domingo, 29 de noviembre de 2009

Dúchate conmigo

Dúchate conmigo.

Quiero sentir cómo cae el agua por nuestra piel. Abrir el grifo y que millones de gotas se posen sobre tu epidermis y resbalen por ella.
Mis manos sguirán el camino que marcan las gotas deslizándose por tu cuerpo desde tu cuello y tus hombros hasta tu pecho, tu ombligo, tu pubis, tus huevos, tus muslos, tus rodillas y tus pies.

Déjame que te enjabone como si fueras un niño pequeño. Alternando las caricias de las yemas de mis dedos con el roce furtivo de mis uñas.
Llenaré tu cuerpo de espuma, extenderé el jabón por cada rincón, no olvidaré ninguno.
Y con la mano escurridiza, jugar con tu polla. Ponerla dura poco a poco, en cada movimiento de mi muñeca. No parar hasta tenerte duro, imponente, nervioso.

Si me dejas, te aclararé, con agua caliente, quitándote todo el jabón a la par que mis labios te llenan de húmedos besos. Recorreré tu espalda y rodeándote por detrás, acariciaré tu abdomen mientras mi pecho se aprieta contra tu espalda y mis manos bajan buscando tu polla que no ha perdido aún ni un ápice de la dureza que tenía hace unos minutos.

Luego me enjabonaré para ti. Vas a ver mis pezones duros, mis manos mojadas perdiéndose allí donde suelo mojarme cuando estás cerca. Quiero portarme mal. Pretendo que no puedas evitar observarme y tocarte, acariciarte, para mí, porque sabes que me gusta verte.

Después me giraré, me inclinaré hacia delante y me ofreceré a ti. Con las manos sobre los azulejos de la pared, el culo sobresaliendo, la espalda arqueada y las piernas separadas. Entra en mí, lléname, comparte tu dureza conmigo.

Cógeme fuerte de las caderas, embiste mientras oyes el "chof chof" de la humedad de nuestros cuerpos e inúndame. Deja que tu tibia leche viscosa se derrame en mí. O no, aún mejor, ponme de rodillas y deja que los chorros de deseo aterricen en mi cara y mis labios mientras las rodillas te tiemblan y jadeas excitado.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Seguro que no vienes?

Si no quieres, no vengas.
No te voy a insistir.

Pero sí voy a decirte lo que te pierdes si no vienes.
Te vas a perder cómo dejo que mi vestido caiga al suelo y cómo deslizo los tirantes de mi sujetador con extrema delicadeza por mis hombros, deleitándome en el tacto de la seda.
Si no vienes no vas a poder ver cómo te miro, esa cara que es una mezcla entre la dulce niña que aparento ser y la pícara putita que me haces que sea.
No voy a poder dedicarte ninguno de mis gestos, enredar mis rizos entre mis dedos mientras te hablo juguetona ni voy a poder morderme el labio.

Dices que no vienes? Seguro?
Entonces no me vas a dejar que me desnude despacio, que me ponga de espaldas a ti y baje mi tanga mientras llega hasta ti el olor a deseo que desprendo.
Ni voy a poder pasarme toda la cena jugando a excitarte, preparándote para que después estés tan cachondo que no me de tiempo a nada antes de que me desnudes con furia y me bebas con el ansia de quien está sediento.

Es una pena que no vengas porque entonces voy a tener las esposas y los demás juguetitos ahí muertos de risa toda la noche. No vas a poder ponerme las esposas, penetrarme mientras uno de los juguetes ocupa el otro sitio libre.

Vale, no vienes.
Así que me echaré en la cama y me tocaré fantaseando con que estás ahí, mirándome, viendo cómo mis dedos se pierden donde el deseo tiene su morada.

Te vas a perder cómo las yemas de mis dedos recorren el contorno de mis tetas y acaban en mis pezones oscuros. Los soplaré con mis labios suavemente para que la brisa los endurezca.
No podrás mirarme desde la distancia y tocarte disfrutando del espectáculo.
Ni acercarte deprisa, en un arrebato y coger mis manos para sustituirlas por alguna parte de ti, la que me quieras dar.

Si no vienes, me dejas con las ganas.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Mi ginecóloga

Voy a la misma consulta ginecológica desde hace unos cuantos años.

Primero tenía una ginecóloga que tenía complejo de profesora a juzgar por las largas explicaciones que me daba acerca de preguntas que yo no formulaba.

Esa ginecóloga cede/vende/traspasa (lo que sea) la consulta a otra. Una de treinta y pocos mona pero con ser pinta de la empollona de su promoción.


1ª visita:
Entro, se presenta, me dice que es la nueva ginecóloga. Todo normal.
Me inspecciona, lo típico de una consulta ginecológica.
Le comento que tengo un bulto en el pecho desde hace muchos años y que me controlo por si crece. Me dice que me vista de cintura para abajo y me desnude de cintura para arriba.
Salgo, se me queda mirando fijamente las tetas durante un intervalo que se torna incómodo por lo largo y me suelta: "Qué pecho más bonito!". Yo, sin saber muy bien qué decir, sonrío y agradezco el cumplido. Menos mal que me tomo las cosas con humor.

2ª visita:
Entro, se presenta de nuevo, le digo que ya la conozco, que ya he estado otra vez allí.
"Ah, es que viene tanta gente al día..." - se disculpa.
Me inspecciona mientras me habla de la nueva decoración de la consulta.
El mismo procedimiento y cuando me desnudo de cintura para arriba, me mira fugazmente, sonríe y dice: "Ah, ahora ya me acuerdo de ti". Jajajajaja.
Tenía una mirada de deseo que no sabría definir pero que no dejaba lugar a dudas.

4ª visita:
Se empeña en explicarme en la práctica la mejor manera de palparse los pechos. Sus manos repiten el movimiento una y otra vez. Temo que las desgaste por el roce.

6ª visita (hace un par de días):
Me hace una ecografía de la teta derecha para medir el bulto de nuevo. Cada vez que pasa la cosa ésa (no sé cómo se llama) por mi teta su dedo meñique roza mi pezón (no sé si intencionadamente o no) que está durísimo por cierto porque el gel ése que te echan está más frío que recién sacado del congelador.

Próxima visita:
Estoy por proponerle que se suelte la melena y que se apunte a un trío. Jajajaja. Ya sólo nos falta encontrar a uno que nos ponga a las dos y participe. Aunque creo que ella va a estar más ocupada con cierta parte de mi anatomía.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Otro año

Otro año más. Me añado uno. Eso dice mi DNI al menos desde hace unas semanas.
Y me doy cuenta de que el tiempo pasa muy deprisa. Que hay que aprovecharlo.
Así que me he hecho el propósito de no perderlo.

No quiero perder el tiempo en atascos, ni poner lavadoras, no quiero conversaciones de ascensor para rellenar los minutos, no quiero saber de nada de los que tienen la madurez de un niño de 3 años, no quiero discusiones de guardería.
No quiero ir a actos de compromiso, ni sonreír sin sentirlo.
No más prisas, no más agobios, no más tardes de domingo.
Nunca más una lágrima por quien no lo merece.
Nada de disgustos, paso de agobios en el curro, cero stress.
Quiero borrar los martes y los días nublados. Y los besos que no saben a nada.
Nada de escenitas, de lágrimas de cocodrilo, de palabras vacías aunque suenen muy bien, de tardes esperándote.
No más caras de lunes ni síes que quieren decir no, no más caricias que escuecen la piel.
Quiero olvidarme de tus adulaciones futiles, de sentir la cama vacía aunque no duerma sola, de tus ojos mirándome y mintiéndome con descaro.
No más miel con limón para el dolor de garganta ni polvos que te dejan indiferente.
No quiero hablar con contestadores automáticos ni sufrir por lo que no puedo cambiar.
No consentiré más reproches, no quiero comer acelgas por muy sanas que sean, no quiero madrugones, no quiero torpes en mi cama.


Quiero aprovechar el tiempo. Disfrutarlo.
Quiero besos con sabor a coca-cola. Noches de pasión.
Quiero amaneceres en la playa y reírme con quien merece la pena.
Prefiero invertir el tiempo en perderme en callejones de ciudades que llevarán siempre tu nombre, sentir frío en la cara y calor en el cuerpo.
Beber champagne mientras me desnudas despacio y mirarte cuando explotes dentro de mí.
Compraré acciones de la playa que no quiero que nadie descubra porque es tuya y mía.
Quiero cumplir mis fantasías, que los sueños dejen de serlo porque se han hecho realidad, quiero caricias furtivas, sexo desenfrenado, días en una cama donde el tiempo se mida en orgasmos.
Me pido ser feliz, despertarme contigo y que no haya nubes, paseos bajo la lluvia, noches interminables, poder siempre elegir y decidir lo que yo quiero.

Deseo hacer un trío, probar nuevas experiencias, jugar con la arena entre mis pies y fumar un cigarro en la ventana de noche mientras oigo la ciudad en paz, dormida, llena de luces.
De regalo, un reloj que se pare cuando estoy a gusto, cuando las sábanas son el único testigo mudo de nuestros cuerpos enzarzados, que corra cuando esté deseando verte y que no exista cuando me haces reír o gemir.
Quiero viajar allí donde nunca imaginé que podría ir, darme baños con espuma y que me den masajes relajantes.
Anhelo vaciar la lista de cosas pendientes de probar y llenarla de nuevo de otras que sean un nuevo reto.
Quiero llenarme la nariz del olor del verano mientras tomo una copa en una terraza bien acompañada. Pasar de lo que dicen y hacer lo que me apetece.
Jugar con la nieve, llorar de risa, estremecerme con tus caricias, temblar con tu polla, saborear tu leche, cabalgar sobre ti durante horas mientras la ciudad duerme, perderme en sitios prohibidos para disfrutar de placeres robados.

Sobre todo, disfrutar cada segundo, no perder ni uno, vivir el presente, sentir cada momento como irrepetible y no desperdiciar ni un minuto en tonterías.
No vivir momentos inolvidables sino hacer que cada momento lo sea.





martes, 10 de noviembre de 2009

En silencio

Es la hora de las pérdidas. De los desmembramientos.
Del último bar hemos salido 10. 8 íbamos a ir al bar siguiente pero sólo 6 nos hemos puesto en camino. Quedamos 5 porque uno se ha quedado hablando con una conocida. Hacemos una cola que parece que en el bar regalaran las copas y perdemos a otro más en la entrada. Entramos 4 del grupo inicial de 10.

La música está altísima. Yo tengo poca voz ya a estas horas. Me pido la que de verdad espero que sea la última copa. Me río, escucho, hablo poco. Lo estoy pasando bien. Muy bien.

Voy al servicio. Veo los estragos de la falta de sueño en mi cara. Pero aún así los ojos me brillan, destellan, muestran lo feliz que soy. Porque lo del otro día no cuenta, porque es mejor olvidarse lo antes posible de según qué cosas...Así que me miro y a pesar del cansancio luchando por colarse en mi rostro e instalarse allí, mis ojos desmienten lo obvio y brillan con luz propia. Me gusto y me gusta lo que transmiten mis ojos.

Por un momento, soy consciente de lo patético de la situación. Estoy en un bar bien entrada la noche, mirándome en el espejo del baño de tías fascinada por el brillo de mis ojos...jajajajaja.Qué malo es el alcohol!

Salgo del baño aún sonriendo. Giro la cabeza a la derecha y allí está. Plantado como un Adonis con la espalda apoyada en la pared. Estoy tan cerca de él que nuestros brazos casi se rozan. Y me mira. Juego su juego, no retiro la mirada. Sonreímos a la vez.
El momento tiene magia. Temo que salga su novia del baño y nos corte el rollo.

Me alejo un poco, voy hacia la barra donde están mis amigos. Intento no pensar en su mirada aún abrasándome por dentro. Giro la cabeza y me sigue mirando.
No sé si me está echando un pulso, no sé si pretende jugar a ver quién toma la iniciativa, pero no me apetece esperar.
Desando el camino hacia él. Me acerco a su oído para no tener que forzar la voz mientras poso mi mano en su hombro y dejo que mi pecho le roce fugazmente. "Qué guapo eres, no?".
Sonríe echando la cabeza hacia atrás, dejando indefenso el cuello que tanto me gustaría morder ahora mismo.

La verdad, ahora que lo pienso, no sé si se le podría definir como guapo. Era muy atractivo, era interesante, tenía una mirada profunda y un cuerpo fibroso pero no entraba en el canon al uso de guapo.

Me acabo la que iba a ser la última copa hablando con él. Me tomo la que definitivamente va a ser la última, eso seguro, lo prometo.
Mientras pedimos la última, me coloco detrás y me fijo en su culo. Mmm.

Sus brazos me rodean, sus labios inician una danza sobre mi cuello. Se me eriza el vello.

Entre sorbos de alcohol y miradas que dicen todo sin abrir la boca, me estoy poniendo muy cachonda. Mis manos se pierden un momento debajo de su camiseta, rozo los músculos duros de su abdomen, sus manos me sujetan y rodean allá donde se acaba la cintura y empieza la curva de mi culo.

La copa está fría por fuera. Dentro yacen los hielos derretidos por el fuego que emanamos. Pasa sus dedos por el frío cristal y los desliza de mi cuello al nacimiento de mi escote. Ardo por dentro en un fuego que me impele a no esperar más.


Nos ponemos las cazadoras. Salimos del bar. En la primera calle donde reina la oscuridad doblo y apoyándole sobre un coche le como a besos. Froto mi ingle con la suya, siento sus gemidos suaves. Los besos se tornan más lascivos, más sucios, más intensos.

De mis entrañas mana humedad. Rozo el orgasmo allí, de pie, mientras sus manos acarician mis más que duros pezones sobre la ropa. Me está volviendo loca.

Nos montamos en un taxi. No puedo dejar de acariciar su polla sobre el pantalón. Guardo la compostura para no abrir la cremallera y dar rienda suelta a mis más bajos instintos.

Subimos. Sólo hay una condición: no podemos hacer ruido, no vive solo.
Me quito los zapatos. Entramos discretos pero en cada rincón del pasillo paramos para besarnos y meternos mano como dos adolescentes que saben que queda poco para probarse, para sorber el placer del otro.

Cerramos la puerta de la habitación. Nos falta tiempo para quitarnos la ropa.
No estamos cachondos, estamos en un nivel superior. Estoy tan puta que cada roce me estremece. Las hormonas bailan al son de sus dedos. Me mojo más cuando me mira. Se me endurecen los pezones cuando le veo así de cachondo.

Tiene su morbo no poder hablar, no poder decir nada, no poder gemir a pesar de desearlo, a pesar del jadeo que nace en mis entrañas y se apaga irremediablemente cuando llega a la punta de mi lengua. Nos excitamos con miradas, con gestos, con el cuerpo. Los ojos hablan por nosotros. Tenemos un lenguaje propio. Entornar los ojos, abrirlos desmesuradamente, dejar caer los párpados, respirar hondo hinchando el pecho, morderse el labio, resoplar sin ruido, una mirada profunda y directa, todo eso conforma el idioma en el que nos transmitimos sensaciones.

El ansia nos corroe pero él consigue la mezcla perfecta de delicadeza y emputecimiento. Me muerdo el brazo para no gemir porque sus caricias en mis tetas me van a provocar un orgasmo. He llegado a tal punto de excitación que no necesito que me toque más allá.
El cabrón lo sabe. Y para. Me deja de nuevo como en el callejón, al borde de un orgasmo que parece que no va a llegar nunca porque él consigue siempre alejarlo distrayéndome con otra cosa.

Cojo su polla. Está durísima. Firme. Noto cómo la sangre corre por la vena que la recorre. El capullo reluce con las primeras gotas que se escapan. Quiero probarla, empacharme de ella. Le tumbo en la cama y saco todo lo que llevo acumulado. No me veo pero imagino mi cara, puro reflejo de la lascivia que me invade. Paseo mi lengua por su capullo, despacio, ahora te toca sufrir a ti. La ensalivo, me gusta cuando se desliza con facilidad, relamo, chupo, succiono, pongo mi lengua dura y la muevo con rapidez sobre la zona donde se une el capullo y la piel que sube y baja. La engullo profundamente, muevo la cabeza, no dejo de mirarle. No puede decir nada pero aprieta los puños y tensa el cuerpo mientras su cabeza cae hacia un lado y suspira. Mmmm.

Se incorpora y me tumba junto a él. Me susurra al oído: "ahora te vas a enterar...que sepas que lo que más me gusta en el mundo es comer el coño". Ole, ole y ole!
Tú mismo...soy toda tuya.
No se conforma con provocarme un orgasmo. Quiere dos. Y yo me dejo en el brazo la marca de mis dientes para amortiguar los gritos que luchan por salir de mi boca y extenderse por el vecindario.

Luego, aún con la neblina en mis ojos del ultimo orgasmo, aún con la piel de gallina y aún con el cuerpo tembloroso, me sienta sobre él, coloco mis manos sobre su pecho y me muevo, a veces en círculos, a veces arriba y abajo, a veces atrás y hacia delante hasta que me recorre de nuevo una oleada de placer que me deja por unos segundos sin aliento, sin fuerzas. Pero me sigo moviendo porque sus ojos me lo piden, porque su polla dentro de mí me dice que quiere más, que no pare, así que mis caderas obedecen, impulsan de nuevo mi cuerpo y acabamos en un orgasmo casi a la vez. No podemos gemir, no podemos jadear pero eso creo que sólo consigue que la tensión que no podemos expulsar en forma de voz se transforme en un placer aún mayor. Todas las terminaciones nerviosas de mi coño notan sus palpitaciones. Él me mira con esa cara tierna de niño satisfecho que a veces queda después de tanto deseo reprimido durante horas. Fuera es de día pero no tengo ninguna prisa por irme. Aún no.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Busco inquilino

(Leí el otro día que ahora se ha puesto de moda el sexo a cambio del alquiler. Un inquilino que ofrece sexo a cambio de no pagar el alquiler, no es mala idea así que aquí va mi anuncio, jajaja).

Ofrezco:
Piso de 110 m2, luminoso, céntrico. Habitación amplia con vistas a un jardín. Amueblado o sin amueblar a elección del inquilino. Asistento que se ocupa de la limpieza y plancha. Calefacción individual, salón con chimenea, bien comunicado, tranquilo y con plaza de garaje.
Incluidos gastos de comunidad, agua, luz, teléfono e internet a mi cargo.

Busco:
Inquilino con buena apariencia, de no más de 35 años. Que le gusten los animales.
Dispuesto a compensar el precio del alquiler con noches de sexo.
Se pide dilatada experiencia en el sexo oral y sería conveniente que tuviera una lengua fuerte e incansable capaz de hacer piruetas en forma de placer.
No debe acostarse demasiado pronto y ser activo sexualmente por las noches.
Es imprescindible tener dedos hábiles y rápidos, estar dispuesto a cambiar el rol y dejarse hacer o tomar la iniciativa según el día y el humor de la propietaria del piso y disponer al menos de 15 cms de lujuria.
Sin ser imprescindible, se consideraría como plus que supiera dar masajes y tuviera conocimientos del sexo tántrico.
Se hace especial mención a pesar de la obviedad que ha de ser alguien con un alto potencial sexual, experiencia, pasión por el morbo, una desbordante imaginación y que aguante al menos dos asaltos.

El contrato incluiría 2-3 sesiones semanales de sexo sin compromiso. Se establecería un examen previo de admisión al inquilino y un periodo de prueba de una semana superada la cual el contrato sería por el plazo de un año automáticamente renovable si media acuerdo de ambas partes.
Todos los demás extremos serían negociables.
Si el inquilino tiene pareja, se podría estudiar la realización de un trío sin perjuicio de que la arrendataria tenga prioridad absoluta en los días establecidos, en los coloquialmente llamados "días de pago de alquiler".

Y bueno, el que esté interesado que envíe CV. Jajaja.