que era un fresco con todas las letras. Coincidimos en un bar, fuímos juntos al siguiente y nos despedimos cuando el alcohol nos avisó de que era hora de irse a casa.

El pueblo no es grande, pero playas hay a patadas y justo está en el chringuito al que voy yo. (No quiero mencionar de nuevo que debo tener un pacto con el diablo porque esta suerte si no, es imposible tenerla).

Llamándome siempre por mi nombre, parece que para ponerme en la vergonzosa situación de decirle que no tengo ni idea del suyo, me pregunta qué tal, etc etc, típica conversación sin más.

Le digo que me voy a la playa, que estamos allí. Me pregunta dónde, le explico y me dice que lo mismo luego se pasan (entiendo que sus amigos están en algún sitio del chiringuito).

Me vuelvo a la toalla, me bebo la Coca-Cola, me fumo un cigarro, leo un rato y oigo que alguien me dice hola. Me giro. El fresco sin camiseta no es un fresco sino un fresquísimo. Dios!!. No tengo hipo pero si lo tuviera se me hubiera ido de la impresión de verle. Viene solo porque sus amigos prefieren seguir en el chiringuito que hace menos calor y hay música. Echa su toalla, nos ponemos a hablar. Muy majo, como siempre. Mis ojos sin dar crédito a los músculos de su abdomen, los de sus caderas, los de sus hombros, un cuerpo fibroso de los que me gustan. Y una sonrisa preciosa. Moreno por el sol. Encima simpático. Yo ya no sé si el calor es del sol o del deseo que me recorre las venas, cada glóbulo, cada neurona, cada músculo, cada parte ínfima de mi cuerpo piden a gritos que me abalance sobre él pero mantengo la compostura.

Llegan mis amigas. Ya acercándose a la toalla abren los ojos como platos al reconocer al fresco de anoche. Al poco aparecen sus amigos porque el sol ya no pica tanto y nos reímos un buen rato todos. Quedamos para esa noche.

El trayecto de vuelta a casa se nos va en una intensa discusión acerca de si el fresco me busca (teoría de mis amigas) o no (mi teoría). Defiendo mi opinión que es que no creo que un fresco tan fresco se fije en mí cuando hay tías a patadas bastante más monas que yo. (Por lo visto me subestimo)

Salimos por la noche. Fresco va vestido guapísimo. Yo recojo la baba que me cuelga de la comisura de los labios.

La noche transcurre como la anterior, muy agradable, muchas risas, lo del fresco no pasa de un tonteo completamente inocente pero no se separa de mí. Empiezo a dudar si el chaval es tímido o si es que me pone tanto que empiezo a imaginarme lo que no es.

En lo mejor de la noche, mis amigas deciden que quieren irse a casa. ?!!?. Me despido de un par de sus amigos y cuando llego a él, me coge la mano, me mira con una mirada que no había tenido hasta ahora y se acerca a mi oído a susurrarme "Quédate". Podía haber dicho "por qué no te quedas?" o "nos vemos mañana?" o alguna otra cosa pero me dice "Quédate" con una voz que no acepta discusiones y el aire que escapa de su boca al susurrarme y llega a mi cuello me provoca un escalofrío. La decisión está tomada.

4 comentarios:

  1. Interesante giro de acontecimientos...

    He aprendido a no esperar absolutamente nada de historias a medio terminar... que luego vienen las prisas y las ilusiones esparcidas como pedazos de cristal, ya sabes. ;)

    Un beso.

    ResponderEliminar
  2. seguro que te subestimas...me quedo con la decisión...besos

    ResponderEliminar
  3. Buena decisiòn.. a los pecados no debemos de resistirnos...
    ya me pasarè a descubrir como acabò la historia con el fresco, que me da a mi que subiò la temperatura..

    prometo no tomarme unas vacaciones tan largas y volver en breve.

    Besos

    ResponderEliminar

Susurra lo que te apetezca...