domingo, 5 de junio de 2011

Ni él es mi Romeo ni yo su Julieta

Hay amantes que duran lo que tarda en salir el sol. 
Otros duran algo más, hasta que te sabes de memoria y eres capaz de prever cada beso que te va a dar, el orden en el que va a despojarte de la ropa y las palabras que va a usar y te aburres de que no se entregue a ningún nuevo juego. 
Y hay otros que duran una eternidad. Y él es de ésos. Porque en cada cita consigue sorprenderte, porque nunca hay suficientes sitios para dar rienda suelta a nuestra pasión, porque siempre guarda algún as en la manga para dejarte boquiabierta, porque se apunta a cada nueva perversa idea que cruza mi mente. En resumen, cada cita es nueva, es diferente, es especial. Y eso, después de varios años, no deja de ser un enorme mérito. 
Cada uno tiene su vida, ni a mí me interesa si la morena que le planta dos besos con cara de "huy, te pillo acompañado" va a calentar mañana su cama ni a él le interesa con quien la comparto yo cuando no estoy con él. 
Ni él es mi Romeo ni yo su Julieta. 
Pero cuando nos entregamos, entonces saltan chispas, ese día reservamos cama en el universo paralelo donde no existe nadie más que su pasión y la mía, entrelazadas en un remolino de orgasmos. 
Sobre esa base de confianza nos redescubrimos en cada ocasión en la que nuestras agendas coinciden en la coordinada espacial de sus ingles.
Y no parece nada difícil, nada se fuerza, nada se explica. Ese es el otro ingrediente que lo hace tan especial. Aunque fuera de nuestro universo, el resto de la gente se empeñe en explicarse hasta la saciedad tonterías que no le incumben, en pedir excusas que no deberían exigir, en poseer lo que no te pertenece, en querer "pasar de nivel" como si eso fuera el único fin que tuviera una interrelación entre dos personas.


El otro día fue uno de esos días que dejan tan buen sabor de boca. Su ingenio me hace reír y eso me predispone para ponerme más cachonda. Su mirada le añade ore ingrediente más a la ecuación del placer. Y ese deseo que tiene y que me contagia, como si yo no tuviera suficiente con el mío, hace el resto. 
Y 1+1 siempre suman dos. Pero siempre lo hacen de una manera distinta. 
A veces me arrastra a una calle poco transitada para perder sus dedos entre mis piernas y dejarme al borde del orgasmo mientras va lamiendo sus dedos al salir a la calle principal sabiendo que me pone verle hacer eso. 
A veces soy yo la que le acaricia por encima del pantalón hasta notarle duro mientras las copas se quedan aguadas. 
En ocasiones somos los dos los que pagamos impacientes para caminar a zancadas hasta su piso y desnudarnos en el descansillo sin atinar a meter la llave en la cerradura. 
Otras veces soy yo quien desde el baño le envío una foto de mi coñito depilado para volver a la barra y encontrarle mordiéndose la lengua excitado. 
De vez en cuando me sorprende con unas esposas, un nuevo aceite lubricante o una escena de una peli porno que quiere probar conmigo. 
A él le cuento yo las fantasías que últimamente me rondan por la mente para encontrar siempre un sí por respuesta. 
La ecuación es siempre diferente. Pero siempre con el mismo resultado. Un día especial, una cita diferente, esa libertad de sentirte a gusto, los orgasmos que desafían las leyes naturales para ser apoteósicos y una enorme sonrisa que no puedo despegar de mis labios en unos cuantos días.