domingo, 27 de marzo de 2011

Otra mujer

Siempre he sido muy curiosa.
Creo que en la vida hay que probar (casi casi casi) de todo.

Muchas veces me ha rondado por la cabeza probar con otra mujer.
Pero últimamente es que no consigo quitarme la idea de la mente.

¿Qué se sentirá al tener a una mujer abierta, excitada?
¿Cómo debe ser que alguien practique contigo justo lo que a ella le vuelve loca que le hagan?

La sensación de sentir su orgasmo en mi boca, cómo se derrite de gusto con mis labios me intriga, me apetece, me despierta un conocido cosquilleo entre las piernas.
Saber si mi lengua es capaz de repetir los movimientos que a mí me gusta recibir.
Probar cómo se nota un orgasmo femenino desde el otro lado, jugando en el otro equipo.

Pero me lo planteo en el contexto de un trío. Con un tío que observa, se excita y participa.Que él observe, se recree y luego se deleite cuando ambas nos dediquemos a su placer.

Y el caso es que, a priori, la cosa no parece tan dificil. Pero sí lo es, por lo visto. Porque (volvemos a lo de que yo, lo mismo, soy demasiado exigente) llevo buscando la ocasión y la situación años pero nunca surge el momento oportuno o la persona adecuada.

Últimamente, de verdad que es no puedo dejar de pensar en ello.

miércoles, 9 de marzo de 2011

De pie


- Ponte de pie. Quiero follarte de pie.

Y aún no sabía el placer que me esperaba. Pero recuerdo perfectamente esa frase.

Me apoyo en la pared, saco el culo, te siento entrar.

Cada uno tiene una postura que es su especialidad. Ésta es la tuya, no lo dudes.
Mis brazos, desde el codo hasta la mano están apoyados en la pared, siento cómo se me cargan los brazos al hacer fuerza para impulsar mi cuerpo contra tu polla, porque quiero sentirte más, necesito que entres en mí.
Tu mano me coge de la cadera, tu otra mano se apoya en la curva que forma mi espalda al sacar el culo buscándote o me coge del hombro para tirar de mí.
 

Es la forma de moverte.
Es la intensidad que le das sin ni siquiera darte cuenta.
Es no verte pero sí oírte.
Es la manera en la que entras en mí.
Es esa polla que me pone tan fuera de mí.
Es puro deseo.
 

Llega un momento en que ni siquiera tengo el control sobre mí misma, soy sólo presa del morbo, soy la dueña de la palabra lascivia, soy orgasmos encadenados, soy la marea que lubrica tu polla, sobre la que caigo una y otra vez.
Y tú? Tú eres...morbo. 

miércoles, 2 de marzo de 2011

Princesa de ciudad

Hay princesas de cuento que se asoman al balcón de su palacio y se dejan cortejar por trovadores que cantan bajo su ventana. 
Y conquistadas por sus voces, dejan caer su larga trenza con un mensaje con la hora y el sitio donde quieren citarse con su tunante. 
Recorren la ciudad en carroza para bailar con su pretendiente y se dejan besar furtivamente a la entrada de palacio antes de escapar corriendo al oír las 12 campanadas mientras se sujetan las enaguas del vestido para no pisárselas. 
Si alguno de esos trovadores osara violentar a la dama con indecentes propuestas, sus masculinos allegados habrían de luchar por defender su honor ya que las princesas de cuento guardan la honra bajo llave y su virginidad (oh, divino tesoro!) sólo se entrega al príncipe azul que no sólo se gane su amor sino que además esté dispuesto a atragantarse de perdices por el resto de los tiempos.

Pero claro...mi piso no es un palacio, las trenzas me quedan fatal, las enaguas me hacen ancha de caderas, mi padre llega demasiado cansado del trabajo como para batirse en duelo y las perdices están a un precio que cualquiera se permite comerlas todos los días.

Con esto quiero decir que yo soy más princesa de ciudad. Llevo otro ritmo, tengo una moral menos estricta y no me sobra el tiempo como para perderlo.

Si un trovador ronda tras la ventana del messenger meses enteros y me provoca para luego quedar conmigo y decirme recién pasada la medianoche que "me voy a ir yendo que mañana trabajo y vivo lejísimos", pierde la magia. Si después de eso me besa con ese fervor que tanto gusta a las princesas "para que tengas más ganas de verme la próxima vez", me quedo con cara de tonta. Pero a esta princesa ya no le engaña para volver a quedar.

Si un tunante me despide con un amable beso de buenas noches y en la siguiente cita me sorprende con un "me gusta irte conociendo poco a poco", ya se puede ir buscando otra dama de compañía.

Si llego a saber que hay príncipes que encienden el fuego para luego dejarlo extinguir en un interminable cortejo sin consumación, no me hubiera hecho falta dar esquinazo a la carabina. 



Pero es curioso porque a pesar de mi poco interés (una vez me dejan con las ganas, dos no), siempre vuelven. Los príncipes de cuento no cejan en su empeño de conquistar a la princesa con largas veladas a la luz de la luna hablando del brillo de su cabello y la dulzura de su voz.

Las princesas de ciudad queremos divertirnos, llevamos el pelo suelto, no necesitamos que nos adulen hasta la extenuación para luego dejarnos abandonadas con un beso de buenas noches y comprobando las pilas del vibrador y preferimos un canalla a un trovador.