Hay quien busca una conexión cósmica toda su vida, le llaman amor, supeditan el placer a encontrar a su media naranja, sacrifican un buen rato por su afán de seguir en su búsqueda interminable de la perfección.
Otros nos conformamos con dejarnos llevar, con vivir el momento, con dejar que nuestro cuerpo, nuestras manos y nuestro sentido del gusto decidan si mereció la pena.
Y nos entregamos al juego de la seducción o simplemente a un desahogo, a un intercambio de gemidos y orgasmos sin ningún fin más allá que el de esos minutos de placer. Sin darle mayor importancia, sin hacer de ello un mundo, evitando elevar a acontecimiento lo que a veces no deja de ser una mera coincidencia del destino y el azar.
El amor existe, al menos yo lo creo, pero no es para mí ese concepto absoluto que tienen muchos pero en el camino hacia él o ya en él o después de él hay vida más allá de ese órgano que bombea sangre.
Aunque no todos lo comprendan, abandonarse a una mirada, a unos labios mojados de ron, a unas manos desconocidas, puede parecer frío pero en el instante en que mi cuerpo se arquea y convulsiona o él se vacía de placer en espasmos, en ese preciso instante, soy suya y él es mío y nos une algo que no sería capaz de explicar, seríamos capaz de prometernos el Universo aunque 15 minutos después ni siquiera vayamos a llegar juntos a la parada del metro.
En ocasiones, de esos ratos que empezaron como un mero desahogo, ha surgido una magia que quizá se pareciera mucho al amor, una especie de alma gemela con la que te conectan vivencias, sensaciones y sentimientos. Pero otras veces, el sexo se queda en eso, en el recuerdo de una intensa noche, en el olor a sexo en la habitación, en el vapor de una ducha compartida, en el cigarro de después o en un polvo salvaje en un parque. Y no pasa nada. No hay de qué arrepentirse porque ese instante compartido, en ese instante, fui tan tuya como lo he sido mil veces de otras manos, otras bocas y otras pollas pero esos segundos puedo prometer que te han pertenecido, que no existía nada más en mi mente que tú, ese lugar y ese momento. No siempre hay un final feliz. Pero siempre hay una trama interesante, una vivencia más, que no quede el resquemor de lo que te quedaste con ganas de probar. Nada peor que añorar lo que nunca has vivido.
Y yo no juzgo a quien hace el viaje sin paradas, sin parar a repostar pero a veces me gustaría que no me juzgaran si paro a poner gasolina o a tomarme una chuchería aunque no quite el hambre, sólo por el mero placer de sentir ese azúcar derritiéndose en mis papilas gustativas.
Porque me gusta, dejarme llevar, saciarme de una piel que no conozco, embeberme del aroma que no volveré a oler, tocar lo que hoy, aquí y ahora me pertenece, provocarte a sabiendas de que mañana no existe en nuestro diccionario, entregarme a pesar de tengamos la fecha de caducidad tatuada en la mirada. Cada beso que te doy, cada roce de mi piel, cada gemido de mi garganta puedes estar seguro de que es único, es tuyo, es sólo para ti. Porque mañana seguiré mi camino y quizá no volvamos a encontrarnos, quizá el azar no nos vuelva a juntar, quizá encuentres el amor en el próximo transbordo de tu viaje pero vivamos el ahora, lo que tenemos al alcance de la mano, olvidémonos de qué vendrá, porque ahora mismo sólo existe lo que estamos viviendo.
Otros nos conformamos con dejarnos llevar, con vivir el momento, con dejar que nuestro cuerpo, nuestras manos y nuestro sentido del gusto decidan si mereció la pena.
Y nos entregamos al juego de la seducción o simplemente a un desahogo, a un intercambio de gemidos y orgasmos sin ningún fin más allá que el de esos minutos de placer. Sin darle mayor importancia, sin hacer de ello un mundo, evitando elevar a acontecimiento lo que a veces no deja de ser una mera coincidencia del destino y el azar.
El amor existe, al menos yo lo creo, pero no es para mí ese concepto absoluto que tienen muchos pero en el camino hacia él o ya en él o después de él hay vida más allá de ese órgano que bombea sangre.
Aunque no todos lo comprendan, abandonarse a una mirada, a unos labios mojados de ron, a unas manos desconocidas, puede parecer frío pero en el instante en que mi cuerpo se arquea y convulsiona o él se vacía de placer en espasmos, en ese preciso instante, soy suya y él es mío y nos une algo que no sería capaz de explicar, seríamos capaz de prometernos el Universo aunque 15 minutos después ni siquiera vayamos a llegar juntos a la parada del metro.
En ocasiones, de esos ratos que empezaron como un mero desahogo, ha surgido una magia que quizá se pareciera mucho al amor, una especie de alma gemela con la que te conectan vivencias, sensaciones y sentimientos. Pero otras veces, el sexo se queda en eso, en el recuerdo de una intensa noche, en el olor a sexo en la habitación, en el vapor de una ducha compartida, en el cigarro de después o en un polvo salvaje en un parque. Y no pasa nada. No hay de qué arrepentirse porque ese instante compartido, en ese instante, fui tan tuya como lo he sido mil veces de otras manos, otras bocas y otras pollas pero esos segundos puedo prometer que te han pertenecido, que no existía nada más en mi mente que tú, ese lugar y ese momento. No siempre hay un final feliz. Pero siempre hay una trama interesante, una vivencia más, que no quede el resquemor de lo que te quedaste con ganas de probar. Nada peor que añorar lo que nunca has vivido.
Y yo no juzgo a quien hace el viaje sin paradas, sin parar a repostar pero a veces me gustaría que no me juzgaran si paro a poner gasolina o a tomarme una chuchería aunque no quite el hambre, sólo por el mero placer de sentir ese azúcar derritiéndose en mis papilas gustativas.
Porque me gusta, dejarme llevar, saciarme de una piel que no conozco, embeberme del aroma que no volveré a oler, tocar lo que hoy, aquí y ahora me pertenece, provocarte a sabiendas de que mañana no existe en nuestro diccionario, entregarme a pesar de tengamos la fecha de caducidad tatuada en la mirada. Cada beso que te doy, cada roce de mi piel, cada gemido de mi garganta puedes estar seguro de que es único, es tuyo, es sólo para ti. Porque mañana seguiré mi camino y quizá no volvamos a encontrarnos, quizá el azar no nos vuelva a juntar, quizá encuentres el amor en el próximo transbordo de tu viaje pero vivamos el ahora, lo que tenemos al alcance de la mano, olvidémonos de qué vendrá, porque ahora mismo sólo existe lo que estamos viviendo.