lunes, 22 de febrero de 2010

Ella y él

Ella se obliga a veces a comer.
Siempre se obliga a levantarse a pesar el sueño cuando suena el despertador.
Pero no puede obligarse a sentir lo que no siente. No puede.
Y aún más le cuesta sobreponerse a sus miradas de reproche.

Él no puede obligarse a dejar de sentir lo que siente.
Ni a mirarla con dulzura cuando sonríe.
No puede evitar que sus pupilas reflejen la tristeza por lo que no puede ser.

Ambos son egoístas porque no se dejan ir, no aflojan la cuerda que les une.
Ella porque lo pasa bien, porque a pesar de no estar enamorada, le tiene demasiado cariño.
Él porque alberga la esperanza de que un día ella cambie de opinión.

Pero los dos son conscientes de que se hacen daño.

Ya han intentado dejar pasar el tiempo. Distanciarse y curar heridas. Intentar que los kilometros les hagan olvidar. Ponerse vendas donde antes hubo piel deseosa de caricias.

Los amigos comunes les hacen reencontrarse. Ambos van convencidos de que esta vez lo han superado. Y basta una mirada para saber que no es así.

Se dejan llevar. Porque algo les empuja a ello, porque no pueden luchar contra esas ganas que les consumen. Acaban en la cama. Se envuelven en las sábanas que son mudos testigos de sus besos. Tienen ese sexo sucio, sin tabús, sin prejuicios que tanto les ha gustado siempre. Usan sus cuerpos como instrumentos de placer sabiendo que con nadie será el sexo nunca así de bueno.

Decenas de posturas, jadeos y orgasmos después yacen sobre la cama, fumando. Exhaustos. Satisfechos. Con la sangre aún revolucionada.

Él la observa desnuda cuando vuelve del baño. Hay poca luz pero conoce cada una de sus cuvas, sus lunares, sus gestos. El corazón le quema, la lengua le arde con dos palabras que sabe que no debería decir.

Ella vuelve del baño, mira la piel que tantas veces ha recorrido, los recovecos de los que tantos gemidos le ha arrancado. Observa su rostro e intuye lo que piensa. Evita su mirada.

Se tumban, fuman, se acarician suavemente. Sus miradas se cruzan y ahí está otra vez esa mirada de él. La mirada que dice sin decir, que reprocha lo que no se puede cambiar, que hace que ella se sienta una hija de puta.
Ella no dice nada pero en su cara se ve la desilusión, la impotencia de no poder cambiarlo, la amargura de ver repetida la situación que ambos intentan siempre evitar.

¿Por qué tiene todo que ser tan difícil a veces?. Tan difícil que duele hasta contarlo en primera persona.

lunes, 15 de febrero de 2010

Mis regalos

El 14 de Febrero no es para mí un día especial en el que se hagan regalos.
Yo prefiero regalarte el 6 de Marzo por ejemplo un beso inesperado cuando estés mirando hacia otro lado y sorprenderte deslizando mis labios por tu nuca hasta llegar al lóbulo de tu oreja y cogerlo entre mis labios mientras susurro en tu oído las ganas que tengo de ti.
O el 23 de Abril esperarte cuando llegues a casa con un body espectacular que realce mis curvas y al abrir la puerta desnudarte sin dejar que me toques y te digo que es tu noche y pudes pedir lo que quieras.
O agachar la cabeza mientras conduces el 15 de Mayo y hacerte tocar el cielo con mi boca enloqueciéndote y obligándote a parar porque necesitas correrte en mi boca.
O llevarte a cenar el 17 de Junio y no llevar ropa interior para que puedas perder tu mano bajo mi vestido.
El 12 de Julio es también un día perfecto para jugar a ser tu colegiala obediente y sudar aunque esté puesto el aire acondicionado.
El 9 de Agosto te puedo llevar a alguna playa nudista con poca gente, arena fina y bañarme contigo al atardecer haciendo subir la temperatura de nuestros cuerpos al sol.
El 29 de Septiembre te propongo un masaje con aceite, mis manos recorriendo cada cm de piel, tu piel suave y resbaladiza, relajarte para después ponerte nervioso.
El 18 de Octubre podría preparar una bañera calentita, llena de espuma, invitarte a que nos bañemos juntos, enjabonarte, y llenarte de caricias hasta que aparezca en tu cara esa sonrisa de felicidad que tienes cuando quedas satisfecho.
El 11 de Noviembre te invito a un hotel con jacuzzi, una cama enorme y muchos espejos. Te ato a la cama, te vendo los ojos y entonces abro la puerta para sorprenderte con una visita, la de una morena con curvas que se muere por hacer un trío contigo y conmigo.

El 2 de Diciembre podría dejarte un sobre con una dirección a la que tienes que ir al salir del trabajo y que al llegar allí descubrieras que es un local de intercambio donde hacer realidad cualquier fantasía.
El 16 de Enero nada mejor que "obligarte" a pasar todo el día en la cama, desnudo, piel con piel, con mucho tiempo para no dejar nada en el tintero.
Y así podría seguir con cada día del año. Porque los regalos, demostrar que me gustas, enseñarte que me importas, hacerte disfrutar o sonreír, verte feliz y satisfecho, para eso no hay un día. Eso tiene que apetecer cada minuto.

jueves, 11 de febrero de 2010

En plena Castellana

Íbamos de un bar al siguiente.

Llevábamos horas hablando, de todo y de nada.
El tiempo pasaba como si las horas tuvieran de repente 60 segundos.

Había un pacto tácito, un acuerdo para guardar las formas. Pero no te apetecía hacer caso a las reglas.

Cruzábamos la Castellana, estábamos en mitad de la calzada. Y de repente, entre el ruido de los coches, te oigo decir "sabes qué me apetece?".
Y antes de que me de tiempo a contestar, coges mi cara entre tus manos, me besas con una pasión que no había imaginado aún en ti. Quien cruzaba a nuestro lado nos esquivaba mientras nosotros nos besábamos ajenos al tráfico. El semáforo a punto de ponerse en verde para los coches, los conductores atónitos ante el espectáculo y nosotros absortos, en una burbuja, en una especie de agujero negro que absorbía los ruidos, el bullicio alrededor, la gente, dejándonos sólo con nosotros mismos. Tus labios jugando a buscarse con los míos, tu mano agarrando mi cintura y presionándome contra ti.
Cuando quedaban segundos para que se pusiera en verde el semáforo, nos separamos y corrimos hacia la acera. Me sentía como una pluma. Mi boca tenía aún tu sabor y en el estómago se me anudó el gusano de la felicidad.

La noche no había hecho más que empezar. Porque ese fue el pistoletazo de salida.

Acabamos besándonos con verdadera pasión apoyados en tu coche mientras los basureros al filo de la mañana limpiaban las calles y sonreían con malsana envidia y tu polla se clavaba tanto en mí a través de la ropa que creí que sería capaz de horadar un nuevo orificio en mi cuerpo. Descubrí que el deseo contenido se torna en un deseo mayor cuando esperas para desatarlo.

También descubrí contigo en el ámbito más mundano pero no por ello menos importante, que un orgasmo tuyo no era un fin sino una continuación a juzgar por lo dura que seguía tu polla tras llenarme de placer.

No sólo consiguió arrancarme sonrisas y carcajadas sino también gritos de placer y orgasmos sin comparación. Se ganó un apodo bien merecido y un sitio muy especial entre aquellos que compartieron alguna vez un desayuno conmigo.

Casi todo se acaba en la vida. Esta historia también acabó, quedó una gran amistad y él encontró en otra lo que yo no le pude dar.

Pero los recuerdos siempre permanecen. Y éste en concreto, aquella noche en la Castellana que fue el principio de unos meses llenos de alegrías, de aeropuertos, de viajes relámpagos, de playas nudistas, de bares "recién inaugurados", de mejillones al vapor, de descapotables incómodos y de sorpresas, permanece aún muy vivo.

domingo, 7 de febrero de 2010

Sexo de verdad

¿Os pasa que a veces tenéis una idea en mente y de repente leéis algo que plasma esa idea perfectamente en pocas palabras? Como si consiguiera resumir lo que piensas tú en dos frases.
Pues eso me pasó a mí el otro día leyéndome un post de La niña Mala (siempre geniales por cierto). Le pregunté si podía usar su frase y me dijo que sí.

"Hay hombres que aseguran que les gusta el sexo. Pero luego, luego están a los que les gusta de verdad."
Y es una verdad como un templo.

Normalmente, la mayoría de los hombres dicen que les gusta el sexo, que les encanta.
Pero o bien yo entiendo por sexo otra cosa y nuestras definiciones no coinciden o bien ellos no saben qué es el buen sexo.
Meterla y sacarla como si te follaras un donut no es sexo. Eso es alivio.
Que te ponga oír gemir porque alimenta tu ego no es sexo. Es narcisismo.
Tener el misionero como postura estrella no es sexo. Es un aburrimiento.

Y luego están los que les gusta de verdad.
Para ésos, el sexo es darlo todo, transformarte en una fiera, hacer disfrutar a la otra mitad al menos tanto como disfrutas tú, es dedicarle tiempo, echarle imaginación, jugar, hacer que todo sea erótico, excitante, usar las palabras para perforar la parte del cerebro donde nace el deseo provocando una explosión alucinante.
El sexo tiene que ser sucio, salvaje, guarro. El sexo limpio no existe.
Sucio es disfrutar de la leche, sentirla caliente por todo tu cuerpo, notar tu boca húmeda de sus fluidos, perder tu lengua en su culo mientras le pajeas.
Salvaje es cuando toda tu atención, toda la sangre, todas las sensaciones se concentran en un solo punto, en tu coño mojado al borde del orgasmo. Y la habitación, todo lo de fuera, incluso la otra persona desaparece de tu mente mientras tú te dejas llevar y las sienes te palpitan, el corazón se desboca y los músculos de tu abdomen se contraen al ritmo de las palpitaciones que notas dentro de ti. Salvaje es cabalgar sobre su polla dura sujetándote sobre su pecho y sentir tanto placer que no puedes parar de moverte ni aunque te falte el aliento.
Guarro porque te sientes como una zorra, te encanta estar ahí, te sientes tan suya que sólo quieres más. Porque te encanta ser tan puta que consigues ponérsela dura, hacer que reviente en un orgasmo increíble, oírle gemir o mirarte con esa cara de cabrón que te derrite.
El sexo de verdad es cuando no hay prejuicios, cuando estás dispuesto a probar casi todo, cuando te encanta proponer nuevos juegos, experimentar sensaciones.
Es estar a 4 patas y sentir que las tetas se mueven en cada embestida cuando él te clava su polla entera y pensar que nada en la vida puede ser mejor que esa sensación en ese momento.
También es saber adaptarse a las reacciones del otro, acoplarse a cómo le gusta que se lo hagan, buscar aquello que le hace correrse desaforadamente en un estertor que habla por sí mismo.
Disfrutar dando placer tanto o más que recibiéndolo. Excitarte cuando ves que disfruta contigo pero que disfruta de verdad, que consigues que todo su puto cuerpo sea tan tuyo que vendría su alma al diablo por no parar de sentirse así.
Hay que dedicarle tiempo. Provocarle casi un orgasmo comiéndole los pezones o el cuello, recorrer la espalda acariciándole con los pezones duros, chupar, acariciar, lamer, perderse, recorrer, jugar, buscar. Invertir tiempo sin dejar nada por hacer. Pero no siempre, a veces es echar un polvo apremiante, impaciente cuando el deseo no deja tiempo a más.
Es quitarse la coraza que se lleva en la vida cotidiana y sacar ese puntito salvaje que llevamos dentro, dejarse llevar, liberarse, dar placer, recibirlo, follar siempre como si fuera la última vez o la primera, acabar derrotados y sudorosos pero tan satisfechos que tu mente sólo piensa en repetir. Decirle que te pone muy puta, que quieres su leche, que te llene la cara con ella, sujetar su cabeza cuando te corres con su lengua, pedirle que te de por culo porque en ese momento no hay nada que desees más en el mundo.

Al menos eso entiendo y espero yo cuando alguien dice que le gusta el sexo.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Hacerte disfrutar

Te tumbo en la cama.
Sin dejar de mirarte fijamente, desabrocho tu cinturón, abro cada botón de tu vaquero y te lo quito.
La ropa interior también me molesta.

Y por fin asoma tu polla. Tan grande, tan dura, tan a punto para ser sólo mía.
Apuntando al techo, con unas gotas lascivas que me muero por lamer.

Mi mano derecha sobre tu cadera, mi mano izquierda jugando con tus huevos. Mi boca engullendo tu polla, hasta el fondo, la lengua moviéndose deprisa por tu capullo, rodeándolo. Mis ojos te miran, me gusta ver tus reacciones. Tu cara contraída en una mueca de placer. Mi boca sin parar de chupar, de recorrer tu polla. A veces la meto hasta dentro, a veces juego sólo con tu capullo. Lamo, lasciva, poniendo esa cara de zorra satisfecha con darte placer.

Noto que las sábanas debajo de mi cuerpo se mojan con mis fluidos. Me pone mucho verte disfrutar.

Mi dedo acaricia la zona que va de tus huevos a tu culo. Bajo la cabeza, mi lengua se pierde en tu culo, lo lamo, me pierdo dentro de él. Una vez humedecido, meto mi dedo mientras mi boca sigue comiéndote, tu polla dentro de mi boca, tu cara en un rictus de deseo que me encanta ver. Tus gemidos me perforan los oídos desatando una marea de excitación en mí.

Tus puños se cierran, excitado. Tu orgasmo se acerca.
Imprimo más rapidez a mis movimientos. Tu polla ha alcanzado la dureza previa al orgasmo.
Suplicante me dices que no pare. No pensaba parar. Quiero que me llenes de ti, que tu leche salga directa a mi garganta.

Durante unos segundos tu polla parece de piedra, tus huevos se endurecen, tu culo se contrae y un momento después, tu leche sale, caliente, ardiendo casi, llenándome.
La saboreo, la trago, te miro disfrutando de tu placer que hago mío a juzgar por la humedad que rebosa de mi coño.

Me encanta hacerte disfrutar.