Las fantasías van por épocas. Al menos eso me pasa a mí.
Hay temporadas en que no puedo dejar de pensar en algo determinado que siempre me lleva irremediablemente al orgasmo, una sola imagen o una sucesión de hechos que hacen que me moje tanto, que me excite tanto que sea imposible no correrme en cuestión de segundos.
Luego transcurre una temporada y de repente mi fantasía se transforma en otra, la sustituyo por otra imagen que es mi nueva fantasía recurrente de la temporada. Cosas que se ponen de moda o se pasan de moda en el universo de mis perversiones orgásmicas.
Últimamente, no me puedo quitar de la cabeza que estoy sentada en el suelo, con mi espalda contra la pared y tú estás delante de mí, sujetas mis brazos en alto, tus dedos y tu mano rodean mis dos muñecas que sujetas sobre mi cabeza de manera que mi margen de movimientos es bastante limitado y con las rodillas ligeramente flexionadas, me acercas tu polla dura a la boca y dejas que la ensalive, que mi lengua pasee por tu tronco y luego meterme tus huevos en la boca mientras sujetas tu polla hacia arriba y me ofreces tus huevos duros y llenos de leche.
Haces rotar tus caderas para balancear tu polla dura y abofetear mis mejllas con ella, esparciéndome mis propias babas por los mofletes y mirándome con cara de cerdo.
Me pones el capullo entre los labios y comienzas a mover las caderas a un ritmo frenético. No te como, me follas la boca, que es distinto.
Noto la boca llena, a rebosar de polla, tocándome la garganta. Y eso me excita, que embistas mi boca cada vez que mueves tu pelvis mientras tus ojos desde arriba me taladran con esa mirada de cachondo, de salido. No me hace falta tocarme para saber que supuro humedad entre las piernas, no tengo más que separar las ingles un poco para que el olor a sexo suba hacia arriba inundándome los sentidos, haciéndome más consciente si cabe de que me excita, me vuelve loca esta situación.
De vez en cuando la sacas envuelta en mis babas que cuelgan como hilos del tronco de tu polla y la vuelves a meter despacio, en un rito que sólo consigue excitarnos más a ambos.
Se acerca el momento, tu glande se hincha, tus huevos golpeando mi barbilla se han endurecido y tu pelvis se mueve cadenciosamente, entrando profundo pero no deprisa y miro hacia arriba, porque me gusta retener en mi pupila y mi memoria la expresión de extremo placer que inunda tu cara seguida de varios jadeos cuando tu polla empieza a lanzar oleadas de leche en mi garganta y la mano que sujeta mis muñecas afloja la presión y las rodillas te tiemblan y tu sabor me inunda la boca y en parte escapa rebosante por la comisura de mis labios ante tal cantidad de deseo y acabas por sujetarte contra la pared en un intento de normalizar los latidos desbocados de tu corazón a la par que me miras desde arriba en una mueca de profundo agradecimiento sin palabras.
Medianamente recuperado, con algo que no es ternura pero se le parece bastante a primera vista, pasas la yema del dedo por mi mentón y recoges la leche que no ha querido quedarse en mi boca para acercarla a mi lengua y ofrecérmela como merecido premio.
Sólo espero que pronto deje de correrme en la soledad de mi cama fantaseando con ello para hacerlo realidad. Y creo que no queda mucho, jeje.
Hay temporadas en que no puedo dejar de pensar en algo determinado que siempre me lleva irremediablemente al orgasmo, una sola imagen o una sucesión de hechos que hacen que me moje tanto, que me excite tanto que sea imposible no correrme en cuestión de segundos.
Luego transcurre una temporada y de repente mi fantasía se transforma en otra, la sustituyo por otra imagen que es mi nueva fantasía recurrente de la temporada. Cosas que se ponen de moda o se pasan de moda en el universo de mis perversiones orgásmicas.
Últimamente, no me puedo quitar de la cabeza que estoy sentada en el suelo, con mi espalda contra la pared y tú estás delante de mí, sujetas mis brazos en alto, tus dedos y tu mano rodean mis dos muñecas que sujetas sobre mi cabeza de manera que mi margen de movimientos es bastante limitado y con las rodillas ligeramente flexionadas, me acercas tu polla dura a la boca y dejas que la ensalive, que mi lengua pasee por tu tronco y luego meterme tus huevos en la boca mientras sujetas tu polla hacia arriba y me ofreces tus huevos duros y llenos de leche.
Haces rotar tus caderas para balancear tu polla dura y abofetear mis mejllas con ella, esparciéndome mis propias babas por los mofletes y mirándome con cara de cerdo.
Me pones el capullo entre los labios y comienzas a mover las caderas a un ritmo frenético. No te como, me follas la boca, que es distinto.
Noto la boca llena, a rebosar de polla, tocándome la garganta. Y eso me excita, que embistas mi boca cada vez que mueves tu pelvis mientras tus ojos desde arriba me taladran con esa mirada de cachondo, de salido. No me hace falta tocarme para saber que supuro humedad entre las piernas, no tengo más que separar las ingles un poco para que el olor a sexo suba hacia arriba inundándome los sentidos, haciéndome más consciente si cabe de que me excita, me vuelve loca esta situación.
De vez en cuando la sacas envuelta en mis babas que cuelgan como hilos del tronco de tu polla y la vuelves a meter despacio, en un rito que sólo consigue excitarnos más a ambos.
Se acerca el momento, tu glande se hincha, tus huevos golpeando mi barbilla se han endurecido y tu pelvis se mueve cadenciosamente, entrando profundo pero no deprisa y miro hacia arriba, porque me gusta retener en mi pupila y mi memoria la expresión de extremo placer que inunda tu cara seguida de varios jadeos cuando tu polla empieza a lanzar oleadas de leche en mi garganta y la mano que sujeta mis muñecas afloja la presión y las rodillas te tiemblan y tu sabor me inunda la boca y en parte escapa rebosante por la comisura de mis labios ante tal cantidad de deseo y acabas por sujetarte contra la pared en un intento de normalizar los latidos desbocados de tu corazón a la par que me miras desde arriba en una mueca de profundo agradecimiento sin palabras.
Medianamente recuperado, con algo que no es ternura pero se le parece bastante a primera vista, pasas la yema del dedo por mi mentón y recoges la leche que no ha querido quedarse en mi boca para acercarla a mi lengua y ofrecérmela como merecido premio.
Sólo espero que pronto deje de correrme en la soledad de mi cama fantaseando con ello para hacerlo realidad. Y creo que no queda mucho, jeje.