miércoles, 20 de julio de 2011

Gatillazos

Un gatillazo lo puede tener cualquiera. Creo que ellos les dan más importancia de la que les damos nosotras. O, al menos, yo. 
No pasa nada. Te relajas, piensas en otra cosa, hablas de otro tema, repones fuerzas y cuando te quieres dar cuenta, se te ha olvidado y estamos en el mismo punto donde lo habíamos dejado.

No hace falta una explicación que lo justifique ni un por qué ni una disculpa.
También yo, independientemente de la habilidad de mi compañía, tardo a veces más en alcanzar el orgasmo y no por ello he de disculparme.

Pero los hombres han de curar su ego herido, dejar claro que su masculinidad no se comporta así por lo general, que el macho que llevan dentro no tiene ningún problema sexual, les entra miedo por si la teoría evolutiva les descarta por impotentes, les asalta el complejo por no dar la talla de macho cabrío que copula incesante y sueltan la frasecita:

- A mí esto es la primera vez que me pasa.


Y yo, no sé por qué (y lo mismo me confundo) pero me da la impresión de que justo en ese instante lo empiezo a concebir como un problema porque me temo que ese ansia por aclarar que siempre han dado la talla es precisamente su intento por esconder que no lo es, que ya ha habido otra ocasión.
O quizá es que me aburre/cabrea/da la risa/parece ridícula esa reacción de macho alfa.
Pero esa especie de respuesta/excusa/explicación me sobra. Porque a partir de ahí sí que se estropea la situación. 

lunes, 18 de julio de 2011

De vuelta

Después de un viaje de placer, un viaje por motivos familiares y uno de trabajo, estoy de vuelta.  


Y ahora sólo pienso en los días de descanso y en los que vienen dentro de poco otra vez. En la sensación de estar en la playa, sentada en la arena, oyendo las olas romper y la brisa sobre mis mejillas. 
Pero sobre todo me encanta meter los pies en la arena, enterrarlos. Formar una montaña de arena sobre ellos y después separarlos despacito mientras la montaña se parte en dos y por la sima que se abre se deslizan los granos de arena. Me imagino que cada grano de arena es un problema, una preocupación que se pierde para no volver. Y les veo caer, sin posibilidad de salvarse, sometidos a la tiranía de la gravedad, cayendo, cayendo. Y así me puedo pasar un montón de tiempo. Ésa es mi terapia. 


Necesito vacaciones otra vez.