miércoles, 24 de junio de 2009

Asistento

Necesito una asistenta. Alguien que ponga mi casa un poco en orden.

Pongo un anuncio.

Me suena el teléfono. Es una voz de hombre.

- Hola, llamo por lo del anuncio (anuncio? qué anuncio?-pienso yo al oír a un hombre, típicos prejuicios) de que necesita a alguien para limpiar.

- Ah, sí.

Por mi mente, no lo puedo evitar, empiezan a deslizarse sucios pensamientos que incluyen una aspiradora, un jovencito atractivo, un culito redondito y prieto que se marca cuando se agacha y después me pregunta que si quiere que (me) haga algo más.

Pero no, es un hombre de unos 45, no demasiado atractivo y que limpia bien pero con el que se me quitan las ganas de tener ideas pecaminosas.

Y cada vez que le veo pasar por el pasillo, me entra una especie de frustración como un niño al que le regalan algo que no es lo que quería.

Eso sí, creo que no conozco a nadie más que tenga un "asistento". Aunque no sea porno. Jajaja.

domingo, 21 de junio de 2009

No todo se puede contar

Tu nombre, 6 letras.
Tu teléfono, 9 cifras.
Un vuelo, 2 horas y 10 minutos.
Una fecha, en 12 días.
Cada caja de condones, 12 unidades.
El trayecto desde el aeropuerto, 20 minutos.
Este post, 65 palabras.

Todo eso son números, cifras, cantidades exactas.
Pero no todo se puede medir, calcular, contar.
Porque las ganas que tengo, son inmensas. La espera se me hace interminable.

viernes, 19 de junio de 2009

Ten amigos para esto

Hoy tenía un día un poco tonto.
Así que ya que tengo unos cuantos amigos que siempre me usan de psicóloga-consejera-llorapenas, hoy la que necesitaba hablar un rato y echarme unas risas era yo.

Empiezo mi ronda telefónica.
- Amiga 1 no coge el teléfono. Está estresada, este fin de semana es muy importante en su vida laboral y no tiene tiempo.
- Amiga 2 coge para decirme que me tiene que colgar porque "uff, ya sabes lo de mi madre, cómo está, estoy aquí con ella, no puedo hablar ahora".
- Amigo 1 está en el extranjero de viaje y ha apagado el teléfono imagino que para que no le llamen.
- Amigo 2 me coge y aprovecha para contarme antes de que me dé tiempo a decir nada que tiene millones de problemas y acabo consolándole yo a él.
- Amigo 3 no me coge. Al rato me llama y me dice: "Tía, me has pillado ocupado, bueno, follando, jajaja, que X (su novia) y yo nos hemos cogido el día libre y estamos haciendo la dieta del cucurucho, comer poco y follar mucho porque es que llevábamos una época dando demasiada importancia al curro en vez de darle importancia a lo mejor de la vida. Qué querías?". Y de repente lo he pensado...y se me ha quitado la tontería. Sí, porque resulta que me he dado cuenta de que en realidad estoy fenomenal y tengo todo lo que quiero y que su idea era buenísima.
Así que le he dicho que "Ya no me pasa nada. Me acabas de solucionar el día. Muchos besos".

Creo que me voy a coger el lunes libre yo también para hacer una terapia de ésas. Ya sólo me falta alguien que se coja el día conmigo. Jajaja.

(Menos mal que cuando tengo un día tonto, me dura la cosa poco porque ten amigos para esto).

miércoles, 17 de junio de 2009

No quiero currar

Son las 9. Suena el despertador. Me levanto.
Voy a la cocina, abro la nevera, bebo un vaso de zumo.

Miro por la ventana y está nublado, triste, gris.
Repaso mentalmente la lista de recados, de obligaciones, de citas que tengo pendientes para hoy.

Pero no consigo dejar de pensar en que lo único que me apetece es volver a meterme en las sábanas aún calientes, abrazarme a ti, enredarme con tu cuerpo y besarte mientras oigo tu respiración y siento tu calor.
No quiero ir al curro. No quiero hacer cosas. Ni tener más obligación que disfrutar de ti. Quiero que el tiempo se pare en la isla que es la cama que compartimos. Y quiero que mi sonrisa sea lo primero que veas cuando mis besos te despierten.

Pero no puede ser así que me voy...que llego tarde al curro.

viernes, 12 de junio de 2009

El Rubio

Salgo. Un bar cualquiera.
Hay gente de todo tipo. Desde un par con chaleco encima de la camisa que no sé si me recuerdan más a mi abuelo o al Dúo Dinámico hasta unos cuantos negros que bailan hip-hop.

Estoy de risas con mis amigas. Varios grupos se van presentando.
Todo el mundo me echa menos años de los que tengo. Eso está bien.
Ninguno me llama la atención. Empiezo a pensar que mi listón está demasiado alto o que la gente que sale es demasiado fea.

Llevamos 3 horas y 4-5 copas en el mismo bar. Y de repente, del fondo del bar, aparece un tío im-pre-sio-nan-te. Rubio, ojos claros, el cuerpo que se adivina debajo de la ropa es para quitar el hipo.
Me repongo del shock y veo que encima me está mirando. La suerte que yo tengo en la vida es para alucinar.

Se cruza entre nosotros un grupo de armarios empotrados de ésos que no es que estén cachas sino que es que parece que se inflan los músculos con el hinchador de colchonetas de la playa. Pierdo de vista al rubio.

En uno de los innumerables viajes al servicio (el alcohol tiene que encontrar su vía de escape), me topo con él otra vez. Ni corta ni perezosa y con el desparpajo que me caracteriza, me acerco. Entablo una típica conversación tonta de bar y descubro que el mote por el que le conocen sus amigos es Rubio, en un ataque de originalidad sin precedentes. Y que aún es un yogurín. Jajajaja. Sinceramente, en ese momento no me importa. Estoy perdida en sus ojos verdes.


En una conversación de la que no recuerdo los detalles exactos, me da su teléfono. Que es algo así como 69x69xx69. Tanto 69 tiene que ser una señal del destino. Seguro.

Lo que no me queda muy claro es para qué quiero su teléfono. Lo que quiero es ese cuerpo, esos ojos, esa mirada y lo quiero ahora, no mañana ni pasado sino ahora.

Cierran el bar, nos echan y ya en la calle, callejeamos camino de nuestro destino.
Una vez que he cogido un poco de confianza, no reprimo mis ganas de tocar su pecho y lo que descubro es una durísima musculatura sin un gramo de grasa y no hago más que pensar en cómo de duro estará el resto.

Como si me hubiera invadido un extraño virus, como si volviera a tener muchos menos años, como si no pudiera esperar a acabar el corto trayecto que nos separa del destino final, nuestras lenguas se enredan, mis manos se pierden bajo su camisa, mi excitación no conoce límites. Y acabamos en una calle poco concurrida, sobre el capó de un coche, follando como si el mundo estuviera a punto de acabarse. Pierdo la noción de dónde estamos y de quién podría pasar y recostada sobre el coche, con el vestido subido por la cintura, nos entregamos al sexo sin amor, al desahogo de un orgasmo intenso, a los gemidos amortiguados por el ruido del tráfico de las calles cercanas. Nos dejamos llevar, me siento de nuevo como si volviera a tener 18, cuando cada callejón era una oportunidad de dar rienda suelta al deseo. Su cuerpo duro, su polla más dura aún, las embestidas de la pasión. Acabamos pero no estamos saciados así que mi boca vuelve a buscarle, él hace honor a su edad endureciéndose de nuevo en cuestión de segundos y su leche acaba derramada dejando una huella húmeda en la acera de una calle por la que nunca más volveré a pasar sin acordarme del Rubio.

Más tarde, seguimos en otro sitio más privado, más tranquilo, menos exhibicionista.
Pero cuando me voy a casa, no puedo dejar de pensar en el callejón, en la sensación de hacr algo prohibido, en el morbo de que te pillen, en la locura que no me dejaba pensar con sensatez y sí, definitivamente, hoy me vuelvo a casa sintiendo que me he quitado años de encima, que he rejuvenecido.


martes, 9 de junio de 2009

Desilusión

Tengo ya una edad en la que creo que puedo aceptar un no.
La madurez va unida al hecho de saber afrontar tanto los éxitos como los fracasos. Saber que no siempre se gana. Asumir que no todo en la vida ocurre como tú lo deseas.

Por eso, me pone mala la gente que no sabe decir no.
Que no es capaz de decir lo que piensa, que se escuda en excusas infantiles, en mentiras obvias, en silencios delatadores.

No puedo con la gente que pierde la fuerza por la boca. Los que piden una mujer abierta pero se asustan si la encuentran, los que presumen de que les gusta la sinceridad pero se refieren a que les digas sólo aquello que quieren oír, los que se sienten incómodos ante alguien que sabe lo que quiere, lo busca y lo dice sin tapujos.

Estoy harta de falsos hipócritas que, de los que se creen los reyes del mambo y de los que piensan que no hablar de algo hace que esa circunstancia no exista.

Creo que entre personas adultas, debería decirse lo que uno piensa, no lo que el otro espera que digas, debería poderse decir en alto que no me gusta esto o que quiero esto otro, sin tapujos, sin medias verdades, sin absurdos tabús.
No estamos ya en la infancia, no creo que nadie se coja una rabieta de niño pequeño ante un no, ante un revés de la vida, ante una situación que no ocurre como tú esperabas.

En definitiva, no juegues conmigo. No me digas que sí si quieres decir que no, no me marees, no me mientas para protegerme de una verdad que crees que me va a doler o que no voy a poder afrontar, no me crees falsas esperanzas, no escondas la cabeza como las avestruces, no creas que tienes que velar por mí para paliar mi falta de fortaleza. No.

No quiero reapariciones inesperadas con excusas imposibles de creer.
No quiero falsas ilusiones cuando sabes que no pasará.
No quiero promesas que sabes que incumplirás.
No quiero oír un "te llamo" si no va a ser así.
No quiero mails interminables que acaban en nada.
No quiero. No quiero. No quiero.

Hoy, estoy un poco desilusionada con algunas personas en particular.
Lo bueno es que mañana seguro que se me ha pasado.

lunes, 8 de junio de 2009

Excepciones(III)

Por regla general, no me atrae demasiado el sexo anal.

La excepción: Que consigas ponerme tan cachonda, que me lleves al estadio en el que pierdo el control de mí misma, que me excites hasta tal punto que mi mente sólo quiera más y más.

Y entonces, acabar pidiéndotelo. Ser yo la que se siente tan puta que lo necesita, que me apetece. Decirte con voz zalamera de gatita en celo que quiero que me des por culo, que quiero sentir cómo entras, cómo lo vas abriendo.

Te colocas tras de mí y entras poco a poco, tu polla se hace un hueco, busca el camino del placer y yo estoy allí, de rodillas, abierta, para ti, sólo para ti, tan excitada, tan dispuesta, tan tuya.

Y entonces, sí me gusta, me gusta sentir cómo te derramas, cómo tu polla palpita en mi culo y oírte gemir al son del placer.

Mmmm.

jueves, 4 de junio de 2009

Excepciones (II)

Por regla general, no me gusta demasiado hacer pajas.

Me siento como si fuera otra vez una adolescente escondida en un rincón del parque.

Excepción: saber que te gusta sentir cómo mi mano rodea tu polla. La palma de mi mano se apoya sobre ella, mis dedos se cierran alrededor. La saliva que he esparcido con mi boca permite que mis movimientos sean fluidos, con el roce justo para provocarte placer.

Mientras lo hago, te miro, fijamente, mordiéndome el labio. Porque me gusta verte así. Me gusta verte cachondo. Tu polla crece en mi mano, se endurece.

Siempre hay una excepción.

martes, 2 de junio de 2009

Excepciones (I)

Lo mejor de las reglas son las excepciones.

Por regla general, no suelo ser demasiado mañanera en el sexo.

La excepción es que me despiertes con caricias. Tu mano bajando por la cadera, dibujando las formas de mi cuerpo, subiendo la curva de mi cadera desde mi cintura y haciendo un poco de presión en mi nalga. Que tus besos me vayan despertando poco a poco y me saquen del sueño de la forma más placentera posible.

O cuando dormida, tu lengua juega con mi sexo o tus manos se pierden allí donde nacen los gemidos que me provocas.
Me gusta sentir tus besos por mi espalda mientras me voy despertando y tus manos jugueteando para despertar otras zonas de mi cuerpo a la vez que tu polla dura hace presión sobre mi culo como diciéndome "estoy esperándote".

Cuando abro los ojos, aún totalmente K.O., sumida aún en la neblina de la semiinconsciencia, me sonríes pero en tu gesto se adivina que no tienes intención de ser tierno y cariñoso sino que quieres follarme, quieres ponerme muy puta. Pero es que no puedo, tengo demasiado sueño. Así que te dejo que seas tú el que haga todo, me dejo hacer. Con gusto, eso sí, porque ya has conseguido excitarme.

A medida que en tu cara se refleja el morbo de la situación, me voy excitando más. Hasta que no consigo dejarme hacer sino que siento la necesidad de hacer algo.

Y acabamos enzarzados en el mejor baile del mundo, en el que nuestras caderas se mueven al ritmo que marcan los gemidos. Los besos nos los damos al ritmo de nuestro deseo. Y repetimos el orgasmo cual estribillo de una canción.

Así si me gusta el sexo por la mañana.