jueves, 31 de diciembre de 2009

Feliz año!

Se acaba el año.
Empieza uno nuevo.

Feliz año y bla, bla, bla, todo eso que se suele decir.


Yo hago balance y la verdad es que no me puedo quejar. Con pedir que este año sea igual de bueno me puedo dar con un canto en los dientes.


Este año han pasado miles de cosas, diría que cada segundo lo he vivido con intensidad.

Ha habido momentos en los que la felicidad me ha invadido de tal manera que podía haber explotado. He reído, he gemido, he disfrutado, he sido feliz, me he sentido querida, dichosa, especial, halagada. He sentido, he saboreado, le he sacado jugo a la vida.


A veces he tropezado. Pero no he llegado a caer. Dicen que quien tropieza y no cae, adelanta camino.

Ha habido bajones, decepciones, traiciones, puñaladas, desengaños pero ¿quién no los tiene?. Eso hace más fuerte y ayuda a separar el trigo de la paja.


Sobre todo, me encantaría empezar el año agradeciendo a un montón de personas que me hacen el día a día más fácil, más ameno, más feliz, más llevadero.

A buenos amigos, a conocidos virtuales, a romances pasajeros o a compañeros de cama. A los que me arrancan una sonrisa, a los que me abrazan aunque sea de lejos cuando tengo un mal día, a los que siempre están ahí, a los que me han hecho disfrutar, gemir, llorar de ilusión. A los que hacen, en fin, que la vida tenga sentido.


Y espero que ellos puedan decir que reciben de mí tanto como yo de ellos.


Feliz año a todos!

Por qué es lo más difícil lo que más me apetece?

Tengo la agenda llena de compromisos, no tengo tiempo ni de limarme las uñas, voy corriendo a todos sitios, el teléfono suena incensantemente.
Esta época siempre es así.


Me siento querida, soy feliz, paso muy buenos ratos.

Hay épocas de sequía y épocas de bonanza. Yo ahora mismo no me puedo quejar.

Pero justo quien más me apetece tener, es al que más me cuesta conseguir.
Ya dudo de si me apetece precisamente por esa razón.

sábado, 26 de diciembre de 2009

24

Hay números primos, enteros, negativos, rojos, redondos, de la suerte.
Y hay un número que es mágico. El 24.
Si además ese número mide la longitud de una de mis zonas preferidas del cuerpo, entonces el 24 es especial, sin duda.

Porque a ver, el 16 es un número mono.
17 es divertido.
18 es bonito.
Pero 24...ufff, es otra liga.

Una polla de 24 cms, ligeramente curvada hacia la izquierda, con un tono especial, durísima y con un dueño que sabe usarla muyy bien.
Si a eso le añadimos unos ojos color miel, una sonrisa bonita, muchas experiencias por el mundo y una simpatía desbordante, el conjunto está de vicio, para relamerse y nunca mejor dicho.

Y yo no lo sabía. No sabía qué me iba a encontrar al desabrochar el pantalón. Pero cuando lo ví, supe que iba a ser una buena noche. Me sorprendió pero fue, sin duda, una grata sorpresa.

Nunca había visto algo así. Grandes sí pero nunca como ésta. En la boca no tenía sitio para ella entera. Pero mi coño la acogió con ganas, rodeándola entera, disfrutando del placer de tener 24 centímetros de vicio y lujuria dentro de mí. La sensación de notar cómo se abría camino, cómo se acoplaba a mi cuerpo, cómo crecía y cómo explotaba fue indescriptible.
Sentarme sobre ella, notar cómo se deslizaba poco a poco en mi interior, ir dejándome caer y notar que aún falta un poco, ir despacito, seguir y por fin sentirla entera dentro. Qué gustazo!
El placer es inmenso, la experiencia es distinta, la sensación es mucho más intensa, el gusto que provoca es diferente, constante, enorme. Mmmm.

Y a todas las que dicen que el tamaño no importa, me reafirmo después de esta experiencia. Sí importa. Y mucho. Y a quien no me crea, le invito a probar y luego opinar.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

5D

Corre el rumor, existe la creencia de que las mujeres no decimos lo que pensamos.

Que cuando decimos que no, estamos en realidad deseando que sea que sí (eso alegan los violadores en los juicios al menos).
Que jugamos al despiste.

No es mi caso.
Yo cuando digo sí quiero decir sí.
Cuando digo no quiero decir no.
A veces peco de poco diplomática pero nunca me podrán acusar de no decir lo que pienso.

A cambio conozco a unos cuantos del sexo masculino que yo llamo los 5D. Donde Dije Digo, Digo Diego.
Que sí, que no, que ahora cambio de opinión, que me lo he pensado mejor, que yo me refería a otra cosa, que quería decir lo contrario de lo que dije. Bla, bla, bla.

El problema es que yo pierdo la motivación, el interés, las ganas. Y me enfrío.

Cuando el metro llega y tú estás en el andén, te montas.
Si llegas 10 segundos más tarde, te toca esperar al siguiente metro.
Pero ni el metro espera a que tú llegues ni da marcha atrás cuando apareces por el andén.
Y si tienes la mala suerte de que era el último metro, esa noche te toca andar hasta casa y acostarte con el frío metido en los huesos. O no?

Pues eso.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Cicatrices

No suelo ser una persona melancólica. No me gusta estar triste.
Y prefiero siempre mirar hacia delante y no hacia atrás.
Las decisiones tomadas fueron las que en su momento me parecieron las correctas.
Recrearse en fantasear con la situación si la decisión hubiera sido otra es soñar, perder el contacto con la realidad, dejar que la vida te pase por al lado mientras tú pierdes el tiempo en quimeras.

Cada ruptura, cada fracaso, cada paso en falso deja su pequeña cicatriz tras la herida.
Unos las cubren con vendas que se ven a primera vista. Buscan consuelo en los demás.
Otros dejan que se infecten. Hasta que derivan en otro problema peor.
Y yo la curo pero la guardo bajo la ropa. Sólo la ven algunos.
Mostrar debilidad suele hacerte en general más débil y más vulnerable. No es mi estilo.

Tengo una cicatriz que es muy antigua. De hecho ya ni se marca en la piel.
Poco me acuerdo ya de ella aunque fue una de las cicatrices que más dolió.

Pero hoy, volviendo a casa, bajo la nieve, ha sucedido algo. Una tontería en realidad pero mi memoria me ha jugado una mala pasada, ha hecho una de esas asociaciones de recuerdos que te joden.
Y me he acordado de él, de cuando aún éramos super felices, de cuando todo iba bien.
Os podría mentir, decir que ha durado un momento. Pero a mí misma no puedo mentirme, no, he seguido andando y las lágrimas me resbalaban por las mejillas y no podía hacer nada por pararlas. La cicatriz se ha abierto, ha sangrado de nuevo.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Mi juego, mis reglas

Hoy me apetece jugar.
Pero no a cualquier cosa, no.
Hoy quiero que a la hora de la comida te quedes en el despacho, solo.
Voy a ir a verte.
Pero sólo vamos a jugar con mis reglas. Cierro la puerta por dentro para que no pueda entrar nadie.
Quédate sentado. He traído dos cinturones. Te ato las muñecas a los brazos de la silla.
Te abro el pantalón, bueno sólo la cremallera y te saco la polla. Aún está tranquila.
Aparto tu silla un poco de la mesa. Me reclino en la mesa y cruzo un tobillo sobre el otro. Te miro. Comienzo a desabrocharme la blusa con una lentitud exasperante.
Asoma el canalillo, ese desfiladero estrecho que lleva a dos picos dignos de escalar. Y el borde del sujetador de encaje.
Cojo las esquinas de mi falda y la subo. Dejo a la vista las medias hasta el muslo y adivinas el tanga entre mis piernas.
Me miras fijamente y eso me encanta. Tu polla ya está cobrando vida.


Subo mis pies a los brazos de tu silla. Ahora mismo estoy enfrente de ti, abierta de piernas, sin que puedas moverte.
Mis manos apartan el tanga y del bolso saco un vibrador. Sigues mirándome fijamente, ahora con los ojos mucho más abiertos.
Mi mano aparta mi tanga con destreza.
Pongo el vibrador en marcha, lo acerco a mi coño, lo paseo por mi clítoris.
Me tienes tan cerca! Pero no puedes hacer nada. Ufff, me encanta ver cómo crece tu polla.
Lo paso entre mis labios que se abren, húmedos, y lo voy metiendo poco a poco. Lo muevo dentro de mí.
Están tan guapo así, excitado, impotente, observando como un depredador observa a su presa. Pero ya te he dicho que hoy jugamos con mis reglas.
Sigo moviéndolo. Lo saco. Lo acerco a tu boca, está tan cerca que hueles mi deseo pero justo cuando intentas acercarte, lo aparto y lo lamo yo, mirándote con lascivia, como si quisiera dejarte claro lo que te estás perdiendo.
Tu polla es una roca, tu mirada es felina, tu respiración entrecortada. No dices nada porque sabes que de nada serviría suplicarme que te suelte.
Vuelvo a meterlo dentro de mí pero esta vez lo muevo rápida y certeramente.
Mi pecho se hincha con cada suspiro ahogado que sale de mi garganta.
Los pezones se me marcan a través de la blusa.
Los dedos de mis pies se contraen, mi espalda se arquea, echo la cabeza atrás, me tiembla el abdomen, me corro gimiendo y sin apartar mi vista de ti.
No me hace falta mirar tu polla para saber cómo está.
Me levanto, me acerco a ti, paso mi pezón por tus labios.
Me agacho y sin mediar palabra me meto toda tu polla en la boca, entera. Mis manos cogiendo las tuyas que me presionan en señal de placer. Tus gemidos intentan ser discretos pero no lo consiguen.
Me doy la vuelta. De espaldas a ti, levanto mi falda de nuevo, me siento sobre tu polla. Y cogiéndome con las manos al borde de la mesa, subo y bajo sobre tu polla, con las piernas juntas para hacer el camino más estrecho, más acogedor, más intenso.
Te oigo detrás de mí, te noto duro dentro, el despacho entero huele a sexo.
Me muevo más y más, deprisa, sin parar hasta que noto cómo te corres de forma voluptuosa, desbordante.
Me giro, me agacho y limpio tu polla, relamo las últimas pruebas del placer que reposan sobre tu capullo.
Te suelto las muñecas, te beso en el cuello y te susurro al oído: "Me gusta jugar con mis reglas".

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Ahora ya no

Cada uno tiene una parte de sí mismo que no enseña a todos. Esa parte vulnerable, esos secretos tan míos, esa debilidad por ciertas cosas. No lo muestro por nada sino porque hay niveles a los que hay que ganarse el acceso.

Y llegaste tú. Con esa carita, ese cuerpecito (o cuerpazo) y esas palabras que suenan tan bien al oído.

Mi parte mala, el demonio que se me pone en el hombro y que siempre acierta(ahora que lo pienso creo que el otro hombro siempre ha estado vacío, nunca he visto al ángel ése bueno, jejeje), diciéndome que eran palabras vacías, que era una fachada, que no me fiara.

Aunque no me fié de tus palabras, en eso le daba la razón a mi demonio, sí que bajé la guardia. Porque te abrías a mí, porque te comportabas conmigo como yo sabía que no eras con otras personas.

Así que abrí un poquito la coraza, te mostré cosas de mí que llevaban tiempo escondidas.
ENORME ERROR.

Porque eras como una sabandija esperando a chuparme la sangre, una persona de ésas que esconde la propia inseguridad a costa de aprovecharse de los demás.

Y ahí empezó todo a ir mal.

Siempre te ha gustado que te vayan detrás.

Que te llamen, que te busquen, que te supliquen.

Yo, en un principio, e ignorando los avisos de mi demonio, me comporté contigo como con todos. Invertí tanto esfuerzo como creí que sería recompensado. Te llamé cuando me apetecía hablar contigo. Y te propuse lo que quería que hiciéramos.


Como ya sabías mis puntos débiles, como ya sabías mis secretos, como ya me tenías ganada, ibas de duro. De arrogante. De pagado de ti mismo.
Cogías el teléfono una de 3 veces, devolvías la llamada una semana más tarde, jugabas a hacerte el interesante.

Sí, estás bueno. Sí, eres majo. Sí, me caes muy bien.

Pero no tanto, chaval.

Ese jueguecito funciona con las media-neurona que conoces en los bares, con las tías que trabajan de dependientas en Bershka, con las que cargan con el complejo de "masocas que buscan un chulo que las haga llorar".

Pero conmigo no. Si lo quieres, aquí está, si no, ahí está la puerta. Otra cosa no, pero tengo las ideas muy claras, sé lo que quiero, cómo y cuándo.
Tuve un momento de poca lucidez, te dí más confianza de la que merecías pero de ahí a volverme ciega, no. Fue un estadio pasajero. Y eso es lo que más parece joderte.

Si hubieras aprovechado, hubieras podido tener casi todo. Estuviste tannnn cerca, lo tocaste con la punta de los dedos, llegaste donde muchos ni siquiera sabían que esa parte era aún un trozo de mí. Pero la cagaste.

Ahora, cuando ya paso, cuando has conseguido serme indiferente (eso es lo peor que te puede pasar conmigo), cuando me he cansado de tus bobadas de niño de guardería, ahora, vuelves.

Porque debe ser que lo normal es que te sigan llamando, persiguiéndote.
Ahora eres tú quien llama. Quien escribe.
Pero no te cojo no porque me quiera hacer la interesante sino porque no me mereces la pena.
No te respondo porque creo que ya te dejé todo claro una vez.
Los juegos del ratón y el gato están bien, pero en la cama.
Y tonterías, las mínimas. Que no tengo ni tiempo ni ganas.

Y como sé que de vez en cuando lees el blog, espero que ya haya quedado todo claro.

Ya te dije una vez que a quien borro de mi lista, no vuelve a entrar.

Que te vaya bonito. Una pena lo que pudo ser y se quedó en agua de borrajas.