lunes, 26 de enero de 2009

Entre mis piernas

Te quiero entre mis piernas.
No dejo de imaginarte así.
Yo con las piernas abiertas y tú perdido entre ellas.
Que sólo verte mover la boca al hablar y ver tu lengua asomando entre tus labios me haya hecho perder la razón de tal manera que mi imaginación vuele fantaseando con sentirte.
Coger tu cabeza, llevarla entre mis piernas.
Y tu hábil lengua se dedica a mí, a cada recoveco, a cada esquina. Pasa por cada pliegue, me recorre entera.
Llegado el momento en el que te cansas de torturarme a base de placer, tu lengua separa mis labios encontrando un torrente de humedad jugosa.
Yo me deshago en gemidos. Sólo puedo poner mis manos sobre las tuyas o sobre tu cabeza para impedir que te vayas, que dejes de hacer lo que me está volviendo loca.
Encuentras mi clítoris. Es para ti. Es la llave del placer. Lo sabes. Y lo sabe mi cuerpo que reacciona haciendo erizarse mis pezones, haciéndome jadear y poniendo mi carne de gallina.
Tu lengua me recorre. En círculos, de abajo arriba, en movimientos circulares o no, imprimiendo un poco de succión...
Miro y veo tus ojos, mirándome, mientras tu lengua no deja de lamer, de hacerme perder la compostura, de conseguir que tenga que echar mi cabeza hacia atrás y dejar mi cuello al descubierto mientras me retuerzo de placer con la boca entreabierta dejando escapar gemidos que hablan por sí solos, dicen más que las palabras.
Cuando tus dedos buscan la entrada, separan los labios y se hunden poco a poco a través de la humedad, pido que sigas, dejo escapar un grito y me abandono al placer, me dejo llevar, me derrito de gusto. Tu lengua sabe bien qué ritmo necesito.
Siento que se acerca el momento. Mis manos aprietan tu piel, mi cuerpo se tensa, siento las corrientes que me recorren desde los pies a la cabeza, empieza la curva del placer, cada vez es más intenso, mi respiración se acelera...y acabo corriéndome...por un momento me quedo sin voz, la sensación es tan intensa que no puedo articular sonidos...mi cuerpo se dobla, se estremece, cierro las piernas intentando alargar el placer, siento la humedad resbalando entre mis muslos...
Te quiero entre mis piernas...otra vez...

domingo, 25 de enero de 2009

Guerra de almohadas

Me acabo de lavar los dientes.

Voy de camino a la cama.

Entro en la habitación. Y me pillas desprevenida. No me lo esperaba.

Me das con la almohada. Y me tiras sobre la cama.

Ha empezado la guerra de almohadas.

Cojo rápidamente la otra almohada. Intento atacar pero ya me has dado otra vez.

Consigo ponerme de pie. Esquivo tu golpe y consigo darte. Te balanceas, pierdes el equilibrio pero no llegas a caerte.

Intento darte otra vez pero no lo suficientemente fuerte así que atacas de nuevo.

Inclino mi cintura hacia los lados cuando los golpes van a la cabeza. Esquivo algunos golpes.

No sé cuánto llevamos así pero llega un momento en que me entra tal ataque de risa que soy incapaz de defenderme. Así que caigo sobre la cama, con lagrimones de risa rodándome por la cara. Y aprovechas mi indefensión. Comienzas con la tortura. La guerra de cosquillas.

No puedo defenderme, estoy indefensa, las carcajadas resuenan por toda la casa.

Cuando atacas mis pies, creo que no puedo reír más. Intento zafarme pero es imposible, la risa no me deja fuerzas para moverme.

Me va a dar algo!. No puedo reírme más.

La adrenalina se siente en el ambiente.

Cuando creo que nunca vas a parar hasta que muera de risa, suplicando que pares...paras. Te acercas, cariñoso, y me das un beso. Empieza como un beso inocente. Pero va subiendo de tono. Y acabas en mi cuello, besándolo, con pequeños mordiscos que me hacen gemir. Siento la humedad resbalando por mis muslos.

-Me encanta cuando te ríes así.- dices - Y me pones, da igual lo que hagamos, me pones. Mira.

Y cogiendo mi mano la llevas a tu polla. Está creciendo.

- Como has ganado la guerra de almohadas, puedes elegir cómo quieres follarme.- te digo picarona.

Aunque ya sé qué vas a elegir. Así que me voy poniendo a 4 patas. Separo mis nalgas con las manos, te proporciono una preciosa vista de toda la zona. Ves mi coño mojado. Mis ganas de ti. Y no tardas mucho en follarme, en metérmela. No puedo evitar que se me escape un gemido. Me coges de las caderas. La sacas casi entera. Vuelves a meterla entera. Creo que me voy a volver loca. Sigues así hasta que nos corremos.

Ahora seguro que duermo mucho mejor.

miércoles, 21 de enero de 2009

Karlsplatz

Aquel fin de semana en Munich. Tú y yo.

Uno de los más fríos que se recuerda por aquellos lares. Ola de frío siberiana. Un viento que no se podía ni andar.

Y yo, que odio el frío, lo recuerdo como un fin de semana bastante caliente.

Poca ropa, mucho sexo y muchas risas.


Pero el colofón fue el sábado por la noche. Tenía una sorpresa preparada. Una sorpresa que llevaba diciéndote que iba a hacerte mucho tiempo. Para ir preparando el ambiente. Para que tuvieras aún más ganas.

Lo mejor fue que te dije que no había podido prepararla y que se posponía. Para que no te imaginaras nada.

Nos preparamos para ir a cenar. Tú, sin tener ni idea de lo que te esperaba.

Cenamos. Luego fuímos a tomar una copa. Cuando nos íbamos del bar, te digo que voy al servicio.
Me quito la falda, la camiseta y el jersey. Lo meto todo en mi bolso que llevaba para la ocasión.
Salimos a la calle. Llevaba un abrigo, la bufanda, la ropa interior y unas medias, no pantys sino medias.
Pero tú aún no lo sabías.

En pleno centro de Munich, en Karlsplatz, me meto en un recoveco y te beso. Voy abriendo mi abrigo. Lo abro y te digo: "mira".

Tu mirada lo dijo todo. Resoplaste, me miraste y en ese mismo momento, se te puso como una piedra. Mmmm.

Hasta el metro quedaban menos de 10 minutos. Tardamos en hacer el recorrido así como unos 30. En cada portal, en cada escaparate, en cada recoveco, aprovechabas para acariciarme, para lamer mis pezones endurecidos, para tocarme. Éramos como dos imanes que se atraen sin remedio.

Tu polla a través del pantalón estaba a punto de reventar. Dios, cómo me ponía eso!.

Pasaba constantemente gente cerca. Pero iban a su bola. No podían imaginarse que cada vez que yo abría mi abrigo o lo levantaba al andar por detrás, tu polla daba un respingo.

Hacía mucho frío pero nosotros teníamos mucho calor. Queríamos llegar al hotel y dar rienda suelta al deseo contenido.

No olvidaré esa mirada. Tu mirada brillante, excitada, sugerente.

Sólo espero que en el ascensor del hotel no hubiera cámaras. Aunque en ese momento poco nos hubiera importado. Pero sólo fue el precalentamiento. Aunque ya estuviéramos suficientemente calientes.

Ya en la habitación, había un cristal que separaba el el baño de la habitación. Un cristal transparente. Y una cortina que podí abrirse o cerrarse. La abrí. Me empecé a desnudar para ti. Muy despacio. Muy provocadora. Tú en la cama, mirando. Acariciándote.

Yo detrás del cristal me sentía como en un espectáculo, donde tú podías ver pero no tocar. Y precisamente eso era lo que te ponía tanto.
Desabroché mi sujetador y dejé que salieran, los pezones estaban muy duros. Erguidos. Preparados para estremecerse con tu lengua.
Luego me fuí quitando las medias. Poco a poco. Mirándote fijmente. Mordiéndome el labio en ese gesto tan mío cuando estoy cachonda.
Luego fuí bajando el tanga, de espaldas a ti, despacio, haciéndote esperar.

Y me quedé allí, con un pierna sobre el borde de la bañera, para que vieras cómo me acariciaba.

Tú te quitabas constantemente ese mechón de la cara, tu polla estaba enorme. Creo que nunca ha estado así de dura, como aquel día.
No quise hacerte esperar más. Yo también lo estaba deseando. Así que salí, me acerqué a la cama. Tú seguías tumbado. Me senté sobre ti, me clavé tu polla entera. Hasta el fondo. Fue pasmoso con qué facilidad entró.
Estaba tan dura!!.
No tuve que moverme demasiado para correrme. No una sino varias veces.

Gemías, jadeabas, me mirabas de esa manera que sabías que me vuelve loca..

Y me encantó, cuando dijiste que te ibas a correr. En la postura en la que habías dicho siempre que no serías capaz de correrte. Y gemías, tu polla crecía, el capullo se hinchaba, estabas a punto. Y lo noté, cómo te corrías. Y no pude evitar correrme a la vez que te veía disfrutar.

Ese fue el principio de la noche. Luego hubo mucho más.

lunes, 19 de enero de 2009

Dura

Sabes qué me encanta?

Cuando la tienes durísima. Y lo sé. Sé que está luchando dentro del pantalón por salir, por coger aire, por hundirse dentro de mí y por sentir mi saliva recorriendo sus recovecos.

Pero me hago esperar. Me gusta ver cómo cada vez tu mirada se torna más impaciente, más llameante, con más brillo.

Y me observas, ansioso. Me acerco y te digo: "lo bueno se hace esperar".

Cuando por fin abro el pantalón, me gusta encontrarme con ella dura. Muy dura. A punto de reventar. Rodearla con mi mano y sentir su dureza.

Me gusta los pequeños saltitos que pega cuando nota el contacto con mi lengua.

Pero sobre todo, me gusta verla. Mirando hacia arriba, apuntado al techo, erguida.

Y me encanta cuando está tan dura que pongo un par de dedos sobre ella y aunque intento que forme otro ángulo, en cuanto dejo de hacer presión, sube de nuevo como impulsada por un muelle. El muelle de la excitación.

Y de tu capullo asoma el rocío que es la antepuerta del orgasmo, el equivalente a mi humedad. Esas gotas que me pierde lamer con la lengua fuera mirándote fijamente.

Subo la cabeza, te miro y te veo febril, no abres la boca pero tu mirada suplica a gritos que quieres mi boca, que necesitas darme toda esa leche, que tu excitación no aguanta más sin descargarse dentro de mí. Y esa mirada provoca tal humedad en mí que no puedo resistirme, me lanzo a tu polla, la meto en mi boca. Y noto cómo crece lo poco más que puede crecer ya. Y no paro, no hasta que tus gemidos se vuelven gritos, hasta que mi boca está llena de tu sabor, hasta que tu cuerpo cae rendido al placer.

domingo, 18 de enero de 2009

Sólo palabras

Cena. Miradas. Risas. Escote.
Juego con mechones de mi pelo entre mis dedos.

Champagne. Brindis. Chimenea. Calor.
Nuestras rodillas se rozan en el sofá.


Carcajadas. Tu cuello. Complicidad.
Mis manos acarician tu pierna.

Mimos. Tonteo. Cercanía. Más calor.

La pasión se desata.

Deseo contenido. Besos. Impaciencia. Necesidad.
Confianza. Exactitud. Precisión. Enloquezco.
Gemidos. Placer. Subidas. Bajadas.

Un cigarro.

Te busco, te encuentro.
Dureza. Enorme. Gritos.
Explosión. Calidez. Sabroso.

Nos fundimos de nuevo.
Juegos. Caricias. Senderos de placer.
Cosquillas. Susurros. Palabras.
Intensidad. Humedad. Necesidad.

Otro cigarro.

No podemos alejarnos.
Imantados. Cariñosos. Adictos.
Lametones. Vibrador. Dedos.
Escalofríos. Hielo. Calor.
Sensaciones. Gusto. Estallido.

Otro cigarro.

No queremos parar.
Masaje. Espalda. Mordiscos.
Contacto. Embestida. Velocidad.
Locura. Jadeos. Éxtasis.

Otro cigarro.

Más?
Abrazos. Vaivenes. Sonrisa.
Pícaro. Lengua. Succión.
Mojada. Empapada. Derretida.

Otro cigarro.

Nos relajamos?
Ducha. Agua. Gel.
Vapor. Enjabonados. Resbaladizo.
Ardiendo. Inclinada. Goteando.
Directo. Hábil. Experimentado.
Deslizarse. Suavidad. Orgasmos.


Otro cigarro.


Aún tienes ganas?
Mamada. Crecer. Sentir.
Más. Ritmo. 69.
Perra. Caderas. Clavada.
Frenético. Incansable. Enorme.
Pasión. Al unísono.

Otro cigarro.

El penúltimo?
Guiño. Roces. Sensibilidad.
Pezones. Lujuria. Felicidad.
Saliva. Descontrol. Increíble.

Otro cigarro.

Son sólo palabras. Sueltas. Sin redacción.
Pero es que esa noche no puede explicarse, sería imposible transmitir aquello.
Sólo palabras inconexas. Que no son más que una mínima expresión de todo lo que vivimos.

Pero esa noche fumé. Mucho. Demasiado. Demasiados cigarros. Pero nunca demasiado placer.

jueves, 15 de enero de 2009

Soy para ti

Estoy en casa.

No llevo nada más que mi ropa interior.

Y me encantaría que vinieras.

Que entraras, sin vacilaciones, sin dudas, seguro de ti mismo, con ese aire de chulo que me pierde.

Mírame y haz que me moje sólo de leer lo que me dicen tus ojos.

Quítate la camisa. A cierta distancia de mí.

Desafiante empieza a abrir el pantalón.

Entonces acércate a mí. Confiado. Imponente.

Pónme la polla en la boca, métela, úsame para tu placer. Y no me consultes, no busques mi permiso, simplemente disfruta, déjate llevar, lléname de leche. Decide tú.

Trátame así. Y conseguirás que me moje. Que te desee.

Baja la yema de tu dedo acariciando mi canalillo y baja hasta mi entrepierna.

Coloca la mano sobre mi coño. Cuando encuentres mi tanga mojado, susúrrame mirándome con cara de morbo: "pero qué puta eres". Y lleva tus dedos a mi boca, para que me excite con mi propio sabor.

Échame en la cama. Quédate de pie. Con la rodilla sobre la cama.
Pajeándote para mí. Y cuando yo intente tocarme, retira mi mano, dime "ahora no".

Fóllame. Mis piernas sobre tus hombros. Abierta. Indefensa. Hazlo con furia, con intensidad.
Cambia de ritmo cuando mis gemidos empiecen a sucederse en el tiempo y se acerque mi orgasmo para que no me corra. Quiero que saques a la zorra que llevo dentro.

Cuando estés a punto de correrte, embiste con fuerza y a un ritmo constante.

Si notas la leche subiendo por tu polla, a punto de descargarse dentro de mí, mírame con los ojos brillando de excitación y dime: "quiero que te corras ahora, que me empapes...." y me sentiré tan cachonda que me correré a la vez que tú descargas tu leche y me llenas de ella.

Te animas a venir?

miércoles, 14 de enero de 2009

El principio del fin

Acabamos de follar. Un polvo muy bueno. Intenso. Placentero. Sexual.
Y de repente, me miras, como pensando en algo que no te atreves a decir.
Un par de veces separas los labios pero no llegas a decir nada.

Tu mirada va tornando de pensativa a decidida.
Como si lo vieras todo claro, como si en un segundo hubiera cambiado tu vida.

Coges mi cara entre tus manos, me besas en los labios.
Y me dices: "Quiero dejarlo todo. Vente conmigo."

Sabes que es una locura. Yo también lo sé.
Pero por lo visto, me cuesta menos mantenerme fría que a ti. Confundes la excitación del deseo con la pasión del amor. Confundes la complicidad del sexo con los sentimientos de una relación.

Mezclas confuso cosas que no tienen que ver, que de hecho están en universos distintos. Disparas a la portería pero apuntas a la luna.

Lo hemos pasado bien, congeniamos.
Pero para ti no soy más que un capricho, un juguete, la ilusión por la novedad. Como unos zapatos nuevos que tienes ganas de estrenar y te pones aunque te duelan los pies.

Es un espejismo pensar que lo dices en serio. No me gusta fantasear con quimeras.

No quiero herirte.
Pero en mis ojos lees que estoy buscando la manera de decirte suavemente que no, que estás loco, que no funcionaría. Que no es eso lo que buscábamos ni lo que en realidad queremos.

El sexo había sido muy bueno.

Alguna vez repetimos.

Pero ese día, ese minuto, ese momento, ese instante, fue el principio del fin.

martes, 13 de enero de 2009

Fantasía cumplida

Podría contar aquí cómo fue aquella noche. Pero creo que tú lo has contado suficientemente bien. Quien quiera puede leerlo por sí mismo aquí.

Yo sólo añadiré un par de cosas más desde mi punto de vista.

Era mi fantasía desde hace tanto tiempo que ni me acuerdo de cuándo no he fantaseado con ella.
Y de repente, apareces, resulta que también es tu fantasía, que te apetece probarlo, que te excita pensar en ello.

Fuiste tú quien te metiste totalmente en el papel. Quien me dijo que el dinero solía llevarse en un sobre y que cuando te lo diera sería la formalización del contrato.
Conseguiste crear un ambiente distendido, tener una agradable conversación.
Cuando saque el sobre y te lo dí, me miraste y dijiste: "a partir de ahora, soy tuyo". Cuántas veces había fantaseado con ese momento, con ese instante...!!!!. Mi ropa interior comenzaba a humedecerse.

Cuando te dije que fumaba, respiraste aliviado. Dijiste que si yo no hubiera fumado, hubieras tenido que contenerte porque esa era mi noche. La sensación de poder aumentó. Mmmm.

La cena fue en un sitio muy de mi estilo, me encantó. Una compañía exquisita, una comida exquisita. Beber champagne hizo el resto.
Alternamos momentos de conversación con susurros al oído.
Y siempre digo que en cada situación, hay momentos insignificantes pero que por alguna razón, recuerdas después con total nitidez o que consiguen hacerte perder el control en un segundo. A mí me pasó eso en la cena. Hubo un momento en que tu rodilla rozaba la mía y me transmitía tu calor. Por un instante, estuvo a punto de decirte que nos fuéramos, que no quería esperar más. Mi entrepierna ardía. Hasta tal punto que creo que pocas veces la recuerdo así.

Las de la mesa de al lado aprovechaban para echarte miraditas cómplices. Pero saber que esa noche me pertenecías hacía la situación aún más excitante.

Al llegar a la habitación, me eché en la cama, sabías que quería que te desnudaras, despacio, mirándome. Ver tu torso desnudo mientras tu mirada morbosa se clavaba en la mía fue el principio de un sinfín de orgasmos, de sensaciones, de placer, de morbo, de puro sexo.
Contuve el primer orgasmo, quería esperar, quería que cuando llegara, fuera una explosión contenida de placer inmenso. Y lo fue.

Estuve a gusto, hubo momentos cómplices pero yo mantuve durante toda la noche una cierta frialdad, era parte del juego. Mantener una cierta distancia, sentir el poder que me daba ser la que pagaba. Y al mismo tiempo, me excitaba muchísimo. Intercalar alguna frase donde quedaba claro quién estaba al servicio de quién. Me excitaba a mí y te excitaba a ti.

Hacerte cumplir mis deseos, preocuparme sólo por mi placer, disfrutar una y otra vez...

Cómo transcurrió todo lo has contado tú perfectamente.
Sin embargo, lo que sentí yo al cumplir mi fantasía, eso no se puede explicar. Faltan palabras para describirlo.

Ya al final, podíamos habernos ido. Pero no hubiera sido lo mismo sin un orgasmo tuyo. Te lo habías ganado, con creces. Tus gemidos se han quedado grabados en mi memoria. La sensiblidad de tus pezones, también.

En definitiva, una noche inolvidable. Sin duda.
Pocas veces he invertido tan bien el dinero. Ni siquiera 100 veces el precio hubieran podido pagar ese placer. Gracias.

lunes, 12 de enero de 2009

Puro deseo

Suena el teléfono. Al otro lado, la voz.

"Qué tal, niña? Oye vamos a cenar todos. Te apuntas?

Intentas mantenerte frío pero sé lo que piensas. Te contesto.

"Bueno, a qué hora? Voy, me apetece verte antes de que te vayas otra vez."

Sé que cuando te contesto eso, te alegras de que lo diga.

"A las 10 en el restaurante niña".

Colgamos y pienso que nadie me llama niña con esa dulzura que lo dices tú.


Pasan los años. Parece que fue ayer pero hace una eternidad que nos conocemos. Probablemente la historia que hemos vivido ha sido más intensa que la de muchas parejas que pasan la vida juntas.
Nos vemos esporádicamente. Cuando la distancia nos lo permite. Soy yo la que pongo trabas de vez en cuando. Porque me duele que me mires así. Que me eches en cara que no pude hacerte feliz. Que me reproches echarme de menos cuando yo sólo te recuerdo con cariño. Me haces sentir culpable de algo que no está en mi mano controlar. Algo que sucedió porque tú no le pusiste freno, porque no quisiste evitarlo y cuando quisiste, ya no pudiste.

Pero hoy hemos quedado. Y me apetece verte. Llegas con esa sonrisa, ese pelo precioso, tu cuerpo fibroso debajo del polo, las rodillas marcándose en tu vaquero al sentarte, me estás empezando a excitar y ni siquiera hemos pedido la cena.

Cenamos. Rodeados de gente. Risas, alcohol, complicidades. Tomamos una copa. Rodeados de amigos. Haciendo como si no pasara nada. Salimos del bar. Momento de despedidas.
Me acerco a darte dos besos. Según me acerco, riéndote, levantas la cabeza, haces ese gesto tan tuyo, me miras y no hace falta más. De nuevo, no lo hemos podido evitar. Ambos sabemos qué vendrá ahora. Es ese deseo que no podemos controlar. Ese ansia del otro.

Nos montamos en el coche. Nos besamos. Acaricias allí donde bien sabes que me derrito. Mi ropa interior es testigo inevitable de mi deseo, tengo el tanga mojado. Tu "joder, cómo me pones" termina de hacer el resto. Sólo quiero llegar y follarte. Arrancamos. Otra vez de camino al piso. En el coche, no puedo evitar acariciarte. El trayecto es corto pero se hace eterno. En cada semáforo, me miras con un morbo que me enciende aún más si cabe. Sobre todo porque sé perfectamente lo que quiere decir esa mirada. Sólo deseo ser tuya y sentirte mío.

Aparcamos. En el portal, coges mi mano y la llevas a tu pantalón: "mira cómo me tienes". Subimos. El ascensor ha sido testigo de muchas noches nuestras como ésta pero el deseo sigue intacto, como la primera vez.

Vamos a la habitación, nos desnudamos deprisa, como con ansia. Nos sobran las palabras. Nos conocemos demasiado bien.

Nos tumbamos, me besas mientras tu mano abierta se posa sobre mi coño. Sabes perfectamente qué me excita y haces alarde de ello para que caiga rendida al placer. Cuando notas la humedad, tus besos se vuelven más intensos. Tu polla da un respingo y me golpea la pierna. Mi mano la busca. Rodearla con la mano y presionar un poco sintiendo su dureza me encanta. Gimes. Y ya sabes que cada gemido me enciende aún más. Tus dedos entran en mí. Tu boca busca mis pezones. Sólo la mirada que tienes al levantar la cabeza y mirarme, casi consigue que me corra. ¿Qué tiene tu mirada que lo dice todo sin abrir la boca?

Me encanta el sexo contigo. Porque es sexo, puro, salvaje, sexo en esencia. Y porque alcanzamos ese perfecto equilibrio que se forma de la combinación de que me pones putísima, de que los dos llevamos la iniciativa, de saber qué quiere el otro y de ese morbo y esa pasión que no he conocido en nadie más. Me encanta ese instinto animal, me encanta que contigo el sexo sea sexo, que sea una montaña rusa de placer, que no sea suave sino que sea impaciente, ansioso, como si no fuéramos capaces de saciar el deseo.

Tu lengua se pierde en mi coño, afanada por saborear la riada de humedad que me inunda. Mmm, lo haces tan bien!!. Gimo, entre susurros te pido que no pares.

De repente, te incorporas. La tienes dura, grande, se ve apetecible, dulce pecado. Colocas tu polla en la entrada de mi coño y entras a saco, de un golpe, tu polla resbala dentro, como si no pudiera frenar. Y empiezas a moverte, salvaje, gimiendo con tanta intensidad que me pones putísima. Te mueves, me embistes. Me arrancas orgasmos con una facilidad pasmosa. Veo esa expresión en la cara, ese gesto que haces cuando el orgasmo se acerca. Y lo he visto muchas veces, muchas, pero me sigue excitando como la primera vez.

Ver cómo te corres sólo hace que me excite más. Noto la humedad resbalando entre mis nalgas.

Podrías caer exhausto o podríamos fumar un cigarro pero te conozco, sé que no vas a parar. Sé que aún vas a arrancarme más gemidos, más gritos.

Me miras:
- "Quiero que te corras otra vez. Que te derritas como una puta en mis dedos"

Y me haces sentir tan zorra cuando dices eso y me miras así que creo morir. De gusto. De deseo. Hasta que consigues exactamente lo que quieres. Caer de nuevo rendida a tus dedos.

Fumamos un cigarro. Pero ni siquiera eres capaz de esperar. De disfrutarlo. Tus dedos me buscan constantemente. Tus labios se acercan allí donde pierdo la razón.

La noche sigue.

Me corro tantas veces que pierdo la cuenta. Me pone tu forma de mirarme, ese aire de chulo, me gusta cuando te brillan los ojos y cuando tu polla crece en mi boca. Y me llenas de leche. Porque sabes que me encanta.

Y me haces estremecerme porque me conoces perfectamente, sobran las palabas, no tengo que guiarte por los caminos que tan bien conoces, por el trazo del camino que un día surcaste.

Cuando caes rendido, soy ya la que está tan caliente que no puede parar, que quiere al menos una vez más. Así que jugueteo con tu polla, la acaricio, toco allí donde sé que tus gemidos van a elevarse de tono. Lamo no sólo tu polla sino también tus huevos, tu culo...eso te pierde. Va creciendo en mi boca. Tu mano se posa sobre mi hombro. Tus dedos se clavan sobre mí. Me pone tanto oírte gemir!!! Estaría así horas. Dándote placer. Porque si te veo disfrutar, siento yo placer. Me miras, me dices: "niña, pero qué cara de vicio tienes". Y en la dureza de tu polla, en sus palpitaciones noto que mi cara ha conseguido aumentar tu excitación. Entre susurros consigues murmurar: "voy a correrme". Y noto cómo sube, tu capullo se expande, la leche me inunda.

Subo, me echo a tu lado en la cama, te miro mientras disfrutas de las mieles del placer. Me miras.
"Ahora tendré que agradecértelo, no?" Sonrío pícara.
No me hace falta decirte que estoy mojada. Lo sabes de sobra. Juegas con mis pezones mientras recuperas el aliento. Pero no puedo esperar, no quiero, así que cojo tu cara entre mis manos y te pido "por favor, estoy muy cachonda, haz que me corra". Tu experta lengua sabe cómo hacerlo. Tus dedos entran en mí y sé que tienes la boca empapada, porque yo estoy empapada. El orgasmo es muy intenso. Muy intenso. Tanto que me convulsiono de placer. Me hago un ovillo en la cama, me vuelvo egoísta, me dedico sólo a disfrutar de mi placer.

Y tú me miras. Vas encendiendo un cigarro.
Lo disfrutamos mientras la complicidad de los años nos une de tal manera que nos sentimos a gusto, nos hace reírnos.

Y al fin nos quedamos dormidos. Abrazados. Tú sintiendo mi pecho en tu espalda.

Al menos, hoy has conseguido no estropear el momento con reproches absurdos. Ha sido como en los viejos tiempos. Sólo sexo, sólo complicidad, pasión, deseo, placer, gusto, gemidos, orgasmos.

Mañana cada uno volverá a su vida, a kms de distancia, pero hoy, esta noche, aún es nuestra.

"Duerme bien, niña". Y me encanta cómo dices niña.

Y de nuevo, ha sido tan bueno que sé que volveremos a caer en la trampa, en la situación de no poder decir que no, de no poder negar que la atracción que sentimos, que la química que tenemos, es única.
Donde hubo fuego...

sábado, 10 de enero de 2009

Depende del día

Hay días en los que me gusta jugar.
Calentarte. Llenarte de besos y caricias.
Hacerte sufrir. Retrasar el orgasmo.

Hay días en los que me encanta mimarte o que me mimes.
Mirarte a los ojos mientras me muevo despacio sobre ti.

Hay días en los que me apetece que me recorras con tus besos, cada rincón, cada recoveco, que busques mil paradas antes de llegar al sitio que estoy deseando que lamas.

Hay días que me apetece probar cosas nuevas.
O tener un rol. O hacerlo en un sitio prohibido.

Sin embargo, hay días en los que quiero sexo en estado puro, salvaje.
Siento la necesidad de que me folles. No quiero preliminares, no quiero esperar.
Quiero que me desnudes deprisa, con ansiedad y me hagas arrodillarme ante ti, me llenes la boca antes de que me de tiempo a decir ni una palabra y me folles la boca con tu polla dura.

Hay días que estoy tan caliente que no necesito besos, ni caricias sino sólo una mirada y 4 palabras: "ponte a 4 patas". Y entonces me embistes, con deseo, con apremio, sin contemplaciones. Y te mueves sabiendo que me haces sentir tan puta que me encanta. Tu polla nota cómo te mojo. Cómo me deshago por dentro convirtiéndome en un mar de lujuria, en un mar dulce de jugos.

Hay días en los que no quiero hacerte esperar sino que directamete me lanzo a por tu polla. Para sentir cómo crece en mi boca. Y llevarte a ese paraíso en el que no puedes reprimir inundarme con tu sabor.

Hay días en los que te necesito, no dentro de un rato, no después, no más tarde sino en ese mismo instante. Ya. Ahora.

Hoy tengo un día de ésos. No quiero esperar, no quiero sexo dulce, no quiero un juego que me haga desear el orgasmo, no quiero cariño sino que quiero sentirme deseada por ti, deseada de manera impaciente, como si no pudieras esperar ni un minuto más, con ese brillo en los ojos que me vuelve loca ver.

miércoles, 7 de enero de 2009

Don Fidelidad

Ayer me llamó mi ex, Don Fidelidad. O bueno, Don Fidelidad siempre que sea ella la que sea fiel que para mí se aplican otros principios. Jajaja. Pero bueno, ya no duele.

Nos tomamos algo. Para todos pasa el tiempo. Que no perdona.
Pero mientras tomábamos algo, le miraba y era incapaz de reconocer en él a aquel rubio de rizos y ojos azules al que ví en un bar y pensé: "tiene que ser mío". No sé, no queda nada de aquel estilo de camisetas de manga larga que se pegaban al pecho sin ajustarse y que me impedían concentrarme en lo que me contaba. Aquella camiseta roja que siempre me hacía terminar pidiéndole que me follara, donde fuera pero ya. Ni nada de aquellas piernas duras conseguidas en años de partidos de fútbol 3 o 4 días a la semana. De las eternas gafas de sol en cuanto había demasiada luz.

No sé, parece otro. Que si el curro, que si la novia a la que nunca menciona por su nombre como si yo me ofendiera porque él tenga nueva novia 4 años después de dejarlo conmigo, que si su nuevo piso, que si su hipoteca, que si la crisis. Uff, se puede ser más predecible?.

Qué fue de aquel rubio que parecía guiri y su obsesión por ser diferente, por no ser convencional?. Nunca pensé que hubiera sido un error dejarlo, no hubiera funcionado seguir juntos pero allí, de repente, ví cómo hubiera sido mi vida si hubiera seguido con él y sentí una liberación total. Supe que fue lo mejor para los dos.

Así que me quedo con el recuerdo de aquellos 4 años. Con él descubrí miles de rincones de Madrid, me aficioné a Sabina, fuímos felices en miles de hoteles y hostales cutres porque lo único que importaba era estar juntos, robar minutos al tiempo. Conocimos Praga juntos, disfrutamos San Sebastián, nos enamoramos de Granada. Cenamos aquellos maravillosos crèpes en París. Nos reímos hasta tener agujetas y lagrimones rodando por las mejillas. Teníamos tantas bromas comunes que aún hoy me río al recordarlas. Disfrutamos del amor hasta que se nos acabó.

Y tuvimos muy buen sexo. Muy bueno. En la piscina aquélla que nos colamos. En la tienda de campaña en aquellas vacaciones en pleno Agosto y a 35 grados que no sé ni cómo aguantábamos. En el parking al lado de la Audiencia Nacional. En el garaje de mi casa. En aquel bar que cada vez que entro me recuerda a ti. En callejones. En portales. En tu casa o en la mía. En mi Universidad en el día menos productivo de biblioteca de la historia. En la parada del autobús a plena luz del día. En el parque en aquel banco alejado de la farola. En la playa oyendo el mar de fondo amortiguado por nuestros gemidos. En el coche. En aquel autobús que nos trajo de Granada. En la muralla de Toledo. En aquel barrio de Barcelona cuando nos perdimos. Y en mil sitios más. Mmmm.

Me acuerdo cómo nos deseábamos hasta no poder contenernos, de cómo una mirada o un escote o una palabra conseguía excitarte. Y tus sabios dedos siempre encontraban el camino al placer. Y tu polla se ponía dura con una facilidad alarmante. Tus orgasmos eran abundantes, te encantaba que la boca me rebosara de ellos. Recuerdo aquel fuego interior que no nos dejaba saciarnos del otro. Tus músculos y tu cuerpo fibroso en tensión, brillante por el sudor mientras me embestías a una velocidad vertiginosa hasta llenarme de ti. Tu mano tapando mi boca para que no gritara de placer cuando los torrentes de humedad que me provocabas resbalaban por mi coño. Lo que te ponía que fuera tu putita o tu alumna. Aquellos inmensos ojos azules mirándome con pasión desenfrenada mientras me la clavabas. Cómo intentábamos dormir abrazados pero no podíamos, porque tu polla despertaba haciendo que las horas pasaran sin que el sexo nos diera tregua para conciliar el sueño. Mmmm.

Eso no fue todo, pero sí la parte que quiero recordar. Con eso me quedo. Sólo con lo bueno.

Y me alegro de que seas feliz, a tu manera. Y yo a la mía.

Ahora eso sí, cuando nos levantamos para irnos, hay una cosa que sigue teniendo igual. Eso no ha cambiado. Un culito perfecto marcándose en el pantalón. Me entran ganas de mordérselo de lo apetecible que es. Al menos, me consuela saber que hay cosas que no cambian. Jeje.

lunes, 5 de enero de 2009

Tiempo robado

Me gusta cuando te vas pero tu olor se queda en mi piel.

Tu aroma sigue sobre mi cuerpo.
Ya no estás pero te siento aquí.
Sigo respirándote.

Tu olor despierta mis recuerdos.
Me dedicas las horas que robas.
Siempre mirando el reloj.
Pero me arrancas orgasmos que me hacen olvidarme de que no te puedo tener siempre que quiera. Me provocas, sabes lo que me gusta, sabes cómo conseguir que te desee.

Y te vas. Siempre demasiado pronto. Siempre dejándome con ganas de más.

Pero tu olor se me ha quedado impregnado, mi sexo sigue húmedo buscándote donde ya no estás, mis manos añoran rodear tu polla y tu sabor aún no ha desaparecido de mi boca.

En mis oídos aún resuenan tus gemidos. Tu voz pidiendo más. Lo que me dices haciendo que mi excitación suba por momentos.

Sin embargo, si hay algo que no puedo olvidar es tu lengua. Y cómo te gusta que coja tu cabeza y la apriete entre mis piernas deseando que el orgasmo se alargue, que la sensación que me recorre no acabe.

Ni tu sabor. Cuando me inundas la boca con él o las tetas para acabar lamiéndolo juntos, ambas lenguas sobre mi pezón, entrelazándose, compartiendo tu sabor. Ese sabor dulzón tan propio de ti. Tan especial, tan único.

Pero el reloj avanza. El tiempo acaba. Y siempre me quedo con ganas de más.

domingo, 4 de enero de 2009

Grabado a fuego

Era por la mañana. Aunque no lleváramos durmiendo más de 2 horas.

Por la ventana entreabierta del hotel se oía el tráfico. La ciudad despertaba, la gente iba con prisa al trabajo. Era lunes. Pero para nosotros, sólo existía lo que había dentro de esas paredes. Al menos en ese momento.

Yo dormía profundamente. Me despertaste, yo ni siquiera era consciente de la hora. Mi mente intentaba adivinarla en función del ruido del tráfico. Ni siquiera podía abrir los ojos.
Pero tu voz consiguió sacarme del duermevela cuando me susurraste: "Mira cómo estoy!". Estaba dura. Muy dura.
No te veía pero podía imaginar tu mirada, tus ganas, tu excitación reflejada en los ojos. Y te noté entrar, poco a poco, como si quisieras que sintiera cada centímetro de recorrido.

No hubiera sido más que un polvo más. Placentero. Pero sin nada especial para recordarlo. Hasta ese momento.

Entonces, entró del todo. Tu capullo hizo presión en el punto justo que me hace estremecerme de placer. Era tal la dureza que un escalofrío me recorrió el cuerpo. Sentía la presión, oía tu respiración entrecortada.

Quizá porque tenía los ojos cerrados, quizá porque no había luz, quizá porque aún seguía sensible de la noche anterior, quizá porque en mi imaginación veía con claridad tu gesto de placer, quizá porque lo deseaba, quizá porque consigues excitarme tanto, quizá por lo dura que estaba...lo único que sé es que ese segundo, ese instante se me han quedado grabados de tal manera que al recordarlos, no puedo evitar mojarme y que mis manos bajen ansiosas buscando esa humedad y dar rienda suelta al placer. Hubo momentos mejores, hubo momentos en que la locura del placer me hacía casi perder la razón pero no son ésos sino aquel instante por la mañana el que mi mente recuerda con más claridad.

No podría explicar por qué. Pero es así. Y al recordarlo me estremezco, no puedo evitar mojarme y que mis manos bajen ansiosas...

Declaración de intenciones

Hola!

Bueno pues aquí empieza mi andadura por el mundo de los blogs.
Llevaba ya tiempo rondándome la idea de empezar uno.
Leía varios, participaba en alguno y por fin, decidí empezar el mío propio.
Espero que os guste, que sea un lugar donde dar rienda suelta a mi imaginación y a mis ganas de plasmar en palabras lo mejor de la vida. El único placer gratis que existe.
Me encantará leer vuestros comentarios.
Espero conseguir un lugar que sirva de refugio de la rutina, del aburrimiento, de la monotonía.

Besos y hasta el próximo post.