lunes, 14 de noviembre de 2011

Excusas

No me gustan las excusas. Ni las explicaciones sin venir a cuento. Ni las historias con tufo a mala conciencia.
Y no me gustan porque no las busco ni las pido ni las doy.

"Yo quería, pero...".
Si querías y no pudiste por alguna razón de peso, no pudo ser y punto. La próxima vez será.
Si no te apeteció, no te apeteció. Sin excusas porque aquí nadie es dueño de nadie y nadie te reprocha que no te apetezca.
El hecho de no habernos visto no cambia en función de por qué no quedamos. 

Y ni yo pregunto ni espero que tú me lo cuentes.
Pero esos mensajes, mails y similares, me matan.
Me recuerdan a cuando era pequeña y faltaba al colegio y tu madre o tu padre tenía que escribirte un justificante que llamaban mis monjas.
"Susurros no ha podido asistir a clase el martes 01.10.1988 por encontrarse enferma. Firmado: Madre de Susurros".

Y además es que no sé qué contestar.
Me quedo siempre con la impresión de que una tarde-noche que podía haber sido morbosa, sugerente, divertida, graciosa, excitante...pierde la magia en un maremagnum de excusas forzadas que le quitan la gracia al asunto.
Mejor me llamas cuando me quieras contar que sí puedes verme, que piensas emputecerme y me mandas una de esas fotos tuyas que tanto me gustan. Eso sí me anima el día. Mmm.

martes, 8 de noviembre de 2011

Sexo casposo

[No es que pase nada. Si el día tuviera 25 horas, me seguiría faltando tiempo pero al menos podría escribir algo en el blog de vez en cuando.]

Leo en el periódico que los universitarios invitan a copas para conseguir que las tías follen con ellos. 
Y que en el fondo lo hacen porque las tías que beben suelen ser más promiscuas. 

Pero ¿en qué mundo vivimos?. Y sobre todo, ¿de dónde sacan algunos ese concepto tan extraño, tan casposo y tan aburrido del sexo?

A mí no me gusta que me inviten como si fuera una damisela mantenida. Y quizá no me guste precisamente por ese concepto que subyace detrás, ese "si te invito, me debes algo". Yo invito cuando quiero invitar, no cuando quiero que me deban algo a cambio. 

Luego están las universitarias que se dejan invitar. Si desde el principio quieren follar, dejarse invitar (ya de paso) es cara dura. Si no quieren follar, barato se venden por un par de copas. 
Y ¿desde cuándo hay que convencer a alguien paraque quiera tener sexo contigo? ¿Por qué muchas chicas parece que tienes que "liarlas" para que quieran sexo? 

Yo también he sido universitaria, también he salido con pocas pelas pero eso sí, siempre he tenido claro con quién quería y con quién no quería follar. 
Y no porque me invitaran o no lo hicieran (que no lo hacían porque yo no me dejaba) sino porque sentía algo entre las piernas que no se puede comprar. Ni pagar con dinero. Esas ganas que te llenan, ese ardor que te inunda. Tu cerebro recreando situaciones que te encantaría que pasaran, imágenes que harían ruborizarse a muchos casposos del sexo. ¿Se puede convencer a alguien para sentir eso?. No, definitivamente no. 

Las tías que beben son más promiscuas. No es eso, lo que pasa es que muchas son demasiado pavas y mojigatas para hacer lo que les apetece y usan el alcohol como la excusa de "había bebido mucho y me desmelené". No, guapa, lo que pasa es que el alcohol te dió la oportunidad de hacer lo que siempre piensas en tu cama sola pero no te atreves a decir en alto no vayan a pensar que eres un poco ligera de cascos. 

Yo soy promiscua (qué palabra más fea, suena como a delito, como a pecado de los que te lleva directa al infierno...) pero lo soy sobria y borracha. Lo soy cuando bebo y cuando no. 

En fin, que no sé dónde ha quedado el concepto del sexo que yo uso. Follar porque te apetece, porque tú quieres, sin que nadie te "compre" con 2 copas de garrafón, sin sentirte obligada sino porque el cuerpo te lo pide, porque tienes tantas o más ganas que él de probar, de sentir, correrte, lamer, gritar de gusto. Con un tío que esté deseando darte placer, tanto como tú a él, que no use más armas para convencerte que su deseo y te haga vibrar. Y sobre todo, que a la mañana siguiente no puntúe tu promiscuidad sino que te eche un buen polvo mañanero.