jueves, 25 de marzo de 2010

Me hace gracia

Me hace mucha gracia cuando me dicen determinadas cosas.

Me hace gracia cuando me dicen que mi voz pone mucho. Jajaja. Ahora resulta que mis clientes con los que hablo por teléfono deben estar todo el día deseando llamarme. Jajaja.

Me hace gracia cuando me dicen que les gusta mi culo. Toda la vida pensando que ser culona no era una virtud y resulta que conozco a más que les vuelve locos que a los que no les gusta. Jajaja.

Pero lo que más lo que más gracia me hace es cuando me dicen que la chupo bien. No sé cómo lo harán las demás pero tampoco tiene mucho misterio. Abrir la boca, acariciarla con la lengua, succionar un poco, no sé, tampoco hace falta dar un curso, sólo hay que hacerlo con ganas. Y yo siempre me pregunto:
- cómo lo hacen las que lo hacen mal?
- cómo puede ser que alguien practique algo años aunque sea esporádicamente y aún no le haya pillado el tranquillo a algo tan fácil?

domingo, 14 de marzo de 2010

Ojos no tan claros

Hay recuerdos que permanecen como impregnados. Como si te los hubieran grabado en la parte interior del párpado y cada vez que cerraras los ojos no pudieras evitar verlos.
Constantemente me vienen fogonazos, secuencias de momentos que pasan por mi memoria como aceleradas pero casi con la misma intensidad que si lo viviera de nuevo.


Así que cuando cierro los ojos es como si estuviera otra vez allí. Con él.

Le recuerdo viniendo hacia mí vestido de negro. Así le resaltaban aún más esos ojos color miel.
Esos ojos que él dice que "no son tan claros" pero que te miran y sientes cómo los poros de la piel empiezan a supurar feromonas.
Me mira, sonríe, incluso parece que los ojos le brillan más.


Y estoy en el supermercado haciendo la compra y parpadeo y le veo de nuevo. Besándome. Y yo no suelo besar demasiado en la boca pero hay besos, tan suaves y a la vez tan intensos, que no dejaría de besarle. Su lengua envolviendo la mía y mis pezones reaccionando, poniéndose firmes. El contraste entre la tranquilidad con que hace todo y lo cachonda que me puede poner sin inmutarse, sin perder la serenidad.


Cuando en alguna reunión de trabajo me distraigo del tema, me viene otro fogonazo. Zas!. Su polla tan dura que no se puede doblar, haciendo un ángulo recto con su abdomen. Llena de venas, hinchada, llena de la leche que me tiene guardada. Ufff, qué polla! El tamaño, la forma, los huevos. Un conjunto perfecto, como un postre al que no puedes resistirte.


Si me tumbo en el sillón un momento y dejo la mente en blanco, me asalta de pronto otro recuerdo. Veo sus dedos, estilizados, largos, finos. En mi espalda, acariciándome, perdiéndose entre mis piernas, tocando el clítoris con precisión, como si lo hiciera yo casi. O entrando en mí, muy dentro, mientras su boca me lleva al orgasmo con precisos movimientos.


Estoy al teléfono y viene a mi mente otra secuencia, la de sus abdominales, fibrosos, en un cuerpo tan delgadito y su polla apuntando hacia mí, sus ojos miel mirándome y cómo después me folla, entrando hasta el fondo, taladrándome de placer, metiendo su polla tan dentro que me siento llena, siento como si su capullo fuera a hacerme explotar.


A veces recuerdo capítulos inconexos, sin orden. Su olor. Comiendo, él me mira y me dice "ahora no podría levantarme". Su gesto al colocarse los pantalones cuando se le escurren demasiado. Su cuerpo envuelto en una toalla. Él tumbado de espaldas mientras le acaricio y se retuerce de cosquillas. Mi lengua perdida en su culo y su polla creciendo contra las sábanas. Su voz musitando "me corro" y su leche colándose de mi paladar a mi garganta.


Pero cuando más me asaltan esos fogonazos es cuando me meto en la cama. Y cierro los ojos y me recuerdo con su polla en la boca. Muy duuura. A veces lamo el capullo, a veces uso mi boca y mi mano a la vez, a veces la meto entera en mi boca y roza mi garganta y la saco llena de mi saliva, mojada y veo el gusto que le da y eso me pone muy zorra. Le oigo decir que quiere correrse en mi cara. El coño me palpita, nada me apetece más que verle disfrutar. Me pongo de rodillas, al borde de la cama, delante de donde él se sienta y le como la polla con lascivia, con tanta como soy capaz porque quiero que esta sensación se le grabe en la memoria, tanto como a mí se me han grabado otros momentos. Mi mano acaricia sus huevos y mi boca le provoca un orgasmo pero poco a poco, para que sea más intenso. Coge su polla con su mano, yo estoy de rodillas, con la boca entreabierta y mirándole fijamente cuando chorros de leche me caen sobre la cara. Las mejillas, la barbilla, la comisura de los labios, incluso algo resbala por mi pecho. Pero lo que más me gusta, lo que no puedo dejar de recordar mientras mis dedos acarician mi clítoris y siento que llega mi orgasmo es su cara mientras me mira. Me mira cómo lo recojo todo. Gota a gota. Lamo primero lo que rodea mi boca. Luego llevo con el canto del dedo índice la leche a mi boca desde mi barbilla y voy recogiendo lo que rueda por mis mejillas para saborearlo con cara de puta porque así es como estoy ahora mismo, excitadísima por la sensación. Y veo reflejado en su cara mi placer, los ojos se le abren más, le resaltan más a pesar de "no ser tan claros" y observa fascinado todo lo que hago. Cómo dejo mi cara limpia. Y cuando recuerdo eso, entonces, no puedo evitar correrme y desear que la próxima vez me vuelva a llenar de leche.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Revolucionada

Tengo temporadas que estoy con las hormonas revolucionadas.

No sé explicarlo bien pero noto como un cosquilleo que me nace en el epicentro del coño, que me invade. Como si alguien se metiera dentro de mí y me tocara por dentro. Unido a una sensación húmeda entre las piernas.
Y me suben oleadas de gusto desde abajo hacia arriba, como una bala que impacta en la parte del cerebro que controla mi excitación.

Estoy hipersensible, cualquier roce me erecta los pezones, me pone la piel de punta.

Me paso los dedos por el cuello y siento otra vez esas oleadas de placer, como un tsunami que arrastra todo hasta que me siento derretir en mi ropa interior.

Por la mente sólo se me pasan imágenes lascivas, flashes de momentos que me excitan aún más.

A ratos siento como si no pudiera más, como si la excitación pugnara por salir a borbotones de mi piel, como si mi emputecimiento llenara mi estómago y la boca se me abre con la lengua nerviosa dentro como buscando algo que la llene.

Estoy electrizada, ansiosa, noto un runrún dentro de mí como si llevara dentro un motor que se pusiera en marcha y me incitara al sexo.
Como una bomba de relojería que puede estallar en cualquier momento. Y lo sé, que cuando explote va a ser excepcional, único.

Me siento como si mi cuerpo no fuera mío sino sólo un complemento de mi coño. Ése sí lo siento, a rebosar de humedad, con una sensación de vacío que necesito llenar, con una carencia que he de suplir, abierto, esperando, supurando un puto deseo que necesito saciar.

Mi cuerpo no me hace caso, intento tranquilizarle, le doy un par de orgasmos para que vuelva a su estado normal pero eso parece que sólo consigue alterarlo más. Se vuelve insaciable, ansioso de beber deseo, de absorber la energía sexual de otro cuerpo, de llenarse los oídos de un gemido, de adulterarse con las sustancias de otro.

Y me encanta follar cuando estoy así porque las sienes me palpitan en cada orgasmo, es como un chute de adrenalina, como una explosión incontrolada, como sentir un huracán que arrasa todo a su paso dentro de mí, que comienza en un punto que no sabría concretar pero que es donde empieza todo y desde ahí se extiende, invadiéndome, conquistándome sin que pueda oponer resistencia y me siento ahogar en ráfagas de jodido placer, de un placer tan intenso que no podría describirlo.
Me vuelvo una leona que no se sacia de su presa, me vuelvo egoísta porque necesito sentir un orgasmo tras otro y me emputezco porque necesito sacar de mí esa energía, esa electrizante sensación y transmitírsela a quien está debajo de mí mientras muevo mis caderas al son que imprimen los latidos de mi corazón acelerado. Me convierto en una loca desaforada que no se controla, que sólo se deja llevar por esa fuerza que nace en el epicentro de mi coño y me ahoga las neuronas convirtiéndolas en ese deseo del que me siento adicta, en el que me siento atrapada cual esclava.

Estoy revolucionada.

domingo, 7 de marzo de 2010

Salvaje

Me encanta follar contigo. Nos gusta lo mismo.
Sabes sacar la parte más salvaje de mí.
Eres capaz de ponerme a mil.
Consigues excitar mis putas neuronas hasta que me estremezco de placer, hasta que ni siquiera me reconozco en esa leona salvaje que grita desaforada y pide más.

El sexo contigo tiene ese componente salvaje, sucio, guarro que tanto me gusta. Ése que muchos intentan compensar con otras cosas sin entender que en una receta no se puede sustituir la harina por azúcar. El azúcar es un aditivo, no el sustituto de un ingrediente que falta.

Tú sabes cómo hacer la receta perfecta. Sabes mirarme y mojarme, tocarme y estremecerme, sabes desnudarme con impaciencia sin que parezca que imites una escena de película.

Me haces gritar, me pones mala con tus palabras, sabes qué decir en cada momento, comunicarte con el epicentro de mi deseo y excitarlo hasta que las ganas de ti me llenan entera, por completo.

Sabes usarme a tu antojo poniendo tu polla en mi boca, follándome con ella mientras mis labios la rodean y mi lengua se mueve nerviosa sobre tu capullo para luego embestirme con fuerza y follarme hasta que supuro excitación por cada poro para luego dejarte hacer, dejarte cabalgar al ritmo de mi orgasmo o con tu cabeza enterrada entre mis piernas recorriendo los labios de mi coño y el clítoris.

Eres mi alter ego, mi otro yo, mis deseos más ocultos con forma masculina.

Me comes los pezones hasta que los sensibilizas tanto que podría correrme si siguieras, me haces un dedo encontrando justo el punto donde hasta el Polo Norte se derretiría, me lames hasta que mis manos te sujetan impidiendo que pares, me besas el cuello y gimo como nunca he gemido, me follas sabiendo que los movimientos de tu polla son precisamente lo que quiero en ese momento. Me llevas en volandas y mi espalda se eriza al sentir la pared fría tras ella. Mis piernas rodean tu cintura, tu aliento me quema la piel y se oye el ruido de tu polla al entrar con fuerza en mí que estoy tan mojada que no doy crédito.
Me llenas de leche todo el cuerpo, me miras mientras juego con tu semen esparcido por mi piel.

Siempre dispuesto a una nueva experiencia, siempre abierto a nuevas ideas, siempre preparado para un nuevo asalto.

Por eso me gusta tanto follar contigo.

lunes, 1 de marzo de 2010

Sumisa sin saberlo

A raíz de una campaña publicitaria contra el tabaco en Francia, concretamente para evitar que los jóvenes empiecen a fumar, los publicistas han tenido la brillante idea de comparar el tabaco con el sexo oral. (Aquí ya me he perdido).
El lema es "Fumar significa ser esclavo del tabaco". Vale, pero la foto de una chica o un chico de rodillas con un cigarro en la boca como si fuera el pene de un hombre que les sujeta la cabeza imitando una escena de sexo oral, sigo sin pillarlo.
Dado que debe ser que algunos deben ser tan tontos como yo, los amables publicistas nos han explicado el sentido...
Para ellos está claro el significado porque (en sus palabras) "el sexo oral es el símbolo más perfecto de lo que significa la sumisión".

Dios, casi 30 años para descubrir que soy sumisa por lo del sexo oral además de esclava por fumar. ¿Qué hubiera sido de mi vida si estos amables franceses no me hubieran explicado que me gusta la sumisión?


Si por sumisión se entiende que me encanta el sexo oral, que creo que hay pocas sensaciones mejores que sentir cómo doy placer a otra persona con la boca, mover mi lengua lamiendo el capullo, sentirlo rozando el fondo de mi boca, notar cómo ese músculo crece, la sangre se aglutina y se endurece en mi boca, oír sus gemidos, saborear cada segundo de lo que estoy haciendo, experimentar placer con ello, tanto que a veces he llegado a correrme viendo disfrutar a la otra persona, ver sus muecas de placer y por fin sentir la leche subiendo en descargas de placer, en oleadas a mi boca y derramarse en ella como un huracán que consigue mojarme al instante, saborear cada gota, enloquecer con su expresión de placer...sí, soy sumisa.

Y a mucha honra.
Porque me siento bien cuando lo hago, porque me encanta hacerlo, porque fantaseo a menudo con hacerlo, porque disfruto cada segundo que dedico a ello, porque me gusta esa sensación, porque creo que pocas cosas gratis en la vida dan tanto placer siendo tan fáciles de llevar a cabo, porque me vuelve loca ese sabor cayendo por mi garganta...
Además, como debe ser que soy rara según los parámetros de los publicistas franceses antitabaco, no me siento sometida sino más bien al revés, siento que tengo un poder que disfruto teniendo, sabiendo que la otra persona está bajo mi control, entregado a mi lengua, sometido a mis movimientos, atado a la sensación que le provoco.
Y ya encima si después me puedo fumar un cigarro, ufff, me sabe fenomenal.
Así que esclava y sumisa. Y tanto tiempo sin saber que tenía esas inclinaciones!!.
Gracias, señores publicistas, por dar luz a mi vida.